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Economía 08 abr 2016

La ética del sistema financiero: un sistema de cumplimiento

Extracto del artículo publicado por Eduardo Arbizu, Director de Legal & Compliance de BBVA, en el Boletín de Estudios Económicos en el que defiende la cultura corporativa (entendida como la formulación y puesta en práctica de una serie de valores) como elemento esencial para garantizar el correcto funcionamiento del sistema financiero desde el punto de vista ético.

La ética del sistema financiero: un sistema de cumplimiento

La ética en el sistema financiero: un sistema de cumplimiento

Una parte significativa de la doctrina ha señalado la reciente crisis financiera como una muestra de deficiencias morales en el comportamiento de las instituciones financieras y de la debilidad de sus principios éticos. Ningún autor ha profundizado, sin embargo, en identificar los fundamentos éticos de los sujetos cuyo comportamiento ha destacado positivamente, para extraer ejemplos de futuro.

A partir de esta reflexión, en este artículo describo las principales acepciones que la noción de ética adquiere en el mundo financiero para profundizar en la cultura corporativa como la de mayor alcance y significado.

Esto requiere la formulación de unos valores y su puesta en práctica, a través de un sistema en el que el ejemplo de la cúspide directiva, la extensión a toda la empresa y la puesta en marcha de procedimientos para su efectividad, son elementos esenciales.

¿La crisis financiera como una crisis ética?

La ética en el sistema financiero constituye uno de los temas más recurrentes en la ética empresarial. Para una significativa cantidad de autores y para la opinión pública, un elemento esencial del origen de la crisis, es la concatenación de conductas poco éticas en los protagonistas del sistema financiero.

La particularidad del estudio de la ética en el sector financiero proviene de la especial trascendencia que la función financiera tiene para el desarrollo de una economía de libre mercado y que está fundada en una relación de confianza que justifica la intensidad regulatoria, la estrecha supervisión y la intervención pública en caso de fallos de mercado.

Para una parte significativa de los autores, la crisis financiera ha puesto de manifiesto fallos relevantes en el comportamiento ético de las entidades financieras, sus directivos y empleados. Muchas veces éstos se extrapolan sin fundamento para todo el sector. Se promueve un castigo consistente en “quitar el reconocimiento social al mundo financiero.” Otros autores, sin embargo, no atribuyen el origen de esta crisis a conductas específicamente contrarias a la ética.

Ni quienes atribuyen la crisis a un fallo moral, ni los que creen que la crisis deriva principalmente de fallos regulatorios o de supervisión, han profundizado en analizar objetivamente el comportamiento de entidades financieras que no reaccionaron de igual modo a los incentivos que provocaron la crisis. Porque lo cierto es que determinadas entidades no incurrieron en la gestión imprudente de riesgos, ni en la inadecuada gestión del capital o liquidez que acabaron provocando la crisis.

La crisis fue sobre todo un fallo de dirección, motivación y comportamiento de personas. Aquellas entidades que supieron poner en marcha una cultura corporativa más resistente han conseguido superarla sin faltar al cumplimiento de su cometido social y sin tener que apelar a ayudas públicas para poder desarrollarlo.

A nivel mundial es constatable que la banca comercial no ha sufrido la crisis con igual intensidad que la banca de inversión. Tampoco la banca universal la ha padecido igual que la altamente especializada. Y ya dentro de las fronteras españolas, los bancos no han protagonizado las mismas conductas ni han requerido ayudas como las que han necesitado las cajas de ahorro.

No obstante, al debate público sobre el comportamiento de las entidades financieras desde una perspectiva ética, parece faltarle la serenidad necesaria para distinguir lo correcto de lo que no lo fue.

Sin embargo, la observación empírica, arroja diferencias notables de comportamiento, de responsabilidad y de cultura, en las que merece la pena profundizar si se quieren encontrar soluciones y adoptar decisiones regulatorias, legislativas y judiciales orientadas a la consecución del bien común a medio plazo.

Distintos significados de ética financiera

A) La ética como cumplimiento de una función profesional.

La actuación ética es la actuación profesional, diligente y responsable en el objeto principal de la actividad financiera. En palabras llanas, hacer bien su trabajo, gestionar profesionalmente los riesgos y promover la legítima rentabilidad de la inversión de sus accionistas. Este es el concepto de mayor utilidad en cuando se trata de abordar el comportamiento ético en el sector financiero.

B)  La ética como responsabilidad social corporativa.

Respuesta de la empresa a la sociedad que se ajusta a unos compromisos preestablecidos voluntariamente en virtud de un juicio moral.

