COP30 en Brasil: estos son los avances de la última cumbre climática
La conferencia sobre el cambio climático celebrada en Belém ha dejado un sabor agridulce: los acuerdos finales han sido menos ambiciosos de lo esperado, pero se han producido avances importantes en financiación para la mitigación y la adaptación climática, así como en transición justa.
Las expectativas para la 30ª Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático –con la que se conmemoraban los diez años de la firma del Acuerdo de París– eran altas, aunque el contexto geopolítico actual lo ponían extremadamente complicado . El país anfitrión había preparado una agenda ambiciosa para lograr que esta fuera la cumbre del ‘mutirão’, un término de origen guaraní que habla del esfuerzo colectivo en favor de un beneficio mutuo (en este caso, la acción global para poner freno al cambio climático).
Sin embargo, los resultados han sido menos ambiciosos de los necesarios. En el acuerdo final de la cumbre, vuelve a echarse de menos una referencia a la necesidad de abandonar de forma progresiva los combustibles fósiles. Algo que solo se ha conseguido, hasta ahora, en la COP28. Además, los 122 nuevos planes climáticos nacionales (conocidos como NDC, por sus siglas en inglés) presentados durante la COP30 –y que suponen el 70% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) – no son suficientes para acelerar la mitigación del cambio climático y evitar el calentamiento del planeta por encima de los 2°C.
EFE
Principales avances de la COP30: el paquete de Belém
A pesar de no lograr una hoja de ruta compartida para que todos los países dejen de usar carbón, petróleo y gas de forma gradual, la COP30 en Brasil también nos ha dejado avances importantes respecto a las cumbres anteriores. Estos son los acuerdos más destacados del llamado paquete de Belém:
- Financiamiento a gran escala: los países seguirán impulsando medidas para alcanzar la aportación a los países en desarrollo de 1,3 billones de dólares anuales a partir de 2035 para financiar la acción climática a nivel global. Los países desarrollados serán los que más aporten y los fondos podrán proceder tanto de los Estados como de entidades privadas. A pesar de esto, los expertos echan en falta mayor claridad sobre los instrumentos para alcanzar este objetivo. “Las decisiones se trasladaron a un programa de trabajo a dos años, lo que prolonga la incertidumbre en un ámbito crucial para movilizar capital privado a gran escala”, señala Antoni Ballabriga, director global de Inteligencia en Sostenibilidad de BBVA.
- Más fondos para adaptación: los países firmantes del paquete de Belém también se han comprometido a duplicar el financiamiento para la adaptación al cambio climático este mismo año y triplicarlo para 2035, cuando se alcanzará una aportación total de 300.000 millones de dólares. “La COP30 ha elevado la adaptación a la categoría de negocio incuestionable, pero la falta de acuerdos sobre combustibles fósiles y financiación climática deja una incertidumbre regulatoria clave", puntualiza Maria Irusta Barasoain, vicepresidenta sénior de Regulación Sostenible en BBVA. “Por nuestra parte, vemos en la descarbonización un gran motor de crecimiento. Hemos más que duplicado nuestro objetivo de movilización sostenible a 700.000 millones de euros entre 2025 y 2029”.
- Un nuevo impulso para el abandono del petróleo: Puede que el compromiso para abandonar los combustibles fósiles estuviese ausente de la declaración final de la COP30, pero eso no significa que no haya habido avances. Más de 80 países apoyaron la iniciativa de Brasil para elaborar una hoja de ruta para la transición de los combustibles fósiles de manera justa, ordenada y equitativa. El país anfitrión no renuncia a lograr un consenso más amplio y ha asegurado que seguirá impulsándola en otros foros globales. Además, Colombia y Países Bajos han anunciado que organizarán una conferencia específica para el abandono de los combustibles fósiles en 2026.
- Avances regulatorios: se han presentado los Principios de Interoperabilidad de Taxonomías (también llamada super taxonomía). Este es un esfuerzo regulatorio para crear un "lenguaje común" entre las distintas taxonomías de financiación sostenible de todo el mundo, reduciendo la fragmentación del mercado. Este alineamiento regulatorio es vital para que las instituciones financieras puedan desplegar capital sostenible a escala global sin verse obstaculizadas por definiciones contradictorias. La dirección no es hacia una única taxonomía, sino hacia una Taxonomía de Base Común.
- Lanzamiento del fondo Tropical Forests Forever Facility (TFFF): pensado para proteger selvas tropicales de forma estable y a largo plazo. Introduce un cambio fundamental al establecer un modelo de financiación soberana basado en el rendimiento a largo plazo. Esto incentiva fuertemente a las naciones a implementar y mantener reformas regulatorias robustas para la protección de la tierra y los bosques. Su capitalización inicial se elevó a más de $6.600 millones de USD y cuenta con el respaldo de 53 países.
- Creación del ‘Mecanismo de Transición justa’: para coordinar políticas, asistencia técnica y cooperación internacional que hagan la descarbonización “justa e inclusiva”, aunque de momento sin un fondo específico asociado.
“Abordar con determinación la transición para dejar atrás los combustibles fósiles es la única forma de poder lidiar con el cambio climático que ya estamos sufriendo en forma de lluvias torrenciales, olas de calor e incendios. Otra vez más nos vamos sin los deberes hechos, emplazándonos a abril de 2026 en Turquía. Ojalá suponga un punto de inflexión. La emergencia climática no espera”, explicó Mar Asunción Higueras, responsable del Programa de Clima y Energía de WWF España, durante el evento ‘COP30 Brasil: The Day After’, organizado por SUST4IN.
El multilateralismo sobrevive a la COP30
La cumbre del clima de Belém se ha celebrado en un escenario geopolítico internacional muy complejo, marcado por la oposición de Estados Unidos al multilateralismo y su abandono del Acuerdo de París, por los conflictos en Ucrania y Oriente Medio que erosionan la cooperación entre países, por las presiones económicas y el alto coste de la transición y por el creciente escepticismo ciudadano, motivado por la falta de resultados tangibles. A pesar de todo ello, la COP30 demostró que el espíritu del multilateralismo sigue vivo y que el conocimiento científico sigue guiando la toma de decisiones.
“Los resultados de Belém no deben interpretarse como una señal de impotencia del sistema multilateral. De hecho, gracias al Acuerdo de París, el mundo ha pasado de proyecciones de calentamiento superiores a 4°C a una horquilla estimada hoy entre 2,3 y 2,5°C, si se implementan íntegramente los NDC recientemente anunciados”, concluye Ballabriga. “Lo que revela la COP30 una vez más es que no basta con la gobernanza global. Es indispensable también una acción distribuida, nacional y sectorial, donde las empresas líderes y las instituciones financieras globales tengan un papel como catalizadores de inversión y agentes activos de la transformación”.
Para Julián Cubero, economista de BBVA Research, de la experiencia ambivalente de las COP “en un escenario geopolítico fracturado e incierto” que probablemente ha llegado para quedarse, se extrae una lección: “conviene ser pragmáticos y abandonar la (¿quizá imposible?) ambición de consensos globales y metas múltiples, para diseñar hojas de ruta con avances concretos entre países, sectores y empresas realmente comprometidos”.
La próxima COP, que será la número 31 y que está prevista para finales de 2026, se celebrará en Turquía. Australia, por su parte, asumirá un rol destacado en la facilitación de las negociaciones. En esta cumbre, cerca de 200 países debatirán cómo acelerar la acción climática, reforzar la financiación para los países más vulnerables y avanzar en la transición energética y la reducción del uso de combustibles fósiles en línea con el Acuerdo de París.