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La robotización de la banca, ¿la siguiente frontera tecnológica?

BBVA lidera el grupo de cabeza en lo referente a tecnología aplicada a las finanzas, desde los pagos electrónicos del día a día con BBVA Wallet hasta la gestión de big data, pero en el horizonte aparece la (pen)última frontera a superar, una que suena a ciencia ficción: la robotización de las actividades de banca.

BBVA y la robotización de la Banca

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¿En qué consiste? Se busca una mejora del perfil del analista de mercados y utilizar la capacidad de la tecnología actual para agilizar la comprensión y gestión de la información. En un tiempo en la que la sobreabundancia de datos enfanga el camino de los analistas, las máquinas prometen un paseo de baldosas amarillas hacia las variables más relevantes.

El ‘Blade Runner’ de Ridley Scott no ha llegado todavía. Y éste camino no es uno que las máquinas puedan recorrer solas. El factor humano es clave en el mundo de las finanzas. El siguiente eslabón de la cadena pasa por, en palabras de Francisco González, “no parar el progreso” sino de adaptarnos a él. Una simbiosis.

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El analista de mercados

Un equipo de dos

No cuesta trabajo imaginar un sistema mixto, en el que un gestor tome la decisión final sobre una serie de datos adquiridos por una máquina. La gran banca y su volumen de negocio ya ven su actividad simplificada y mejorada por la utilización efectiva de los “ceros y unos”.

Una estrategia que ya ha testado JP Morgan con éxito. Como recoge Bloomberg, a raíz de los cerca de 3.000 millones de dólares invertidos en innovación, la firma ha dado con un programa que identifica a aquellos clientes que están mejor posicionados para el seguimiento de las ofertas de valores y envía esa información a sus analistas. ¿El resultado? Sus banqueros de inversión cuentan con más facilidades a la hora de encontrar nuevas vetas de negocio y mejora su rendimiento.

Porque, como señala Víctor Alvargonzález en un artículo para El Confidencial, las máquinas tienen un pequeño problema: “les cuesta entenderse con la gente”. A pesar de saber a ciencia cierta que la revolución tecnológica es imparable y va a cambiar el juego por completo, todavía necesitamos el factor persona en las relaciones financieras.

El camino recorrido

BBVA se encuentra en una posición privilegiada para ello. Iniciada su transformación tecnológica una década atrás, tiene la capacidad de afrontar los retos actuales con unos pilares bien asentados. El reciente éxito de la tecnología blockchain aplicada a préstamos sindicados es un buen ejemplo de ello.

Actualizar la estrategia para incorporar la tecnología es algo que Carlos Torres, Consejero Delegado de BBVA, tiene claro: “los datos se han convertido en la base de la relación con los clientes” y debemos actuar acorde a su desarrollo.

Timeline BBVA's transformation Journey

El viaje digital de BBVA: el despliegue.

Trazabilidad del usuario

Así, el ejemplo más actual sería la propia gestión del ya conocidísimo big data o inteligencia de datos, alternativa en español recomendada por Fundéu BBVA. Gracias a los millones de terabytes que dejan de rastro el tránsito virtual diario de millones de internautas, el juego no pasa ahora por tener información sino por darle significado. Se trata de micro segmentar el mercado hasta llegar al día a día de cada cliente.

Este proceso ligado al big data aterriza, poco a poco en el ecosistema de las inversiones y la gran banca. Información única y de gran relevancia que suponga para el analista el factor desequilibrante a la hora de sacar provecho de los flujos económicos.

¿Sueña la banca con ovejas eléctricas?

Innovar es experimentar y los intentos de bancos de inversión como JP Morgan o Goldman Sachs en el terreno de la automatización de ciertas operaciones de inversión y, sobre todo, el proyecto de Blackrock de dejar cerca de 30.000 millones de dólares en manos de un sistema informático, han reabierto el debate sobre la evolución del sector financiero.

La clave radica por tanto en crear una cultura de trabajo que se adapte y que absorba de manera positiva los elementos disruptivos que la tecnología trae bajo el brazo. Unir la capacidad de estructuración de una máquina con la experiencia y el “toque” humano del analista, integrándose dentro del ecosistema tecnológico.

Porque el futuro no viene montado en coches voladores pero cuando lo haga, seguirá necesitando conductores tras el volante.