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Cinco especies tecnológicas que se extinguieron (para bien): del disquete al Blu-ray

Del disquete al Blu-ray, pasando por los SMS y la banda magnética, algunas de las tecnologías que una vez marcaron nuestra vida cotidiana han desaparecido sin que apenas nos diéramos cuenta. La digitalización ha cambiado tanto nuestra forma de comunicarnos, almacenar datos o disfrutar del ocio, que gestos que antes eran rutina hoy parecen fósiles tecnológicos. Su desaparición abrió el camino a un mundo más conectado, rápido y sin cables.

La transformación digital ha cambiado radicalmente nuestra forma de vivir y, en el proceso, hemos dejado atrás tecnologías que marcaron una época. La irrupción de internet, con más de dos tercios de la población mundial conectada según el informe 'Special Report. Digital 2025' de We Are Social, ha sido el principal motor de cambio para esta evolución. Sin embargo, antes de que WhatsApp, la nube o el 'streaming' se hicieran cotidianos, hubo gestos, sonidos y rutinas que definieron una era y que hoy evocan una cierta nostalgia.

La banda magnética: el gesto de deslizar la tarjeta que ya no volverá

Durante décadas, la banda magnética fue el eje central de las transacciones electrónicas. Deslizar la tarjeta por el datáfono era un gesto cotidiano acompañado de un sonido inconfundible. Hoy, ese movimiento ha sido sustituido por una tecnología que permite pagar sin contacto físico. El cambio se aceleró tras la pandemia de COVID-19, cuando evitar el contacto con superficies se volvió prioritario.

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El sistema 'contactless' permite a los usuarios hacer pagos sin necesidad de introducir su tarjeta dentro de la terminal de punto de venta (conocida como TPV o datáfono). Actúa con la tecnología Near Field Communication (NFC), que en español se traduce como "comunicación de campo cercano". Esta tecnología está presente tanto en tarjetas de pago como en dispositivos móviles o relojes inteligentes, lo que permite establecer una conexión inalámbrica con el lector 'contactless' sin necesidad de insertar la tarjeta, como era habitual hasta hace pocos años.

La mensajería instantánea acabó con el lenguaje abreviado

Antes de que las aplicaciones de mensajería instantánea inundaran las conversaciones telemáticas, existieron dos tecnologías que permitieron el intercambio de mensajes de texto y contenido multimedia entre usuarios: el SMS y el MMS.

Aquella forma de escribir en la que los usuarios eliminaban vocales para ahorrar caracteres en los SMS y evitar aumentar la factura marcó el lenguaje de una generación, haciendo populares para la sociedad española expresiones como "tkm", "xro" o "bno". Por su parte, los MMS (servicio de mensajería multimedia) ofrecieron un primer atisbo de comunicación multimedia. Aunque con límite de capacidad, permitían enviar imágenes, audios y vídeos cortos con calidad muy baja y costes muy elevados.

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Sin embargo, todo esto quedó atrás con la llegada de aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp o Telegram, que salieron al mercado en 2009 y 2013, respectivamente. Desde entonces, el número de usuarios de estas aplicaciones no ha dejado de crecer y WhatsApp cuenta con unos 3.000 millones de usuarios al mes, según Statista. Estas aplicaciones revolucionaron la forma de comunicarnos al permitir el envío de mensajes de texto, imágenes, audios y vídeos en tiempo real a través de internet.

Guardar archivos antes de la nube: disquetes, USB y otros almacenes digitales

Antes de que la nube lo cambiara todo, guardar archivos era un acto físico. Los disquetes, con su forma cuadrada y capacidad limitada, eran parte del día a día. Luego llegaron los CDs grabables y de archivos, que servían para almacenar todo tipo de documentos. Más tarde, Steve Jobs fue de los primeros en apostar por el USB, un dispositivo mucho más portable y con más capacidad, para sustituir al CD creando el primer iMac sin disquetera, toda una revolución.

