Ballena franca austral: la especie que se protege desde península Valdés
La ballena franca austral es una especie emblemática del Atlántico sur que se enfrenta a amenazas como las colisiones con embarcaciones, el cambio climático y la contaminación acústica. En península Valdés, un territorio perteneciente a la Patagonia argentina, los esfuerzos de conservación han permitido una recuperación gradual de su población tras décadas de caza comercial.
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*Imagen de apertura elaborada con inteligencia artificial (Midjourney).
Cada año, cientos de ballenas francas australes de hasta 17 metros de largo y 60 toneladas de peso alcanzan la península Valdés, en Argentina. Estas lo hacen para reproducirse y dar paso a una nueva generación de cetáceos. Sin embargo, este equilibrio llegó a estar en grave peligro. “Las ballenas francas australes se cazaron hasta casi llevarlas al límite de su extinción. Su nombre en inglés, ‘right whale’, viene de los cazadores que las consideraban las ballenas ‘correctas’ para cazar: eran lentas, flotaban al morir y producían gran cantidad de grasa y aceite”, explican Roxana Schteinbarg, cofundadora del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) de Argentina, y Belén Braga, integrante del equipo de Comunicación de la misma entidad.
“La prohibición internacional de su caza, establecida en 1935, marcó un punto de inflexión. Gracias a esto, se consiguió la recuperación paulatina de sus poblaciones en distintas regiones del mundo. Sin embargo, casi un siglo después, las ballenas enfrentan nuevas amenazas que ponen a prueba su resiliencia y la eficacia de las medidas de conservación”, explican Schteinbarg y Braga. La entidad para la que trabajan, el ICB, nació a inicios de la década de 1990 para estudiar las ballenas francas australes que llegan cada año a la península Valdés. Con el paso de los años, se ha convertido en una organización que trabaja por la conservación de las ballenas y los océanos. También para promover la educación y para crear soluciones capaces de mitigar las amenazas que enfrentan estos animales.
Imagen elaborada con inteligencia artificial (Midjourney).
Principales amenazas para la ballena franca austral en la actualidad
La principal causa de mortalidad de las ballenas a nivel global son las colisiones con embarcaciones. “A estas colisiones se suman los enmallamientos en redes, sogas y otros equipos de pesca, que provocan heridas crónicas, infecciones y debilitamiento progresivo. Muchas ballenas muestran cicatrices de interacción con artes de pesca, evidencia de un problema persistente que requiere regulación y vigilancia constante”, señalan las integrantes del ICB.
La lista sigue: la contaminación por plásticos y desechos marinos puede causar enredos, ingestión accidental y alteraciones en los ecosistemas de los que dependen estos animales. La expansión de proyectos petroleros y gasíferos ‘offshore’ provoca derrames de hidrocarburos que exponen a las ballenas a sustancias tóxicas. “Y el ruido submarino generado por el aumento del tráfico marítimo, las exploraciones sísmicas y las plataformas industriales constituyen una forma de contaminación acústica que altera la comunicación entre individuos, modifica su comportamiento social, eleva los niveles de estrés y puede incluso interferir en los procesos reproductivos”, añaden Schteinbarg y Braga.
El cambio climático, las presiones del turismo no regulado e incluso el aumento de los residuos orgánicos en los entornos costeros también representan importantes desafíos para la ballena franca austral. “En el ámbito local, particularmente en los golfos de península Valdés, una de las principales áreas de cría y reproducción de la ballena franca austral en el océano Atlántico sudoccidental, los ataques de gaviotas cocineras ('Larus dominicanus') representan un problema serio y único en el mundo”, explican desde el ICB.
“Algunas gaviotas –insisten desde el Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) de Argentina— han aprendido a alimentarse del tejido dorsal vivo de las ballenas, generando lesiones que pueden afectar su comportamiento, aumentar el gasto energético de las madres y crías, e incluso comprometer su salud. Este fenómeno, asociado a la disponibilidad de residuos orgánicos en basurales costeros y pesqueros, refleja cómo las alteraciones humanas del entorno pueden desencadenar nuevos desequilibrios ecológicos”.
*Imagen de apertura elaborada con inteligencia artificial (Midjourney).
A todo esto, se suman las limitaciones biológicas de la especie: las ballenas francas tienen una baja tasa reproductiva, ya que paren solo una cría cada tres años. Esto reduce en gran medida su capacidad de recuperación frente a pérdidas causadas por actividades humanas. “En conjunto, estas amenazas configuran un panorama complejo que exige reforzar las políticas de protección, mejorar la regulación de las actividades en el mar y promover un modelo de convivencia entre las comunidades humanas y las ballenas. La historia de su recuperación tras la caza nos recuerda que la conservación es posible; el desafío hoy es garantizar que los logros alcanzados no se vean comprometidos por nuevas formas de presión sobre el océano”, explican Schteinbarg y Braga.
