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Los parques en las ciudades evitan muertes prematuras, protegen del calor, mejoran la salud mental… y más

Son los parques y zonas verdes de las grandes urbes refugios naturales frente a las altas temperaturas que dan cobijo y protección a sus ciudadanos. Pero más allá de esa función que todo el mundo conoce, esa acumulación más o menos frondosa de vegetación regala una serie de beneficios lógicos, pero no tan evidentes. Y es que además de ayudar a mejorar la salud física gracias a controlar la temperatura y hacer de filtro de la contaminación, también inciden en la salud mental así como en la cohesión social.

Los parques urbanos surgieron en el siglo XIX como consecuencia de la masificación e insalubridad de las grandes ciudades debido al crecimiento exponencial de población a raíz de la revolución industrial, como señalan en su web AGI Architects.

Si bien los jardines fueron creados como una forma de tener un trozo de la naturaleza de forma domesticada por los poderosos de las civilizaciones clásicas (Egipto, Mesopotamia, Persia, Grecia, Roma…), los parques se diseñaron pensando en los ciudadanos y teniendo como antecedente la cultura del jardín que ya existía desde el siglo XVIII. Primero, en Inglaterra; al poco, en EEUU, y después comenzaron a crearse en otros países que iban adoptando un mismo contexto de desarrollo urbanístico e industrial y de vida moderna.

Lugares de esparcimiento para hacer deporte y actividades comunitarias

El primer parque público de la historia para el uso y disfrute de los ciudadanos fue construido en Birkenhead, una población cercana a Liverpool, que había crecido de manera exponencial en décadas anteriores. El Park Movement, una asociación vecinal que se había creado en la década anterior para reivindicar la necesidad de “aire libre”, concretada en espacios abiertos, verdes y públicos, logró que el Parlamento inglés, refrendado por una Private Act, autorizase la disposición de fondos públicos para la compra de los terrenos en los que el paisajista y arquitecto Joseph Paxton proyectó Birkenhead Park.

En el Park Movement se habían dado cuenta de que trufar con espacios de vegetación las grandes ciudades sería beneficioso para sus habitantes. Tuvieron claro que no valía con una parcela yerma y desértica ni nada parecido a lo que en el urbanismo de nuestros días se considera una plaza dura (cemento, sin plantas ni árboles, sin protección contra las inclemencias meteorológicas) y que debía tener vegetación y zonas de esparcimiento. Con el tiempo su idea llegaría a otras ciudades del país y traspasaría fronteras. Y pasadas las décadas los parques de muchas ciudades del mundo son hoy en día lugares con equipamientos y zonas para hacer deporte al que acudir a la salida de las jornadas laborales y los fines de semana.

Hoy en día los grandes parques forman parte de la esencia de determinadas ciudades: El Hyde Park de Londres, el de Las Tullerías en París, el Central de Nueva York, Chapultepec de Ciudad de México… El Retiro en Madrid, el de María Luisa de Sevilla, o el de Montjuic de Barcelona. Son parte de la identidad de las ciudades.

¿Cuáles son todos los beneficios de los parques con vegetación para los ciudadanos?

Son varios los estudios que indican que las zonas verdes y parques en las ciudades comportan beneficios significativos para sus habitantes, cuando cuentan con los árboles y las plantas adecuadas y se mantienen de forma planificada por expertos. El más completo, el publicado en 2019 en The Lancet por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), la Universidad de Colorado y la Organización Mundial de la Salud, en el que se señala, entre otras cosas, que el incremento de áreas verdes en las ciudades protege contra las muertes prematuras.

Otros estudios destacan asimismo beneficios medioambientales, sociales o culturales, los cuales estarían interrelacionados con las zonas verdes en las ciudades. Merece la pena listarlos:

-Luchan contra la contaminación. Mejoran la calidad del aire cuando tienen las especies de árboles y plantas adecuadas. Absorben contaminantes atmosféricos como el ozono, dióxido de nitrógeno y partículas. Las hojas y las cortezas de los troncos actúan como filtro.

