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Pobreza extrema: la precariedad de subsistir con menos de 2,15 dólares al día

Alrededor de 700 millones de personas en el mundo viven por debajo del umbral de la pobreza extrema marcado por el Banco Mundial. Erradicar esta lacra es el primero de los ODS de Naciones Unidas para 2030, aunque la propia institución internacional admite que es difícil cumplir ese plazo. Se trata de un cóctel multifactorial complejo y de profundo arraigo social y cultural.

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Vivir en pobreza extrema en Haití significa comer una vez al día –o no comer–, caminar kilómetros para conseguir agua –no siempre segura–. También es depender de cultivos que la sequía o las lluvias torrenciales se empeñan en destruir y carecer de acceso a servicios médicos mínimos. El panorama que esboza Jessica Del Olmo Alarcón, coordinadora de Proyectos de Manos Unidas en el Caribe, se ve agravado por la violencia de las bandas armadas y la fragilidad institucional. Además, también influye el impacto del cambio climático y la deforestación masiva, que erosiona los suelos y destruye los medios de vida rurales.

Haití se encuentra entre los 47 Países Menos Adelantados (PMA) del mundo –según reconoce Naciones Unidas–. Por este motivo, es un buen lugar desde el que denunciar las penurias de quienes han de subsistir con menos de 2,15 dólares estadounidenses al día. Esta es la línea de la pobreza extrema establecida por el Banco Mundial en 2023. En esta situación se encuentra más del 30 % de la población del país americano. Además, otro 60 % se considera pobre a secas, lo que quiere decir que gana menos de 3,65 dólares al día, según los baremos de la institución internacional.

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¿Qué es la pobreza extrema según el Banco Mundial y la ONU?

La ONU define la pobreza extrema como una falta dramática de ingresos y recursos que garanticen unos medios de vida sostenibles. Es aquella situación donde una persona no dispone de los recursos necesarios para cubrir las necesidades básicas. Pero el concepto va más allá, e implica también la falta de acceso a derechos básicos como alimentación, agua potable y saneamiento, salud, educación, vivienda o trabajo dignos. Es la pobreza multidimensional, que tiene en cuenta los aspectos no monetarios del problema. “Interconecta todas estas privaciones, de modo que una carencia refuerza a la otra, generando un círculo de exclusión difícil de romper”, lamenta la coordinadora de Proyectos de Manos Unidas.

La pobreza extrema en cifras: evolución global

“Es un problema de derechos humanos”, remacha Naciones Unidas. Según sus datos, en 2024, unos 700 millones de personas –uno de cada seis niños– vivían en pobreza extrema en el mundo: dos tercios, en África subsahariana –la proporción aumenta a tres cuartos si se incluyen los países afectados por fragilidad y conflictos–; y cuatro de cada cinco se encuentran en entornos rurales.

Sociólogos como la argentina Alicia Ziccardi o el dominicano Wilfredo Lozano han abordado el fenómeno creciente de la urbanización de la pobreza. “Hoy en el Perú, siete de cada diez pobres viven en áreas urbanas; a pesar de ello, los pobres rurales todavía son más pobres que los urbanos”, matiza un informe de 2023 del Banco Mundial sobre el país latinoamericano.

Causas de la pobreza extrema: un problema estructural y multidimensional

Entre 1990 y 2024, más de 1.000 millones de personas salieron de la pobreza extrema; este descenso desaceleró entre 2014 y 2019, y se convirtió en un ascenso debido a la covid-19. “En 2020, había 71 millones más de personas viviendo en la pobreza extrema que el año anterior", ha denunciado Naciones Unidas, que dedica el primero de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a la erradicación de la pobreza para 2030; pero que al mismo tiempo reconoce que el objetivo no se alcanzará en la fecha prevista. “Se han revertido avances en áreas importantes como la vacunación infantil y la igualdad de ingresos entre países”, alerta.

Para la experta consultada, “la pobreza extrema no es un accidente sino el resultado de estructuras injustas que niegan derechos básicos a millones de personas”. Del Olmo Alarcón sabe por experiencia que es fruto de un cóctel multifactorial complejo y de profundo arraigo social y cultural. Formado, en el caso del Caribe, por desigualdades estructurales históricas, discriminación racial, crisis políticas y económicas recurrentes, efectos devastadores del cambio climático –que afecta a los más vulnerables– y una débil protección social incapaz de amortiguar los golpes.

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Cómo afecta la pobreza extrema a mujeres, niños y personas con discapacidad

El peso de la precaridad no se reparte de manera igualitaria. “Ser mujer, niña o vivir con una discapacidad multiplica las vulnerabilidades, incrementa el riesgo de sufrir violencia y limita aún más el acceso a derechos básicos como la educación, la salud o la participación social”, señala la especialista.

Luis Felipe López-Calva, director global de Pobreza y Equidad del Banco Mundial, cree que hay que aplicar distintas recetas en función de cada contexto: en países de muy bajo ingreso, la prioridad debe ser el crecimiento económico incluyente y la eliminación de la pobreza multidimensional; en países de mayor ingreso hay que desplegar una protección social para los colectivos vulnerables; en los de altos ingresos, las luchas contra el cambio climático y contra la pobreza pueden resultar complementarias.

