Responsabilidad social corporativa (RSC): ¿por qué ahora hablamos de sostenibilidad empresarial?
La responsabilidad social corporativa se refiere a cómo las empresas conducen sus negocios para impactar positivamente en clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, medioambiente… Pero esta estrategia se ha hecho más exigente, ahora se busca la sostenibilidad empresarial.
Foto de apertura creada con Midjourney (IA)

“Nunca quise ser un hombre de negocios. Empecé como un artesano, haciendo ropa de escalada para mis amigos y para mí, y luego pasé a las prendas de vestir. Cuando empezamos a ser testigos del alcance del calentamiento global, de la destrucción ecológica y de nuestra propia contribución a ellos, Patagonia se comprometió a utilizar nuestra empresa para cambiar la forma en que se hacían negocios”, escribió Yvon Chouinard en una carta pública en septiembre de 2022.
En 1979, el escalador y ecologista estadounidense creó la marca de ropa Patagonia. Cuarenta y tres años después, la compañía se convirtió en noticia mundial después de que su fundador la traspasase a una ONG y un fideicomiso que utilizarán todas las ganancias para luchar contra el cambio climático.
La donación llamó la atención por su objetivo y por su magnitud -Patagonia estaba valorada en aquellos momentos en 3.000 millones de dólares. También porque este tipo de acciones son las que la sociedad espera de las empresas cuando se declaran comprometidas con su entorno.

Foto creada con Midjourney (IA)
La iniciativa de Patagonia es un ejemplo de por qué la denominada responsabilidad social corporativa (RSC) ha dado paso a la sostenibilidad empresarial, un concepto mucho más exigente que no se queda solo en la filantropía, sino que busca que las empresas centren toda su actividad y su razón de ser en lograr la sostenibilidad presente y futura de su entorno.
Un paso más allá: la sostenibilidad empresarial
El contexto global actual obliga a hacer una pausa y una reflexión. Y esto atañe, también, a las empresas: su actividad es fundamental para que el mundo tome una deriva más sostenible y responsable con las personas, los bienes materiales y el mundo natural. Por ello, en el ámbito corporativo se habla cada vez más de sostenibilidad empresarial.
La Red Española del Pacto Mundial de la ONU describe la sostenibilidad empresarial como “el lenguaje de las empresas con futuro”, una forma de hacer negocios que no persigue únicamente el beneficio económico, sino también preservar y mejorar los recursos actuales para tener un impacto positivo en las siguientes generaciones. “Las empresas no sostenibles no podrán sobrevivir”, recuerdan desde el Pacto Mundial.
Esto exige un cambio de mentalidad y no ligar la responsabilidad corporativa con acciones puntuales, sino con una estrategia continuada que tenga en cuenta los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) y también objetivos internacionales como los ODS o los marcados en el Acuerdo de París.
Para entender mejor qué pretende la sostenibilidad empresarial, es importante conocer bien el punto del que parte: la responsabilidad social corporativa, la forma de hacer negocios de forma responsable que ha determinado (y sigue determinando) la acción de numerosas empresas en las últimas décadas.

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¿Qué significa responsabilidad social corporativa?
Existen muchas formas de definir lo que es la responsabilidad social corporativa (también conocida por las siglas RSC). Su propio nombre nos da ciertas pistas: hace referencia a la forma de conducir los negocios de forma responsable. Pero su alcance va mucho más allá.
“De forma breve y resumida, podemos decir que la RSC es la gestión de los impactos no deseados o de las externalidades que tiene una determinada actividad económica. Hace referencia no solo a cómo una empresa genera beneficios y contribuye a la asignación de la riqueza, sino también a cómo los distribuye”, explica Orencio Vázquez, coordinador del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa (Observatorio de RSC).
La guía 'Introducción a la Responsabilidad Social Corporativa' del propio observatorio la define como la forma de conducir los negocios de las organizaciones que se caracteriza por tener en cuenta los impactos que todos los aspectos de sus actividades generan sobre sus clientes, su empleados y su accionistas, así como sobre las comunidades locales, el medioambiente y la sociedad en general.
La RSC, explican desde el Observatorio, implica el cumplimiento obligatorio de la legislación nacional e internacional en el ámbito social, laboral, medioambiental y de derechos humanos, así como cualquier otra acción voluntaria que la empresa emprenda para mejorar la calidad de vida de sus empleados, de las comunidades en las que opera y de la sociedad en su conjunto.
De acuerdo con Vázquez, la RSC pivota sobre tres grandes ejes: la gestión de los impactos o las externalidades no deseadas, la inclusividad de las partes interesadas y la rendición de cuentas. Este último hace que la transparencia sea una parte fundamental de los planes de responsabilidad social de las compañías.