Cinco especies tecnológicas que se extinguieron (para bien): del disquete al Blu-ray

No obstante, el verdadero cambio lo marcó la llegada de servicios de almacenamiento en la nube, como Dropbox que nació en 2007. Aunque la nube es un concepto ligado a los orígenes de las primeras redes conectadas en la década de 1960, su nombre se popularizó en la década de 1990 y fue a partir del nuevo milenio cuando extendió su uso en la población general. Los servicios de almacenamiento 'online' hoy suman 2.300 millones de usuarios, según estadísticas de Spacelift.

De acuerdo con el mismo estudio, la nube ha duplicado su adopción en la última década. Este sistema de gestión de datos que almacena información en servidores en la red cambió la manera en que los usuarios almacenan y comparten información.

Cuando ver una película empezaba en el videoclub

El entretenimiento audiovisual ha vivido una transformación radical. En enero de 2025, Sony anunció que dejaba de producir discos Blu-ray, marcando el fin de una era en la que ver una película era todo un ritual que conllevaba una serie de acciones previas, como ir al videoclub y alquilar la película. El Blu-ray, un formato en disco óptico para reproducción de vídeo en alta definición, ultra HD y 3D, fue durante años el formato de referencia para los cinéfilos, pero no logró sobrevivir al declive de los soportes físicos frente al auge de las nuevas formas de distribución en la nube. De hecho, antes de convertirse en la plataforma de 'streaming' que es hoy, Netflix comenzó enviando DVDs por correo.

Cinco especies tecnológicas que se extinguieron (para bien): del disquete al Blu-ray

La llegada de internet de alta velocidad, la popularización del 4K y la comodidad de acceder a miles de títulos desde casa aceleraron la transición hacia los servicios de vídeo bajo demanda. En 2023 se registraron 1.600 millones de suscripciones a plataformas en 'streaming', según revela un informe de PWC sobre la industria del entretenimiento. El mismo estudio estima que los servicios de vídeo OTT ('Over-The-Top', por sus siglas en inglés), plataformas digitales que ofrecen contenido audiovisual directamente a través de internet, seguirán creciendo hasta alcanzar los 2.100 millones de suscriptores en 2028.

Hoy en día no requiere más de cinco minutos y una suscripción a una plataforma de 'streaming', siempre que se tenga clara la película y no se pasen horas buscando en listas infinitas.

Del móvil al 'smartphone' (y vuelta a empezar)

Hubo un tiempo en que los móviles tenían teclas, pantallas pequeñas y servían, principalmente, para llamar o enviar mensajes. Los móviles de entonces, con tonos polifónicos y baterías interminables, nos conectaban de forma más limitada, aunque también más sencilla y directa.

Hoy, esa simplicidad ha sido reemplazada mayoritariamente por pantallas táctiles y sistemas operativos intuitivos que nos ofrecen casi de todo. De acuerdo con un informe de 'We Are Social', actualmente hay un 67,9% de la población que utiliza internet, y de ellos, el 97,8% de las personas mayores de 16 años tiene un 'smartphone'. Además, cada trimestre se registran más de 35.000 millones de descargas de aplicaciones a nivel global

Cinco especies tecnológicas que se extinguieron (para bien): del disquete al Blu-ray

Este dato refleja que el uso del 'smartphone' ha transformado no solo nuestra forma de comunicarnos, sino también la manera en que consumimos información y entretenimiento. Si antes el móvil servía únicamente para llamar o enviar mensajes, hoy en día permite leer el periódico, consultar la cuenta bancaria o navegar por redes sociales a través de un sinfín de aplicaciones disponibles.

No obstante, el móvil tal y como lo conocíamos no ha muerto. Existe un movimiento de vuelta a los llamados 'dumbphones' (o móviles 'tontos', en contraposición a los 'smartphones'). Son móviles sin internet que solo permiten hacer y recibir llamadas y mensajes. Quienes adoptan esta tendencia vienen motivados por un anhelo del mundo 'offline' o por el propósito de alejar a los niños de las pantallas.

La digitalización ha transformado nuestra vida cotidiana y seguirá acelerándose en los próximos años. Según las predicciones de PwC para 2030, nuevas tecnologías como la inteligencia artificial y el internet de las cosas impulsarán nuevos modelos de negocio y formas de interacción. El reto será anticipar el impacto social y ético de la innovación, adaptándonos a un futuro cada vez más conectado y dinámico.