La aproximación de las entidades financieras es muy similar a otras industrias, con programas sociales, medioambientales, culturales y de patrocinio, aunque existen iniciativas propias de este sector. Destaca la adopción de los “Principios de Ecuador”, en 2003, cuando 10 bancos se comprometieron a aplicar las políticas sociales y medioambientales y a seguir un procedimiento de análisis de la financiación de proyectos y a su revisión por expertos independientes.  La entidad española pionera en adherirse fue BBVA en 2004.

C)  La " banca ética"

Aquella que presta o invierte dinero con finalidad ética, eligiendo las inversiones en función no sólo de criterios de rentabilidad, sino también de las inquietudes sociales de los ahorradores.

Estas iniciativas, por su finalidad y dimensión, deja fuera a la gran mayoría de la actividad financiera, que ha de ser cubierta por profesionales a los que también se reconozcan y exijan comportamientos éticos.

La opción de la autodenominada “banca ética” es sin duda digna de elogio por los fines que pretende alcanzar, pero no es la única conducta ética en la actividad financiera ni tiene justificación que se apropie en exclusiva de ese epíteto.

D)  La dimensión ética de la actividad microfinanciera:

Desarrollo de la actividad financiera como elemento de transformación de la sociedad. Dirigida especialmente a las personas con menos recursos y menor acceso a la actividad financiera tradicional a las que proporcionaría un instrumento de integración social a través del crédito.

La progresiva aplicación del enfoque comercial de las microfinanzas, junto con el crecimiento desmesurado de algunas, han llevado a cuestionar la dimensión ética de estas entidades.

Este debate  refuerza la idea de que el comportamiento ético no puede predicarse de los fines que se pretendan alcanzar sino de la cultura y la conducta efectiva con la que se lleven a cabo.

La ética financiera como cultura de cumplimiento

De entre las acepciones de la ética financiera, la de mayor aplicación práctica es la que entiende como tal el comportamiento profesional responsable. En ese sentido, una institución financiera ética será aquella que haya conseguido que sus dirigentes y sus empleados realicen sus tareas de acuerdo con una cultura corporativa con valores morales predeterminados.

¿Hay lugar para la ética en la regulación financiera?

Ya se ha señalado anteriormente que recientes escándalos han puesto de manifiesto la distancia entre los valores enunciados en los códigos de conducta y los realmente vividos en la práctica por sus empleados.

En razón de esos fallos, hay autores que han cuestionado la efectividad de los principios éticos cuando se trata de regular conductas en el sector financiero, defendiendo la normativa como única solución para garantizar el correcto funcionamiento del sistema.

Otros autores, sin embargo consideran que sería extraordinariamente costoso articular reglas legales que comprendieran todo el universo de potenciales situaciones futuras en este sector. Las normas jurídicas son rígidas e inflexibles. En muchas ocasiones su contenido es excesivamente detallado y en otros lo es poco.

Sin perjuicio de la obvia necesidad de que la regulación establezca unos requisitos mínimos,, es inevitable compartir el escepticismo sobre la efectividad práctica de esas medidas y sobre las consecuencias negativas que una regulación excesivamente detallista o rigurosa puede producir en el acceso futuro de clientes a productos y servicios.

Una cultura corporativa eficaz.

Si aceptamos que la mera enunciación de valores no es suficiente, habrá que profundizar en qué factores son los que determinan el éxito de unas culturas organizacionales frente a otras.

El enunciado de valores éticos en los códigos de conducta tendrá escaso valor si no se traslada a los símbolos de la empresa. La práctica que realmente se aprende es la que lleva al reconocimiento, a la retribución y al progreso en la escala de mérito de la organización.

Por ello, una efectiva implantación de los valores requiere la puesta en marcha de una regulación interna orientada al diseño de procesos que generen hábitos de conducta y que se mantengan de forma que se incorporen como una metaregulación a los comportamientos de la entidad.

Esa regulación orientada a procesos requeriría tres condiciones: (I) ser fácilmente perceptible (II) suficientemente difundida y (III) efectivamente aplicada a través de mecanismos de retribución, reconocimiento y sanción.

La cultura corporativa es determinante para la honestidad e integridad del comportamiento de los empleados. De su efectividad dependen de una serie de factores:

  • El compromiso y el ejemplo de la alta dirección. Si aquellos que tienen más responsabilidad se comportan de forma inadecuada, no pueden esperar ni exigir que sus colaboradores apliquen estándares de integridad diferentes.
  •  Involucración integral de la empresa: El compromiso con los valores de integridad ha de afectar a todos los que componen la empresa y a toda la actividad que ésta desarrolla.
  • La puesta en marcha de un programa de cumplimiento, mediante la aprobación de políticas y procedimientos específicamente dirigidos a la aplicación efectiva de los valores.