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Social> Retos sociales 17 abr 2024

Vivienda, agua, energía… ¿Cuándo conseguiremos el acceso universal a los servicios básicos?

Los servicios básicos garantizan un mínimo para que la vida sea viable y digna. Acceso a agua potable o energía, una vivienda y un trabajo decentes, educación y salud, son esenciales. Y el cambio climático o las desigualdades, algunos de los desafíos que frenan su cumplimiento.

Vivienda, agua, energía… ¿Cuándo conseguiremos el acceso universal a los servicios básicos?

En 1846, el médico húngaro Ignaz Semmelweis comenzó a trabajar en el reputado Hospital General de Viena. Poco después de su llegada, se percató de una curiosa diferencia: en una de las salas de maternidad, en la que trabajaban médicos varones, morían un número de mujeres elevado por fiebre puerperal. En la otra, en la que atendían mujeres parteras, apenas se daban casos de esta enfermedad.

Tras semanas de observación, se dio cuenta de que los médicos de la primera sala realizaban autopsias a cadáveres, en ocasiones justo antes de atender a las mujeres en sus partos. Intrigado por si la suciedad podía estar detrás del elevado número de muertes, mandó colocar un recipiente de agua con una solución de cloruro en las salas para que los médicos se lavasen las manos. Todavía no lo sabía, pero estaba sentando las bases de la antisepsia sanitaria y de teorías como las de Louis Pasteur.

Siglo y medio después, la pandemia de la COVID-19 volvió a poner de manifiesto la importancia de lavarse las manos con agua y jabón para mantener la higiene y evitar la transmisión de enfermedades. Sin embargo, en muchas regiones del mundo el acceso a agua corriente sigue siendo un lujo al alcance de unos pocos. De acuerdo con la ONU, solo tres de cada cinco personas disponen de instalaciones básicas para lavarse las manos. Todo ello a pesar de que el acceso a sistemas de agua corriente se considera uno de los derechos fundamentales para el ser humano.

Vivienda, agua, energía… ¿Cuándo conseguiremos el acceso universal a los servicios básicos?

Vivienda, agua, energía… ¿Cuándo conseguiremos el acceso universal a los servicios básicos?

¿Cuáles son los servicios básicos?

“Los servicios básicos y fundamentales son aquellos que permiten que los principios de la Declaración de los Derechos Humanos, firmada hace más de 70 años, se pueda llevar a la práctica”, explica Roberto San Salvador del Valle, director del Deusto Cities Lab, cátedra de la cual BBVA es mecenas.

“El acceso a una vivienda, a un trabajo digno o a elementos como el agua es fundamental para que los derechos humanos se materialicen”.

Los expertos de ONU Habitat aseguran que a nivel local estos servicios básicos incluyen infraestructuras (como las que garantizan el suministro a agua potable, el saneamiento de aguas residuales o la gestión de los desechos), servicios sociales (educación, salud o protección de la infancia) y servicios para garantizar calidad de vida. Entre estos últimos están los que favorecen el acceso a la cultura, el ocio o el deporte, por ejemplo.

“Se trata de derechos objetivos, ya que garantizan el mínimo necesario para hacer que las vidas sean viables y dignas”, señala Roberto San Salvador. “Y cuando hablamos de dignidad no nos referimos a disfrutar de determinadas marcas o de grandes lujos, sino a contar con elementos sin los cuales se dan situaciones que ponen en peligro la vida”.

Pongamos por ejemplo el acceso al agua corriente. Tal y como admite la ONU, una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable salubre, dos de cada cinco no disponen de una instalación básica para lavarse las manos con agua y jabón y más de 673 millones aún defecan al aire libre. En América Latina, una región que alberga casi un tercio de los recursos hídricos mundiales, 2,5 personas de cada diez carecen de acceso a redes de agua potable gestionadas de forma segura. Si atendemos al saneamiento, el número se eleva hasta siete de cada diez.

Otro de los servicios básicos que todavía genera desigualdad es el acceso a la energía. A pesar de que su democratización ha comenzado a acelerarse, el 13 % de la población mundial aún no tiene acceso a servicios modernos de electricidad. Esto dificulta enormemente la capacidad de trabajar, climatizar las viviendas o impulsar sectores como el de la agricultura o las comunicaciones, por ejemplo.

