En un mundo globalizado donde los alimentos recorren miles de kilómetros antes de llegar a nuestros platos, el desperdicio alimentario se presenta como una de las mayores amenazas. No solo intensifica el cambio climático, sino que también priva a millones de personas que padecen hambre de acceder a estos recursos. Conocer la diferencia entre pérdida y desperdicio de alimentos es esencial para enfrentar este problema de manera efectiva.
Desperdicio alimentario
Cada año, se desperdician más de 1.200 millones de toneladas de alimentos, según el Programa Mundial de Alimentos. Para reducir el impacto ambiental y social de esta crisis, numerosos países han desarrollado leyes contra el desperdicio alimentario. ¿Cómo funcionan y qué estrategias están implementando?
Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es reducir a la mitad el desperdicio alimentario. Esto requiere de la adopción de medidas en el día a día para lograrlo. En las charlas expertas de ‘Futuro Sostenible’, el ‘podcast’ sobre sostenibilidad de BBVA, Beatriz Moliz –dietista e ‘influencer’ que promueve el aprovechamiento alimentario– ofrece las claves para comprar de manera responsable y planificar las comidas para evitar que los alimentos vayan a la basura.
Los hábitos domésticos son responsables de casi 500 millones de toneladas de alimentos desperdiciados cada año en todo el mundo y, además, cada persona desperdicia una media de 74 kilogramos de alimentos al año, según la ONU. Joan Roca, chef de El Celler de Can Roca, da en este ‘podcast’ de ‘Futuro Sostenible’, recomendaciones sobre cómo evitar el desperdicio alimentario a través del aprovechamiento de alimentos.
Uno de los puntos esenciales para evitar que los alimentos vayan a la basura está en la organización de espacios como la despensa o la nevera. Los expertos aconsejan poner delante aquellos alimentos que caducarán primero, y conservar la comida bien tapada y sin mezclar en el frigorífico. También colocar los alimentos en las baldas en función de que necesiten más o menos frío dejando que circule el aire para no restarle eficiencia energética al electrodoméstico.
Las aplicaciones móviles son herramientas eficaces para luchar contra el desperdicio alimentario. Conectan a comercios con consumidores, enseñan a planificar comidas, promueven intercambios y donaciones de productos entre vecinos o permiten comprar directamente a los productores. Estas son las aplicaciones móviles más utilizadas.
Crear una cerveza que aproveche el pan que no se vende. Esa fue la curiosa idea de un grupo de emprendedores españoles para frenar el desperdicio alimentario. Hasta el momento, la cerveza Sr. Mendrugo, hecha con cebada y restos de pan duro, ha evitado el desperdicio de casi dos toneladas de comida. Un ejemplo de economía circular y local.
En un mundo donde millones de personas sufren hambre, resulta alarmante que aproximadamente un tercio de los alimentos producidos a nivel global acaben en la basura. Este dato pone de manifiesto una de las mayores contradicciones de nuestro tiempo y se convierte en el eje central de un nuevo monográfico publicado por BBVA, donde se analiza en profundidad el fenómeno del desperdicio alimentario y sus consecuencias sociales y medioambientales. Según la ONU, hasta el 10% de las emisiones de CO2 globales provienen de la comida que se tira.
El 6% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) derivan de la pérdida de alimentos y el 30% de la comida que se produce en el mundo se deteriora antes de consumirse. Pero hay alternativas: planificar la compra y el menú, cocinar raciones más pequeñas, conservar bien los productos, aprovechar los restos… y mucho ingenio.
Comida desechada por estética o intereses comerciales, porque tiene errores en el etiquetado o defectos en el envasado, o porque el consumidor no ha planificado o no conoce cómo conservar bien los alimentos. El desperdicio alimentario se da en toda la cadena, desde la tierra hasta el hogar, una montaña de 2.500 millones de toneladas al año.
Piel, huesos, cáscaras, espinas… Los movimientos ‘desperdicio cero’ defienden que prácticamente todas las partes de un alimento se pueden –y se deben– consumir. Tradiciones culinarias de aprovechamiento alimentario, muchas veces abandonadas y olvidadas, retan al consumidor para entender los desechos cuando elaboramos un plato.
Congelar es la manera más sencilla de guardar comida para su posterior consumo, aunque también existe la fermentación, el escabeche, la deshidratación, el envasado al vacío o las conservas que evitan que un producto se ponga malo y haya que tirarlo.
Si seguimos desperdiciando comida, para 2030 tiraremos el equivalente a 66 toneladas por segundo. Para evitarlo está la cocina de aprovechamiento o ‘zero waste’, una forma de gestionar los alimentos elaborados que busca evitar el desperdicio. Hay cursos y recetas para ayudarnos a ponerla en práctica.
Es sencillo confundir fecha de caducidad, la que hace referencia a la seguridad del producto, y fecha de consumo preferente, la que afecta a su calidad. Conocer sus diferencias ayuda a aprovechar los alimentos al máximo y reducir el desperdicio alimentario. La confusión surge en productos como los yogures, la leche o la bollería.
Foto de apertura generada con Midjourney (IA)
Un establecimiento hostelero tipo tira a la basura alrededor de 2,5 kilos de comida al día. Frenar el desperdicio alimentario implica cambios en la planificación, el almacenamiento, la cocina y el comedor. Incorporar más tamaños de raciones, permitir al cliente que se lleve a casa sus sobras o tener acuerdos con bancos de alimentos son acciones preventivas.
Ciudadanos que se organizan para comprar alimentos directamente a los productores, favorecer el comercio de proximidad, reducir intermediarios y cambiar hábitos. Son los denominados grupos de consumo, iniciativas que benefician también a agricultores y ganaderos y fomentan la concienciación sobre una alimentación más sostenible.
María José Tallón cambió su jornada de oficina por una vida dedicada al campo. De la mano de su marido, Rosendo Estévez, iniciaron un camino que les llevó a aprender desde cero y que, tras mucho esfuerzo e investigación, les permitió crear una tecnología pionera en el sector agroalimentario: un deshidratador de frutas autosuficiente energéticamente. Gracias a su compromiso con el cuidado del medioambiente, se alzaron con uno de los diez Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles de 2023. Su producto estrella, las fresas deshidratadas, no solo representa una solución innovadora para el desperdicio alimentario, sino también un ejemplo de cómo la sostenibilidad puede ser el motor de un negocio de éxito.
La escuela y el hogar son dos espacios de concienciación importantes para reducir las sobras y poner en valor la comida. Analizar lo que se queda en el plato y trabajar en el huerto escolar, cocinar en familia y aprender sobre conservación de alimentos o consumo preferente, así como acercarse a los productores locales, son iniciativas esenciales contra el desperdicio alimentario.
Según la ONU, cada persona desperdicia una media de 74 kilogramos de alimentos al año. Con el objetivo de hacer reflexionar sobre la importancia de reducir el desperdicio alimentario, BBVA -en colaboración con el repostero Jordi Roca- ha puesto en marcha ‘La nevera medio llena’. Una iniciativa con la que, a través de una serie de vídeos, se muestran ideas de recetas para cocinar en casa y dar una segunda vida a las sobras de otros días, evitando así que terminen en la basura.