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Moda regenerativa: restaurar los ecosistemas teje el futuro de la ropa sostenible

La moda regenerativa es la que consigue las materias primas –algodón, lino o cáñamo– sin degradar el terreno y manteniendo la máxima biodiversidad posible. Para ello es esencial rotar los cultivos, prescindir del arado y conservar los residuos orgánicos. El desafío es que estas prácticas no se queden solo en el campo.

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Para el algodón nativo peruano, una de las variedades más antiguas del mundo, el color es algo natural. Crece con una pigmentación natural de tonos crema, blanco, beige, marrón, verde e incluso lila, sin la necesidad de ser teñido. Sin embargo, esta característica no ha jugado siempre en su favor. Durante años, su cultivo se sustituyó por el de otras variedades más fáciles de teñir y de comercializar a nivel global, lo que puso en peligro su supervivencia.

En las últimas décadas, numerosas iniciativas han luchado por mantener vivas las plantaciones de algodón nativo peruano y evitar que las exigencias de la industria de la moda llevasen esta variedad a la extinción. Y, en los últimos años, a estas iniciativas se han sumado otras que buscan cultivar algodón a la vez que cuidan la tierra y servir así de base a la moda regenerativa.

¿Qué es la moda regenerativa?

La moda regenerativa es aquella cuyas materias primas se consiguen con prácticas que restauran y revitalizan los cultivos. Como su propio nombre indica, se trata de prácticas que contribuyen a regenerar los ecosistemas naturales en los que crecen materiales como el algodón, el cáñamo o el lino.

“Las prácticas utilizadas por la moda regenerativa fomentan que la estructura de la capa más superficial de la tierra mantenga la máxima biodiversidad posible. Esto se consigue rotando culturas, prescindiendo del arado y dejando el ‘mulching’, los residuos orgánicos resultantes del cultivo, en el suelo”, explica Santi Mallorquí, CEO de Organic Cotton Colours, una empresa proveedora de algodón procedente de cultivos orgánicos y regenerativos.

“De este modo, la agricultura regenerativa da un paso más allá que la orgánica, que minimiza el uso de químicos en la tierra, pero que mantiene técnicas de cultivo tradicionales que a la larga producen daños en el terreno”, añade Mallorquí.

La agricultura orgánica no implica el uso de semillas modificadas genéticamente ni de insumos químicos, tóxicos o fertilizantes para combatir plagas o darle más nutrición a la tierra, por lo que resulta menos agresiva que la agricultura convencional. No obstante, comparte con esta última la utilización de técnicas como la rotación de cultivos o las técnicas de arado, que dañan la biodiversidad presente en los primeros metros de tierra.

“El paso de la maquinaria pesada va compactando la tierra. Cuando no hay biodiversidad en el primer medio metro, el peso hace que se compacte más y más, por lo que el agua deja de penetrar. En la agricultura regenerativa no se ara, por lo que la tierra se vuelve más esponjosa y el agua entra con más facilidad, se filtra”, explica el CEO de Organic Cotton Colours.

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“A esto se suma que la agricultura regenerativa cambia la rotación de cultivos por la combinación de diferentes culturas: por ejemplo, el algodón crece en una temporada determinada. En otros momentos del año, se plantan otras cosas, como leguminosas, sésamo, cereales… Esto enriquece el terreno”, añade Mallorquí. “Y, por último, entra en juego el hecho de dejar el ‘mulching’ en el suelo. Estos desechos del cultivo crean una capa que hace que el sol no toque directamente el suelo, por lo que se genera una capa aislante que protege, favorece la biodiversidad y llega incluso a modificar el microclima del área”, explica el CEO de Organic Cotton Colours.

