"COP30: el multilateralismo persiste, la agenda climática progresa lentamente"
La Cumbre del Clima COP30, celebrada en Belém, ha concluido dejando una impresión dual pero clara: el multilateralismo climático continúa vivo y es capaz de producir acuerdos, pero el ritmo de avance es claramente insuficiente para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París.
Foto cabecera: Agencia EFE
La Presidencia brasileña presentó esta edición como una COP “de implementación”, y el resultado responde a esa ambición pragmática: avances limitados pero tangibles en adaptación, financiación y transición justa, mientras que la brecha de ambición en mitigación permanece abierta. En este sentido, la ausencia de referencias al abandono progresivo de los combustibles fósiles y el hecho de que, aun con 122 nuevos planes climáticos presentados —que suponen el 70% de las emisiones globales—, las mejoras no sean suficientes para cerrar la brecha, confirman que la arquitectura global avanza, pero a un ritmo muy inferior al que exige la ciencia.
En adaptación, la COP logró un avance significativo con el compromiso de triplicar la financiación anual hasta 120.000 millones de dólares en 2035, acompañado por la adopción de 59 indicadores técnicos del Objetivo Global de Adaptación. Aunque queda mucho por definir, desde la gobernanza hasta los mecanismos operativos, la orientación política hacia la resiliencia gana contundencia. En financiación climática, los países reafirmaron el nuevo objetivo colectivo de 300.000 millones de dólares anuales y 1,3 billones en 2035, pero sin claridad sobre los instrumentos para alcanzarlo. Las decisiones se trasladaron a un programa de trabajo a dos años, lo que prolonga la incertidumbre en un ámbito crucial para movilizar capital privado a gran escala.
La COP30 proporciona elementos relevantes para orientar decisiones estratégicas desde la perspectiva de los bancos globales
Este balance general ofrece señales importantes para el sector financiero global. Aunque la falta de ambición (reducida en mitigación) pueda interpretarse como una muestra de bloqueo, la realidad es que la COP30 proporciona elementos relevantes para orientar decisiones estratégicas desde la perspectiva de los bancos globales.
En primer lugar, se refuerza la necesidad de señales de política más claras y estables para impulsar los ciclos de inversión climática que el mundo necesita. La transición no se acelerará sin marcos regulatorios previsibles, coherentes y capaces de dar visibilidad a los flujos de inversión a largo plazo. En la última década se ha logrado un progreso global muy significativo, incluyendo rápidos avances y la disminución de los costos de las tecnologías, así como niveles récord de capacidad global en energías renovables e inversiones en energías limpias. Sin embargo, la alta dependencia de los combustibles fósiles en muchos países y la geopolítica actual fragmentan y dividen las políticas climáticas. El rumbo es imparable, pero el escenario actual nos lleva a diferentes trayectorias y diferentes velocidades lo que significará todo un reto para los bancos globales en su acompañamiento a sus clientes,
En segundo lugar, la COP consolidó las plataformas país (o 'country platforms') como aceleradores de proyectos financiables, una tendencia con potencial transformador en mercados emergentes. Estas plataformas, lideradas por gobiernos pero estructuradas con participación activa de actores públicos y privados, permiten crear carteras de proyectos alineados con los objetivos climáticos nacionales. El caso de Brasil es paradigmático: su Plataforma de Inversión (BIP) ha movilizado 15 proyectos por 22.600 millones de dólares en apenas un año. El anuncio de la creación de 14 nuevas plataformas confirma que este instrumento está llamado a convertirse en un espacio privilegiado para generar proyectos de calidad, reducir barreras institucionales y mejorar la bancabilidad gracias a una coordinación más robusta entre política pública y financiación privada.
En tercer lugar, la decisión de triplicar la financiación global para adaptación coloca a la adaptación y resiliencia como una nueva oportunidad emergente de negocio para las instituciones financieras. Aunque buena parte de la inversión necesaria seguirá correspondiendo al sector público, existe un margen creciente para inversiones privadas en infraestructuras resilientes, soluciones basadas en la naturaleza, digitalización para gestión de riesgos físicos, agricultura climáticamente inteligente o modelos urbanos adaptados a eventos extremos. Para un banco global, esto implica desarrollar metodologías avanzadas de análisis de riesgos climáticos físicos, diseñar productos orientados a resiliencia y acompañar a sus clientes en la evaluación de vulnerabilidades y oportunidades que hasta ahora tenían poca visibilidad en los balances.
El cuarto elemento destacado es el avance en mecanismos innovadores de reducción de riesgos vía financiación público-privada o 'blended finance', claves para la atracción de capital privado a escala en mercados emergentes. Una línea emergente es la optimización de balance con nuevos modelos de titulización climática y la iniciativa ReInvest+ del Banco Interamericano de Desarrollo representa un buen ejemplo. Se permite así la titulización de carteras en diversos sectores y países, combinando esta estructura con seguros de riesgo político y cambiario proporcionados por el propio BID. Esto genera dos beneficios cruciales: optimización de capital para los bancos y creación de activos verdes atractivos para inversores institucionales. Esta innovación puede convertirse en una herramienta clave para ampliar la capacidad de financiación climática sin aumentar la presión sobre los balances bancarios tradicionales.
En conjunto, los resultados de Belém no deben interpretarse como una señal de impotencia del sistema multilateral. De hecho, gracias al marco del Acuerdo de París, el mundo ha pasado de proyecciones superiores a 4 °C a una horquilla estimada hoy entre 2,3 y 2,5 °C si se implementan íntegramente las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés) recientemente anunciadas.
Lo que revela la COP30 una vez más es que no basta con la gobernanza global. Es indispensable también una acción distribuida, nacional y sectorial, donde las empresas líderes y las instituciones financieras globales tengan un papel como catalizadores de inversión y agentes activos de la transformación.