-Regulan la temperatura. Por un lado, sus árboles protegen el suelo de los rayos del sol, con lo que no hay recalentamiento. Por otro, los lagos, fuentes, estanques y la propia vegetación ayudan a reducir el calor de las zonas anejas urbanas. Los parques, además de ofrecer sombra evaporan agua a través de la transpiración de las plantas, y permiten una mejor circulación del aire. Son islas de calor.

-Gestión el control del agua. Evitan la escorrentía, esto es cuando el agua de la lluvia provoca inundaciones y erosión del terreno con el peligro de desprendimientos de terreno. Los parques actúan como grandes controladores y almacenes del agua de lluvia.

-Mejoran la salud mental, además de la física, de los habitantes de las ciudades. Las zonas con vegetación inciden en el ánimo, tienen un efecto relajante y reducen los niveles de estrés. También vivir cerca de zonas verdes se asocia a un menor consumo de medicamentos. Un estudio liderado por el Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR) y el Instituto de Investigación Sant Joan de Déu (IRSJD) señala que la contaminación atmosférica, negativamente, y los espacios verdes, de manera positiva, indicen en el desarrollo de problemas emocionales y de conducta en niños, niñas y adolescentes.

-Mejoran la salud cardiovascular. Son un lugar perfecto para el movimiento, para pasear y hacer ejercicio físico. Muchos parques tienen circuitos para correr y zonas para hacer ejercicios de fuerza. También pistas deportivas y otros equipamientos, como mesas de pimpón. Un estudio del CIBER y del Centro Nacional de Epidemiologia del Instituto de Salud Carlos III revela que vivir cerca de parques y áreas verdes se asocia con una mejor salud cardiovascular. Este efecto positivo es especialmente notable en mujeres, personas mayores de 65 años y en quienes pertenecen a grupos de bajos ingresos. Además, los beneficios aumentan cuanto mayor es la proximidad y el acceso a estos entornos naturales.

-Fomentan la biodiversidad. Los parques se convierten en una conexión de las ciudades con la naturaleza. Albergan una gran variedad de plantas, desde árboles y arbustos hasta flores y hierbas, por un lado y por otro, aves, insectos y otros animales se reproducen en estos entornos.

-Favorecen la interacción social. Los espacios verdes también fomentan la interacción social, al convertirse en puntos de encuentro donde los ciudadanos fortalecen el tejido comunitario. Elementos como las mesas de ping-pong, las zonas habilitadas para jugar al ajedrez o los centros destinados a exposiciones y actividades culturales contribuyen a dinamizar la convivencia y enriquecen las relaciones entre vecinos.

Posibles efectos negativos

Son mucho mayores los beneficios de los parques que los posibles efectos negativos, los cuales podrían darse si hubiera una muy mala gestión de esos espacios verdes. Así, se empeora la vida a los vecinos de los parques si se da en ellos la temida gentrificación, con contaminación acústica y masificación, insalubridad por un mal mantenimiento y recogida de basuras de los mismos, inseguridad están en zonas problemáticas y poco vigiladas, son los principales.

'Podcast' | ¿Qué son las ciudades de 15 minutos? Siete ejemplos sostenibles

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El urbanismo saludable que busca la regla 3-30-300

En el urbanismo moderno, los expertos saben que los parques son enriquecedores en todos los sentidos, y que si se construyen bien, los efectos son siempre positivos para la comunidad. Así, con el objetivo aspiracional de llenar las ciudades de parques, de forma ordenada, el investigador holandés Cecil Konijnendijk creó la regla 3-30-300, la cual invita a responsabilizar a los gobernantes de que cada ciudadano pueda ver, al menos, tres árboles desde su hogar, que su barrio tenga un 30% del terreno con cobertura vegetal, y que no vivan a más de 300 metros de un parque con zonas verdes de calidad.

Los parques urbanos, en definitiva, suponen una infraestructura esencial para construir ciudades más habitables, saludables y cohesionadas. Aportan beneficios que van mucho más allá del disfrute estético o del ocio: son auténticos pulmones urbanos, amortiguadores climáticos, espacios de salud pública y núcleos de encuentro comunitario. Apostar por su expansión y buen mantenimiento es, por tanto, invertir en bienestar, resiliencia y equidad. En un mundo crecientemente urbano y afectado por el cambio climático, reverdecer las ciudades es también una manera de humanizarlas.