El camino hacia su democratización

Las consecuencias de no tener acceso a estos recursos son múltiples y, a menudo, complejas. Pueden suponer un deterioro progresivo de la calidad de vida y la salud, y hacer que la esperanza de vida se reduzca. Esto es muy visible en numerosas ciudades, en donde la rápida urbanización está generando grandes divisiones entre barrios ricos y pobres y ejerciendo presión sobre las infraestructuras y los servicios. “No es de extrañar que en nuestras ciudades la esperanza de vida varíe entre barrios. En algunas, la diferencia puede ser de hasta diez años”, señala San Salvador del Valle.

Para el director del Deusto Cities Lab, actualmente existen cuatro grandes desafíos para lograr que el acceso a los servicios básicos sea universal.

El primero es el cambio climático, que pone en riesgo tanto nuestra capacidad de acceder a los recursos naturales como nuestra resiliencia ante eventos y fenómenos meteorológicos extremos.

El segundo tiene que ver con nuestro modelo económico. “Un modelo que busca resultados a corto plazo y que ha terminado especulando con elementos que jamás debieron entrar en este juego especulativo, como puede ser el agua”, completa.

En tercer lugar, entran en juego las desigualdades, también ligadas a un sistema socioeconómico que es necesario transformar. Esto es muy visible en regiones como América Latina, en donde el acceso desigual a la riqueza da lugar a asentamientos informales y carentes de muchas infraestructuras básicas. Datos de la Red de Desarrollo Urbano de Latinoamérica y el Caribe (REDEUS-LAC) revelan que casi un cuarto de la población de la región vive en viviendas marginales. Muchas de estas carecen de conexión a los sistemas agua potable y alcantarillado y, debido a su irregularidad, pueden ser desalojadas en cualquier momento.

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Por último, está la xenofobia. “Este es un problema de índole cultural. Se trata del miedo al otro, que se va extendiendo en formatos centrados en la raza, la lengua, los valores, etcétera. Va generando espacios de segregación y lugares en los que no se garantiza el acceso a los derechos básicos”, explica este experto.

No hay desarrollo sostenible sin derechos humanos

El Plan Estratégico 2020-2023 de ONU Habitat reconoce que el desarrollo sostenible no puede lograrse si no se abordan los derechos humanos básicos de millones de habitantes. “Esto puede hacerse de diversas maneras, por ejemplo, ampliando el acceso a una vivienda adecuada, el agua potable, el saneamiento, la energía para el hogar, el transporte, la atención sanitaria, la educación y el espacio público, con la seguridad como factor fundamental para garantizar que las ciudades y los asentamientos humanos sean lugares verdaderamente igualitarios e inclusivos”, aseguran desde el organismo internacional.

Actualmente, gran parte de los retos se concentran en las ciudades, lugares en los que vive más de la mitad de la población mundial y en donde se toman numerosas decisiones que afectan a todo el globo. “La planificación urbana es un buen instrumento, pero depende de que las personas que están detrás tengan la capacidad para llevarla a cabo”, señala Roberto San Salvador. “Para que una ciudad cambie su sino y vaya entrando en un planteamiento de desarrollo urbano sostenible en términos medioambientales, sociales, económicos y culturales, necesita de la implicación de las instituciones públicas, el tejido empresarial, el tejido asociativo y, por último, pero no por ello menos importante, la ciudadanía”.

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La inclusión financiera como herramienta hacia la igualdad

La inclusión financiera, según la definición del Banco Mundial, representa un paso esencial hacia la igualdad económica y social. Al facilitar el acceso a servicios financieros como las transacciones o el asesoramiento en inversiones, se promueve la autonomía financiera de individuos y comunidades desfavorecidas. Hay que tener en cuenta que los países con altos porcentajes de población excluida del sistema financiero formal, también muestran mayores índices de pobreza y desigualdad.

Un tercio de los adultos en América Latina no tienen acceso al sistema financiero, alrededor de 150 millones de personas, la mayoría población de bajos ingresos. “Es allí donde actúa la Fundación Microfinanzas BBVA que ya ha apoyado a más de 6 millones de personas en el desarrollo de sus pequeños emprendimientos que con el tiempo, han ido mejorando sus niveles de ingresos y generando también empleos para terceros y ha desembolsado 20.000 millones de dólares” explica Giovanni Di Placido, director de Análisis y Estudios de la Fundación Microfinanzas BBVA”  

Precisamente en esa línea de ofrecer productos financieros asequibles y relevantes, no solo se impulsa el bienestar individual, sino que también se contribuye directamente al logro de varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Con ello, la inclusión financiera se erige como un pilar fundamental en la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Por ello, más de 30 naciones han reconocido su importancia y están implementando estrategias nacionales en este sentido, con resultados prometedores que apuntan hacia un futuro más próspero e inclusivo para todos.