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Vida y Cultura

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Imaginen la escena: en el restaurante, la luz cenital atenúa su intensidad; los camareros retiran el postre; es la hora convenida y la llama de la vela trémula en el centro de la mesa. También él está nervioso: guarda una caja de terciopelo en la chaqueta, retira la mano que segundos antes se posaba sobre la de ella y toca el anillo oculto. Aunque la mujer no se anima a ilusionarse, en el ambiente flotan los primeros compases de su canción: «Mira lo que se avecina a la vuelta de la esquina...».

Relajada, confiada y ganas de entrar en la pista. Así se muestra Garbiñe Muguruza días antes de su debut en París como defensora del título de Roland Garros. Consciente de que repetir la hazaña del año pasado es muy complicado, no pierde la ilusión por volver a ese estadio que tantas alegrías le ha dado. Otra campeona de Roland Garros será su primera rival en ese camino hacia la corona de París, la italiana Francesca Schiavone. No hay rival fácil en un Grand Slam que se presenta más abierto que nunca.