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Emprendimiento y Startups Act. 27 nov 2017

Cómo convertir una empresa familiar de logística en una multinacional tecnológica

Desde un pequeño pueblo de Burgos, la firma de ingeniería de robótica móvil ASTI trata de demostrar que la digitalización es una oportunidad para recuperar tejido industrial.

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Verónica Pascual es una rara avis en el panorama empresarial español. Con menos de 40 años, dirige desde hace casi diez la empresa que crearon sus padres, ASTI. Hasta ahí, nada fuera de lo normal. Pero por su sector —la ingeniería y la robótica móvil—, por la ubicación de la compañía —Madrigalejo del Monte, un pequeño pueblo de Burgos—, y por su énfasis en la digitalización, el caso de ASTI y Pascual es diferente. Pascual asumió una empresa logística familiar y está construyendo una pequeña multinacional tecnológica: el 60% de sus aproximadamente veinte millones de euros de facturación proviene de mercados internacionales.

ASTI (Automatismos y Sistemas de Transporte Interno) nació en 1982. Veinticuatro años después, y cuando sus planes profesionales iban en otra dirección, Pascual tuvo que asumir las riendas del negocio creado por sus padres, que pasaba por dificultades. Ingeniera aeronáutica, abandonó su carrera internacional en la constructora francesa Bouygues, para la que trabajaba en Francia y Reino Unido, y cambió París por Madrigalejo del Monte.

“Estuvimos dos años trabajando con el objetivo de simplemente remontar. Luego llegó el momento de decidir cómo seguir, y en 2008 compré todas las acciones de la compañía”, recuerda. A partir de entonces ASTI se ha volcado en tres pilares: tecnología, internacionalización y talento. Todo con la misma determinación que desprende Pascual cuando explica su caso: “En el Plan Estratégico 2012-2016 cumplimos nuestros objetivos: multiplicar por cinco la facturación y por 2,5 la plantilla, que hoy suma 180 personas”.

El ritmo, asegura esta empresaria, no puede bajar. Entre 2016 y 2020 la facturación tiene que multiplicarse por cinco, y la plantilla por tres ¿Demasiada ambición? “En absoluto. El negocio está creciendo y tienes que mantener tu crecimiento al mismo ritmo. Si no, se abren grietas por las que entrarán competidores. Crecer a esos ritmos es lo mínimo que podemos hacer”, afirma.

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Verónica Pascual, actual dueña de ASTI

Más allá de los avances tecnológicos obvios, ¿en qué se distingue la ASTI que heredó Pascual de la que trata de construir? “La misión sigue siendo la misma: ayudar a nuestros clientes a ser más competitivos con la automatización de los procesos de logística interna”. Pero todo lo demás ha cambiado notablemente.

Una de las primeras decisiones de la nueva etapa fue “apostar por los vehículos sin conductor, los llamados AGVs, y tratar de internacionalizarnos de la mano de socios industriales que ya teníamos fuera de España”. No se trataba de un crecimiento orgánico, sino de un cambio de paradigma: “Soy muy de crear ecosistemas de colaboración, así que nos fuimos aliando con compañías con las que tenemos productos complementarios en la cadena de valor”. Además, la empresa desarrolla su propio ‘software’ para la interacción de los robots y dispositivos que suministra al cliente.

Trabajando para compañías como Renault Trucks, PSA Peugeot Citroën, Pepsico, Michelin, Procter & Gamble o Pfizer, ahora ASTI está presente en 15 países de Europa y América, y acaba de inaugurar su primera filial 100% operativa en la región francesa de Alsacia. Francia es el origen del 40% de la facturación de ASTI y desde Alsacia la ingeniería burgalesa quiere fortalecer su negocio también en Suiza y Alemania.

Una academia propia

Pero la internacionalización empresarial no solo es cuestión de abrir en otros mercados; también empieza en casa. “Tenemos ocho nacionalidades en la compañía, y esto para mí es muy importante, porque si nuestro cliente es el mundo no solo tenemos que tener el idioma del mundo, sino también una mentalidad global”.

El otro pilar de su gestión es la captación de talento, que buscan en estudiantes que ni siquiera han llegado todavía a la universidad, “porque ahí puede ser demasiado tarde” para despertar potencialidades. “Tenemos una academia con treinta estudiantes de Formación Profesional a los que formamos integralmente, y el 60% acaban siendo parte de la plantilla”, cuenta con entusiasmo.

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Verónica Pascual dando una charla en #talentgirl

Además, también tienen acuerdos con universidades europeas y estadounidenses para que sus estudiantes pasen un tiempo formándose en la empresa, e internamente desarrollan entre su plantilla todo tipo de actividades, “también de ámbito humano, como ‘mindfulness’, comunicación empática… Queremos transformar la industria, y eso implica gestionar la relación entre personas y máquinas. Por eso necesitamos ese tipo de habilidades”.

Su visión del futuro del empleo en la industria es optimista: “Con el talento y el trabajo, pasa lo mismo que con la energía: ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Tenemos que entender que el paradigma de la economía digital y la industria 4.0 no es hacer lo que ya hacía pero de forma automática: es hacerlo de forma distinta para que aporte mucho más valor. Y creo que tanto en España como en Europa tenemos con la digitalización una oportunidad de volver a atraer industria, no solo de mantener la industria instalada”, augura Pascual, que también es presidenta de la Comisión Industria 4.0 en Ametic, patronal de las empresas de Electrónica, Tecnologías de la Información, Telecomunicaciones y Contenidos Digitales.

Mujer en dos ámbitos dominados por los hombres —la ingeniería y el empresariado—, Pascual es consciente de la necesidad de luchar contra la brecha de género en el ámbito STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés) y trata de aportar con un programa específico para chicas a partir de catorce años —STEM Talent Girl—, en que tienen clases magistrales con mujeres líderes de las empresas tecnológicas y sesiones de ‘job shadowing’: “En un momento decisivo de sus vidas, cuando tienen que decidir a qué se dedican, les damos un montón de modelos a seguir”, dice con orgullo.

Este tipo de programas “no son solo para ASTI. Entiendo que todos somos responsables de lo que está sucediendo en la sociedad, y lo que tenemos que hacer, desde nuestra humilde posición, es trabajar para transformar la realidad con todos aquellos que no quieran conformarse con echar la culpa a un tercero”.