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Unicornio: el caso Theranos

Elizabeth Holmes es conocida en Silicon Valley como la “nueva Steve Jobs”. Es presidenta de la unicornio Theranos -  se denominan así a las startups valoradas en más de mil millones de dólares y que no cotizan en bolsa-. Su empresa alcanzó la fama la desarrollar una tecnología pionera en extracción y análisis sanguíneos y comercializar un método para realizar 30 análisis médicos con una gota de sangre. Una información de The Wall Street Journal ha sacudido Silicon Valley al señalar que “desconfía que la empresa tecnológica de análisis de sangre sea lo que pretende ser”.

En otro artículo, The Economist cuenta la historia de Theranos. La empresa de la multimillonaria de 31 años suscitó gran interés porque alegaba poder ofrecer una gran variedad de tests sacando unas gotas de sangre en vez de necesitar agujas grandes para tomar muestras más grandes; y por sus promesas de hacer que fuese más barato y fácil para los consumidores realizarse análisis de sangre sin tener que acudir al doctor. Aunque en las últimas semanas los medios han puesto en duda el alcance y fiabilidad tecnológica de la startup.

Theranos nació con el objetivo de revolucionar el mercado de los análisis de sangre norteamericano, cuyo valor sólo en Estados Unidos asciende a 75.000 millones de dólares por año.  La startup, gracias a una reciente inyección de 400 millones de dólares por parte de los inversores, tiene un valor implícito de 9.000 millones de dólares. Aunque lo que parecía un negocio redondo y una apuesta por tecnología para facilitar la vida a miles de personas se ha vuelto en su contra. En las últimas dos semanas, Elizabeth Holmes tenido que enfrentarse a un asalto de noticias de prensa negativas.

The Wall Street Journal sostiene que Theranos ha exagerado el alcance y fiabilidad de su tecnología pues dice que sus tests no son fiables y revela que sólo hacía unos pocos  con sus propios aparatos, utilizando la tecnología de otras firmas para la mayoría.

La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) también ha publicado unos informes negativos tras realizar varias  inspecciones a Theranos. La acusaban de distribuir “aparatos médicos confusos” y  que la compañía carece de un sistema adecuado de respuesta a las quejas. Por su lado, GlaxoSmithKline, el gigante farmacéutico para quien Theranos dice haber realizado tests, sostuvo que no tenía negocios con la startup desde los dos últimos años.

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Polémica sobre el valor de la 'startup'

The Economist resalta dos polémicas en este caso.  La primera:  ¿Qué hubiese pasado si Holmes hubiese sido una hombre en vez de una mujer?  De las 142 unicornios que existen, únicamente 3 están presididas por mujeres. Y en ninguna de las restantes hay una mujer que sea CEO.

La publicación señala: “En el mejor de los casos, Theranos ha sufrido simplemente más contratiempos que los esperados, y su tecnología a lo mejor pueda alcanzar su alto valor. Toda startup pasa por dificultades, especialmente en sectores tan regulados como el sanitario. Algunas mujeres que trabajan en el sector  tecnológico se preguntan si un hombre joven que intentase combatir un sector establecido hubiese recibido tantas críticas como las recibidas por Holmes en los últimos días. Pero si las acusaciones se demuestran veraces, como mínimo el valor de Theranos no alcanzará nunca el visto hasta ahora”.

La segunda polémica gira en torno al verdadero valor de las unicornios. The Economista explica:  “En muchos aspectos, Theranos es un caso inusual en el sector tecnológico. Fundada hace doce años, después de que Holmes abandonase los estudios en la Universidad de Stanford, la compañía no captó capital de los inversores habituales en el negocio médico o tecnológico. Sólo invirtieron en ella la prominente sociedad de capital riego Draper Fisher Jurvetson, y Larry Ellison, uno de los fundadores del gigante de las comunicaciones Oracle. La mayoría de sus inversores tienen poca experiencia en el sector. Los diez miembros del Consejo cuentan con dos antiguos secretarios de estado, George Shultz y Henry Kissinger, pero tan sólo con dos personas con conocimientos médicos. La media de edad de los consejeros ronda los 76 años”.

Sin embargo,  añade The Economist, “de alguna manera Theranos evoca un tema central en el sector tecnológico actual: las startup que prometen  un negocio lucrativo y se evalúan sobre la base de fantasías sobre su potencial, en lugar de su realidad. Los inversores están tan deseosos de conseguir un pedazo de cualquier startup atractiva, que se tragan las exageraciones de los emprendedores y cualquiera que haga preguntas incómodas acerca del riego es apartado de la ronda de financiación por otro más confiado”.

La fiebre por las unicornios que se vive en Estados Unidos explica la inflación del valor de las sociedades tecnológicas que no cotizan en bolsa. Hoy existen 142 unicornios, más de tres veces más que en 2013. Crecen rápidamente pero en términos de rentabilidad, están lejos de las competidoras cotizadas a las que pretenden desplazar, y mientras “queman” el capital efectivo.

Por ejemplo, no se espera que Theranos tenga ingresos o beneficios significativos, aun cuando se ha valorado tan alto como Quest Diagnostics, un laboratorio cotizado que el año pasado alcanzó 7.400 millones de dólares de ingresos y cerca de 600 millones de beneficios netos.

Como concluye The Economist: “Muchos unicornios han quedado al margen del escrutinio al no estar obligados a publicar cifras o proporcionar informes de progreso de su tecnología. Al no tener la preocupación de la fluctuación de la cotización bursátil, sus fundadores pueden pensar a largo plazo, pero al mismo tiempo les es más fácil ignorar interrogantes. No obstante, con el crecimiento de Silicon Valley, las manadas de criaturas legendarias se darán de bruces con la realidad. Si no cumplen sus promesas, su valor caerá, tanto en la siguiente ronda de financiación como si deciden salir a bolsa. Se derramarán muchos tubos de sangre”.