Estas prácticas favorecen no solo que la tierra no se degrade, sino que mejore, lo que reduce el impacto medioambiental de la industria de la moda y contribuye a hacer frente a retos como la pérdida de biodiversidad, la desertificación y el cambio climático. De acuerdo con los datos recabados por un proyecto piloto realizado en Cataluña por el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de Barcelona (CREAF), el suelo vivo y fértil de un huerto regenerativo almacena alrededor de 30 veces más carbono atmosférico al año que uno convencional.

De los cultivos de Perú a los de Turquía y Brasil

En 1986, los trabajadores de la empresa familiar Bergman/Rivera comenzaron a trabajar mano a mano con un pequeño grupo de agricultores peruanos que ya tenían experiencia en el cultivo de algodón. Su objetivo era encontrar alternativas al cultivo convencional que fuesen más responsables con la tierra y la sociedad y que también resultasen viables económicamente. El resultado fue el proyecto White Cotton, que hoy da empleo a más de 90 agricultores del sur y el norte de Perú.

Menos de una década después, Bergman/Rivera empezó otro proyecto, esta vez aprovechando la iniciativa del gobierno peruano de sustituir las plantaciones de hoja de coca de entornos selváticos por otras más sostenibles a nivel medioambiental y social. Esta vez, fue bautizado como Wild Cotton, una iniciativa que terminó exportando algodón por todo el mundo.

En la actualidad, esta empresa peruana es un referente también en el sector de la agricultura y la moda regenerativa. Sus objetivos pasan por seguir expandiendo sus cultivos de algodón favoreciendo la rotación con otros como el del maíz orgánico. Bergman/Rivera es también un ejemplo de cómo la moda regenerativa no genera solo beneficios medioambientales, sino también sociales: al favorecer una agricultura sostenible, favorece la calidad de vida de las personas que viven en las zonas algodoneras.

Otro ejemplo de productores de algodón que apuestan por la agricultura y la moda regenerativa son los de Egedeniz, en Turquía, o los agricultores del proyecto que Organic Cotton Colours tiene en Brasil y que emplea a unos 200 agricultores. “En Brasil combinamos hasta cinco culturas para garantizar la regeneración de la tierra, y no tenemos campos irrigados, solo contamos con el agua de la lluvia”, explica Mallorquí.

“Hay muchos otros ejemplos de este tipo de agricultura, que es muy especial y que varía mucho en función del área, la región, el país y la tierra que se está trabajando. Esto es precisamente uno de los puntos que generan discrepancia a la hora de crear una certificación propia de agricultura y la moda regenerativa, el hecho de que tenga que haber las mismas soluciones para todos los lugares”, añade el CEO de Organic Cotton Colours.

La moda regenerativa se queda en el campo

Es muy probable que un consumidor preocupado y concienciado analice las etiquetas para asegurarse de que una prenda puede considerarse como moda regenerativa. En ese caso, toda la información que puede encontrar sobre prácticas regenerativas en textiles hará referencia, únicamente, a las materias primas y sus métodos de cultivo: los procesos posteriores y ligados al diseño de moda sostenible, como la elaboración, la distribución o la comercialización, no determinan si una prenda es o no regenerativa.

“La moda regenerativa se basa en el campo, en el cultivo. Se queda ahí, no se extiende a lo que viene después. Algunas certificaciones de moda regenerativa, como Regenagri, exigen que ciertos procesos posteriores, como el del hilador o el del tejedor, se certifiquen, pero solo con el objetivo de asegurar que los materiales son regenerativos en origen”, explica Mallorquí.

Otro aspecto que puede llevar a confusión al consumidor es que certificaciones como Regenagri exigen prácticas de agricultura regenerativa, pero no que el cultivo sea orgánico. “Muchas veces se da por hecho que la agricultura regenerativa será orgánica, pero no tiene por qué ser así”, señala Mallorquí. “Nosotros sí consideramos que deben cumplirse los dos planteamientos, por lo que desde Organic Cotton Colours estamos trabajando para conseguir el sello Regenerative Organic Certified, que como su propio nombre indica tiene en cuenta ambas y es una de las más exigentes”.