Foto creada con Midjourney (IA)
El mundo pide responsabilidad social corporativa (RSC)
Cada vez más, las sociedades demandan a las empresas que sean responsables de sus actividades. Sobre todo, cuando estas determinan en gran medida la sostenibilidad social y medioambiental tanto de su entorno como a nivel global.
De acuerdo con la guía del Observatorio de RSC, el poder de las compañías ha aumentado en detrimento del de los estados durante las últimas décadas. “En la actualidad, se calcula que en torno al 52 % de las mayores economías mundiales son empresas multinacionales, por encima, incluso, de países como Austria o Sudáfrica”, aseguran. A esto hay que añadir que los estados no tienen herramientas para regular sus actividades con eficacia, lo que favorece la aparición de vacíos legales.
“Cada vez es más importante que las empresas se centren en mejorar su responsabilidad social corporativa. Esto es así porque ha habido una externalización muy importante de la actividad que realizan las organizaciones, tanto desde una perspectiva industrial como de servicios, así como cambios en los modelos productivos con el objetivo de reducir los costes. Esto ha hecho que se produzcan externalidades no deseadas muy importantes y a diferentes niveles”, explica Vázquez.
Un ejemplo lo encontramos en la deforestación que provocan algunas empresas en las selvas tropicales con el objetivo de obtener materias primas con las que fabricar desde alimentos hasta productos como textiles o piezas de mobiliario. La deforestación y la mala gestión de los territorios tienen consecuencias importantes para el medio ambiente y también para la vida de las comunidades locales e indígenas.
Actividades como la deforestación, así como la creciente desigualdad social y el aumento de las consecuencias del cambio climático, han hecho que la sociedad demande más acciones responsables por parte de las empresas y que la regulación aborde de forma más seria sus responsabilidades. A partir de diciembre de 2025 entra en vigor el Reglamento de la UE relativo a la deforestación (EUDR), que exige a las organizaciones empresariales que garanticen que sus productos están libres de deforestación.
Retos y logros de la responsabilidad social corporativa
Uno de los retos a los que la sociedad se enfrenta a la hora de promover un uso ético de la RSC está ligado a la desinformación y al 'greenwashing'. En 2020, un estudio realizado por la Comisión Europea señaló que el 53,3 % de las afirmaciones ambientales examinadas por el organismo resultaron ser vagas, engañosas o infundadas y que el 40 % carecía de fundamentos. Más recientemente, en octubre de 2024, RepRisk, empresa especializada en datos ambientales, sociales y de gobernanza con sede en Zurich, explicó que este ecopostureo “había experimentado un descenso por primera vez en los últimos seis años”, mientras que más de la mitad de los consumidores piensan que las organizaciones empresariales están blanqueando sus iniciativas sostenibles, tal y como refleja un estudio de Capgemini con más de 6.000 encuestados.
Esto, señalan desde el Observatorio de RSC, refleja la falta de normas comunes para las empresas que emiten declaraciones ecológicas voluntarias y tiene como consecuencia la competencia desigual. Para abordar este problema, la Comisión Europea ha avanzado en la legislación, lo que determina enormemente el papel de la RSC en España. Actualmente, por ejemplo, todas las compañías de más de 250 empleados tienen la obligación de implantar un plan de RSC e informar sobre el impacto de su actividad.
“Vemos la diferencia con América Latina, en donde la regulación está menos avanzada y los gobiernos son más heterogéneos. En esta región los retos de gobernanza son muy distintos. Los países que son más pioneros en estos ámbitos y que tienen una regulación más desarrollada son Brasil, que destaca desde hace tiempo a nivel normativo, y México”, sostiene Vázquez.
Las diferencias se encuentran también entre sectores. “Hay empresas que por su propia naturaleza jurídica o por el entorno en el que se mueven tienen más fácil ser socialmente responsables. Es el caso, por ejemplo, del sector de la economía social, en el que las empresas tienden a ser más corporativistas y a basarse en procesos más participativos”, señala Vázquez.
Para las organizaciones, la inversión en RSC tiene beneficios: mejora la reputación, reduce los riesgos, mejora la cultura empresarial y contribuye a la satisfacción de los empleados, entre muchos otros. Un ejemplo de cómo contar con un planteamiento sostenible y responsable resulta beneficioso lo encontramos en Patagonia.
La firma llegó a estar valorada en 3.000 millones de dólares con un claro posicionamiento a favor del cuidado del medioambiente y de los trabajadores. Y, en 2022, volvió a desafiar las bases de uno de los sectores que más contaminan del planeta cediendo los beneficios de la compañía a la lucha contra el cambio climático.
Patagonia y otras muchas empresas son también las que están liderando el cambio y haciendo que la balanza se incline hacia la sostenibilidad empresarial: un concepto que va aún más allá y apuesta por una transformación más profunda de lo que implica hacer negocios.