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Asistentes de voz sin género definido

En el año 2016, la consultora estadounidense Gartner predijo que para 2020 un ciudadano medio tendría más conversaciones con los ‘bots’ que con su pareja. No andaban muy desencaminados. Los asistentes virtuales están cada vez más integrados en nuestras vidas cotidianas. Si hace unos años nos resultaba extraño dirigirnos a un robot, ahora es habitual pedir a Siri la canción del momento, buscar ayuda en Alexa para cocinar la tarta de queso o preguntar a Cortana por la forma más rápida para llegar a un sitio. Voces virtuales cada vez más humanizadas pero con algo en común: el género.

En menos de diez años, la frecuencia de las consultas en internet basadas en voz aumentó 35 veces y actualmente representa cerca de una quinta parte de las búsquedas con teléfonos móviles, cifra que se prevé que aumente hasta el 50% para finales de este año. Los asistentes gestionan ahora más de 1.000 millones de tareas al mes, desde lo más mundano como consultar el tiempo, hasta aspectos más esenciales como contactar con servicios de emergencia.

La tecnología ha integrado estos sistemas buscando cualidades humanas en las voces y dotándolas de cierta personalidad para acercarlas al usuario. La mayoría han coincidido en otorgarles el género femenino, por lo menos en su origen. Actualmente, casi todos los sistemas ofrecen opciones de voces masculinas, pero por defecto todavía hoy predominan las voces de mujer. Robots que son entrenados por humanos para dar respuesta a cualquier pregunta, y que por ello arrastran también determinados sesgos de género de sus creadores.

Un informe de la UNESCO trata de buscar una explicación a esta tendencia. ‘Me sonrojaría si pudiera’, título de la investigación, es la respuesta que hasta hace muy poco tiempo daba Siri al ser cuestionada por sus gustos sexuales. El estudio parte de esta anécdota sexista para analizar el papel de la educación para ayudar a corregir sesgos de género presentes en la tecnología. El organismo de Naciones Unidas sostiene que el carácter femenino de los asistentes y la subordinación que expresan, son un claro ejemplo de cómo la tecnología está ayudando a perpetuar este tipo de sesgos.

El estudio señala además que la tendencia a feminizar a los asistentes se produce en un contexto de desequilibrio de género en las empresas de tecnología, donde los hombres representan entre el 60% y el 75% de la fuerza de trabajo total de estas empresas. Superar esta brecha e incorporar a más mujeres en procesos de ‘machine learning’ es fundamental para no perpetuar estereotipos culturales indeseables.

Blue, el asistente sin género de BBVA

Una forma para evitar estos problemas se puede encontrar en los asistentes sin género, que demuestran que no es necesaria la asignación de género en las tecnologías inteligentes. Algunas empresas han optado por personificar sus asistentes en animales, sin perder el carácter humano pero evitando las cuestiones binarias sobre el género.

Y aunque pueda parecer necesario atribuir un género a las cosas que nos rodean, no es más que una construcción social. La realidad demuestra que interactuamos constantemente con elementos del entorno sin clasificarlas como masculinos o femeninos, ni limitándolos a lo que la sociedad espera de cada sexo.

Bajo este razonamiento se ha creado Blue, el asistente de voz desarrollado íntegramente por BBVA. El proceso de definición de su personalidad se realizó con usuarios en cuatro países (Argentina, Colombia, España y México) y, tras un importante proceso de análisis que incluyó métodos de psicología y posicionamiento, se determinó el tono y la personalidad del asistente: coherente, ético, responsable… y sin género. Una personalidad construida bajo la no humanidad del asistente buscando un balance entre lenguaje inclusivo, las exigencias de claridad y las limitaciones de espacio. Una forma de evitar limitar a Blue con estereotipos sociales injustificados.

La mente humana está culturalmente programada para intentar determinar si una voz pertenece a un hombre o una mujer, con el objetivo final de imaginar visualmente quién se esconde detrás de esa voz. Una línea que se desdibuja en el caso de las voces digitales. El ejemplo de Blue como asistente de voz sin género puede jugar con la mente humana y llegar a confundirla en ese afán por identificar un sexo, pero tiene sin duda un gran potencial: ampliar las oportunidades y acabar con algunos sesgos de género.