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“¿Realmente molestan los extranjeros, o lo que molestan son los pobres, sean extranjeros o de la propia casa?” Con este punto de partida, la filósofa Adela Cortina, catedrática emérita de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia, acuñó una nueva palabra: “aporofobia”, para definir el rechazo al pobre. Lo que no se nombra no existe y era necesario inventar este neologismo que señalase la discriminación universal a las personas sin recursos. “La aporofobia va en contra de la dignidad humana y es excluyente. La democracia tiene que ser inclusiva necesariamente. Por eso no puede existir una sociedad aporófoba y democrática a la vez. Y todas las sociedades que conozco son aporófobas”, explica.