Qué es la pobreza material y cómo se mide
La pobreza material se manifiesta cuando una persona no dispone de recursos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. En los países desarrollados, este concepto también se refiere a la imposibilidad de alcanzar un nivel de vida considerado digno.
Foto de apertura creada con Midjourney (IA)

En la Unión Europea, por ejemplo, la pobreza material se define como la imposibilidad forzosa de afrontar gastos imprevistos, pagar la hipoteca, el alquiler o las facturas; disfrutar de una semana de vacaciones al año; consumir carne o pescado al menos cada dos días; mantener una temperatura adecuada en el hogar; o disponer de bienes esenciales como lavadora, televisión en color, teléfono o automóvil. Esta situación se conoce como “privación material”.
El Banco Mundial reconoce que, además de los ingresos monetarios, existen indicadores no monetarios clave —educación, salud, saneamiento, acceso al agua, electricidad y vivienda— que complementan la comprensión integral de la pobreza.

Causas de la pobreza material
En países desarrollados o regiones con altos ingresos, la pobreza material afecta principalmente a colectivos vulnerables como minorías étnicas, personas migrantes, familias monoparentales, personas con discapacidad o en situación de desempleo. Entre las causas más determinantes se encuentran el elevado precio de la vivienda (especialmente para jóvenes), el coste de la energía, la falta de acceso a la educación y los salarios bajos.
También influyen factores estructurales como los conflictos bélicos, las crisis económicas, la discriminación, las desigualdades socioeconómicas, el cambio climático y la precariedad laboral.
La investigadora Marlén Martínez, del CIESAS (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social), señala que en los años ochenta la pobreza se identificaba casi exclusivamente con la carencia económica y material, medida por los ingresos y la capacidad de satisfacer necesidades básicas; sin embargo, hoy se reconoce su complejidad multifactorial, donde la privación material es solo una parte de un fenómeno más amplio.
Ejemplo de pobreza material: San Simón Zahuatlán (México)
En 2020, San Simón Zahuatlán, en el distrito de Huajuapan (Oaxaca), fue identificado como el más pobre de México. Con aproximadamente 5,000 habitantes, sus ingresos promedio diarios son inferiores a 6,85 dólares estadounidenses, el umbral de pobreza del Banco Mundial para países de ingreso mediano alto como México.
La localidad carece de motores económicos como industria o turismo. Enfrenta rezago educativo, brecha digital, desnutrición, servicios básicos deficientes y hacinamiento. Según Martínez, “los programas sociales del Gobierno son insuficientes”. La mayoría de las familias sobreviven mediante agricultura de subsistencia o migraciones temporales a grandes ciudades, donde se emplean en el sector informal.
Como tienen bajos niveles educativos, no pueden aspirar a trabajos bien remunerados, así que se emplean en sectores informales”, describe Martínez. Limpian los parabrisas de los coches, ejercen de ‘franeleros’ –guardan vehículos a cambio de una propina–, venden dulces y botanas (pequeños platos o picoteo) por la calle, y algunas piden limosna.

Foto creada con Midjourney (IA)
Otros factores que agravan la pobreza material en esta comunidad incluyen la desigualdad de género, la pertenencia a pueblos originarios (9 de cada 10 habitantes hablan una lengua indígena), y la limitada participación de las mujeres en espacios públicos y de decisión.
Enfoques y soluciones contra la pobreza material
Martínez forma parte de un equipo de tres investigadoras que desarrolla el proyecto ‘Participación ciudadana de las mujeres en el combate a la pobreza en municipios rurales en Oaxaca’. “No se trata de invertir solo en educación, solo en salud o solo en alimentación. El abordaje ha de ser global, conjunto”, Y destaca que las mujeres, objetivo principal de su investigación, son las que más pobreza, y violencia, sufren, y que su proyecto trata de empoderarlas y ayudarlas a liderar sus comunidades, para convertirlas, también, la palanca de cambio que rompa el círculo de la pobreza.
Combatir la pobreza material requiere más que intervenciones económicas puntuales; implica transformar las condiciones estructurales que perpetúan la exclusión y la desigualdad. Para lograrlo, es fundamental articular políticas públicas sostenibles con la participación activa de las comunidades afectadas, reconociendo sus saberes, necesidades y capacidades. Solo así será posible avanzar hacia una sociedad más justa, donde todas las personas puedan ejercer plenamente sus derechos y vivir con dignidad.