Las consecuencias del impacto sobre la ballena franca austral
A pesar de los avances en materia de conservación de las últimas décadas, la actividad humana sigue generando un gran impacto sobre la ballena franca austral. Un estudio realizado por el ICB con fotografías tomadas durante cinco décadas en la península Valdés revela que el porcentaje de ballenas con heridas de origen antropogénico (sobre todo, por colisiones con embarcaciones) pasó de un 40% en 1970 a un 60% en 2017. “Asimismo, el mismo estudio evidenció un aumento significativo en los casos de heridas asociadas a enmallamientos: mientras que entre las décadas de 1970 y 1990 estos representaban apenas entre un 3% y un 5% de los registros, en el período entre 2010 y 2017 ascendieron al 27%”, explican las integrantes del ICB.
Otro estudio del mismo organismo, basado en 25 años de monitoreo, muestra que en las últimas décadas casi el 99% de madres y crías presentan lesiones por ataques de gaviotas. “Las crías, en particular, son objeto de casi el triple de ataques que sus madres, evidenciando una creciente presión selectiva de estas aves sobre los ballenatos. Los picotazos repetidos generan estrés crónico, heridas acumuladas y un gasto energético adicional que aumenta su mortalidad”, añaden Schteinbarg y Braga.
El cambio climático, por otro lado, está modificando las condiciones de los océanos, desde la temperatura del agua hasta las corrientes, pasando por la productividad de especies de las que dependen las ballenas francas australes para su alimentación. Un estudio publicado en la revista Science Advances en el que participaron científicos de ICB describe por primera vez cómo el calentamiento del océano afecta la supervivencia de las hembras de ballena franca austral. “La investigación muestra que el aumento de la temperatura del agua reduce la abundancia y la distribución del krill antártico, su principal fuente de alimento. Como consecuencia, las ballenas se ven obligadas a modificar sus áreas de alimentación, desplazándose hacia latitudes medias en busca de recursos, lo que puede repercutir negativamente en su nutrición y en su capacidad reproductiva”, señalan desde la entidad.
*Imagen elaborada con inteligencia artificial (Midjourney).
¿Qué se puede hacer para proteger a la ballena franca austral?
De acuerdo con las representantes del ICB, fortalecer las medidas de prevención y gestión de las actividades marítimas en áreas clave, como por ejemplo la península Valdés, es una medida muy relevante para proteger y fomentar la recuperación de la ballena franca austral. Entra en juego, también, la legislación. En 1982, la Comisión Ballenera Internacional (CBI) estableció una moratoria a la caza comercial de ballenas, independientemente de su especie. “No obstante, algunos países continúan con actividades de caza comercial, ignorando la moratoria, lo que evidencia la necesidad de vigilancia constante”, indican las integrantes del ICB. “En este contexto, la participación de las organizaciones de la sociedad civil en las asambleas de la CBI resulta fundamental para garantizar el cumplimiento de estas medidas, velar por los avances en conservación y contribuir a su fortalecimiento”.
A nivel nacional, Argentina cuenta con varias leyes dedicadas a proteger esta especie de cetáceo, como la Ley Nacional Nº 25.577 que prohíbe su caza en territorio nacional. Y, de acuerdo con la CBI, la regulación de sitios críticos y rutas migratorias constituye una medida esencial para garantizar la conservación de la especie.
Pero existen también otro tipo de iniciativas que acompañan a esta legislación y sin las que sería imposible avanzar en la conservación de estos animales. Por ejemplo, los catálogos de foto-identificación que permiten evaluar y hacer un seguimiento de los cetáceos. El ICB tiene uno, formado principalmente por fotos aéreas, pero que cuenta también con imágenes cedidas por personas ajenas a la entidad.
“En península Valdés, los guías de turismo, los guardaparques y los ‘informantes turísticos’ participan activamente en el monitoreo de la especie, aportando fotografías que permiten identificar individuos únicos. Estos registros enriquecen el catálogo de foto-identificación, que actualmente incluye información de más de 5.000 ballenas, y proporcionan datos de gran valor para la investigación y conservación de la especie. Además, el ICB ofrece materiales como cartillas e infografías, y capacitaciones, que buscan formar a los trabajadores del sector turístico para contribuir a la interpretación y conservación de las ballenas y su hábitat”, explican Schteinbarg y Braga. En 2013, el ICB el recibió el Premio Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad en Latinoamérica por acciones como esta.
La suma de estas soluciones, así como la cooperación entre entidades y organismos y la involucración de la sociedad, pueden determinar la salud de las poblaciones de ballena franca austral en las próximas décadas. Hoy apenas contamos con el 10% de las ballenas que nadaban en el Atlántico sudoccidental antes de que comenzase la caza comercial, pero hay espacio para la esperanza: gracias a las acciones de conservación, la población crece y cada año hay más ballenas que el anterior.