Soluciones para combatir la pobreza extrema: proyectos y estrategias efectivas

Instituciones multilaterales como el Banco Mundial, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han lanzado propuestas para reducir la pobreza en el mundo. Las tres coinciden en abordajes multidimensionales, teniendo en cuenta la complejidad del problema.

Estrategias según nivel de ingresos de los países

Países de ingreso bajo

Las recetas del Banco Mundial para erradicar la pobreza extrema varían en función de los países. Los de ingreso bajo deben mejorar su gobernanza y dar prioridad a la reducción de la pobreza, generando crecimiento económico a través de una mayor inversión en la creación de empleo y en capital humano: acceso a los servicios –salud, nutrición, educación, desarrollo infantil– y a las infraestructuras –agua, saneamiento, electricidad, urbanismo–.

Países de ingreso medio

Los países de ingreso mediano han de apostar por un crecimiento económico inclusivo, apoyando políticas que generen empleo formal y decente, y aumenten los ingresos de los más pobres; protegiendo socialmente a los más vulnerables; han de apostar por el acceso a los servicios financieros.

Países de ingreso alto y mediano alto

En los países donde las emisiones de carbono son elevadas, "la atención debe centrarse en la reducción de emisiones y, al mismo tiempo, en buscar formas de aliviar la pérdida de empleos y otros costos a corto plazo que pueden derivarse de tales recortes, en particular para las personas en situación de pobreza o son vulnerables a ella", establece el Banco Mundial.

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Ejes transversales de combate a la pobreza

Educación

La educación de calidad –con más años de escolarización y menos abandono escolar– es una de las principales armas para erradicar la pobreza. Organismos como Naciones Unidas solicitan un aumento de los años de escolaridad en aras de reducir el abandono escolar, lo que permitiría a la población formarse y optar por trabajos mejor remunerados. Sumado al dominio de otros idiomas, favorecería la inclusión de personas en situación de riesgo. A su vez, los programas de emprendimiento y protección laboral, según la OCDE, contribuyen a una sociedad más justa.

Salud y protección social

Los expertos convienen en señalar la sanidad, el empleo o la protección social como medidas imprescindibles. Destacan la mitigación del impacto del cambio climático sobre las comunidades pobres; el fomento de la economía formal, el emprendimiento y la protección laboral; y el impulso a una gobernanza que incluya a las comunidades en las decisiones que les competen.

Empleo y servicios financieros

Fomentar los trabajos decentes resulta clave para reducir los ratios de pobreza tanto en países en vías de desarrollo como en zonas desarrolladas con altos índices de desigualdad. Es importante renovar procesos burocráticos para el emprendimiento y establecer condiciones laborales justas que garanticen ingresos suficientes.

Otra de las medidas necesarias es lograr un mayor acceso a servicios financieros: transferencias monetarias condicionadas y no condicionadas para hogares vulnerables, promoción de microfinanzas y banca móvil para los no bancarizados.

Igualdad de género y liderazgo de las mujeres

Es importante, según la visión de la ONU, fortalecer las capacidades de las mujeres en emprendimiento, participación comunitaria y defensa de sus derechos, para que tengan un rol activo en la toma de decisiones locales. El empoderamiento femenino también consiste en tener acceso a activos, empleo digno y protección frente a la violencia de género, que limita su independencia económica.

Infancia y juventud

Desde el punto de vista de la OCDE, el cuidado de los menores, al menos hasta bien entrada la adolescencia, es garantía para los más desfavorecidos. Ello conlleva la creación de guarderías asequibles, becas escolares y programas de alimentación escolar. Según datos de la OCU, en países como España hay casi dos millones de niños que solo se alimentan debidamente en la escuela.

Vivienda y servicios básicos

Un aumento de las subvenciones al alquiler y el apoyo a mecanismos de construcción de vivienda social son factores clave para reducir desigualdades. Según estimaciones de la ONU, el 97% de las viviendas en los países desarrollados o en vías de desarrollo no son accesibles financieramente para quienes se destinaron inicialmente. A ello se suma la necesidad de garantizar acceso al agua, saneamiento y electricidad, como parte esencial de un hogar digno y de la salud de los ciudadanos.

Cambio climático y sostenibilidad

La adaptación climática y la apuesta decidida por la sostenibilidad permiten mitigar el impacto ambiental en comunidades pobres. Esto debe ir acompañado de inversiones en infraestructura rural: agua, saneamiento, caminos y electrificación.

Por último, es indispensable poder medir todo este impacto. Usar el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) para identificar aquellos hogares con carencias es, según OPHI (Oxford Poverty & Human Development Initiative), una medida útil porque permite a los distintos gobiernos enfocar sus políticas y recursos de manera más efectiva, ya que va más allá de la pobreza monetaria para mostrar las necesidades específicas en áreas como salud, educación y acceso a servicios básicos. Esto permite, a su vez, entender que, al desagregar la pobreza (por región, grupos étnicos o géneros) gracias a una monitorización continua, se pueden diseñar intervenciones concretas que ayuden a paliar los problemas.