Fresas y patatas que crecen en el aire: así funciona la aeroponía
Cultivar sin utilizar el suelo. Sí, la aeroponía es un sistema que permite hacer crecer las plantas en unos tubos mediante el rocío de las raíces con una neblina de agua y nutrientes. En un ambiente controlado de luz, temperatura y humedad, el tiempo de crecimiento se reduce. El principal reto es la inversión tecnológica.
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Al norte de Ecuador, los habitantes de la provincia de Imbabura conviven con grandes volcanes, páramos, valles, lagos y cascadas. Y entre complejos volcánicos y lugares arqueológicos protegidos por la UNESCO, se suceden los cultivos de una de las protagonistas de sus mercados: la frutilla, la fruta que en otras regiones conocemos como fresa. Pero desde hace unos años, la frutilla no solo crece en el suelo. Lo hace también en tubos de plástico de un metro de diámetro, sin necesidad de tierra y gracias a una solución nutritiva que se les rocía de forma periódica en un sistema conocido como aeroponía.
Estos cultivos son el resultado de un estudio realizado por diferentes universidades para producir frutillas de forma más responsable en un entorno único: gracias a los sistemas aeropónicos, se reduce la cantidad de suelo y de agua necesaria para cultivar y los vecinos de Imbabura pueden disfrutar de métodos más eficientes. Sin embargo, producir cultivos sin que las raíces de los vegetales toquen el suelo tiene, todavía, muchos desafíos por delante.
¿Qué es la aeroponía?
La aeroponía es un sistema de cultivo en el que no se hace un uso del suelo. Las raíces de las plantas cuelgan en un ambiente controlado y son rociadas con una neblina de agua enriquecida con nutrientes que las mantiene húmedas.
“Con la aeroponía, como con cualquier otro sistema de cultivo, lo que se intenta es maximizar la producción y la calidad de los cultivos”, explica Rubén Moratiel Yugeros, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y de la Escuela de Ingenieros Agrónomos e investigador del CEIGRAN. “Si somos capaces de aportar a la planta a nivel radicular agua, nutrientes, oxígeno y una temperatura adecuada, además de oscuridad, porque salvo algunas especies con raíces fotosintéticas como la orquídea, la mayoría necesitan oscuridad, contaremos con un entorno favorable para producir de forma controlada”.
Gracias a sensores, los cultivos aeropónicos permiten optimizar el tiempo y la frecuencia de aplicación del agua de riego, así como la concentración de nutrientes. Además, esta agua es reutilizada en el sistema, lo que reduce la cantidad necesaria para producir y evita la filtración de fertilizantes al suelo. Sin embargo, contar con este ambiente controlado supone una serie de retos.
“El sistema es complejo, porque se necesita presión para que las boquillas aporten y pulvericen el agua, y se requiere un gasto energético mayor que el de otros sistemas de producción. Este es el motivo por el que la aeroponía no se ha extendido tanto como la hidroponía (un sistema de cultivo en el que las plantas se desarrollan en sustratos o sobre canales por los que se aportan agua y nutrientes directamente, sin pulverizar)”, explica Moratiel.
La necesidad de contar con sistemas tecnológicos complejos y demandantes de energía hace que la aeroponía se utilice sobre todo en lugares muy industrializados en los que hay poco espacio para el cultivo, como, por ejemplo, algunas regiones de Japón.
“Los países menos desarrollados lo primero que van a hacer es cultivar en el suelo. El siguiente paso es modificar estos suelos, por ejemplo, gracias a la fertilización, y posteriormente controlando el ambiente por medio de la construcción de invernaderos. Para cultivar con aeroponía hace falta ir más allá y contar con fuentes de energía y una infraestructura para cultivar bajo protección. Por ello, y salvo excepciones, se limita a países más desarrollados o con un nivel de agricultura más avanzada”, señala el profesor de la UPM.
De patatas para siembra a “micro” vegetales
Tal y como explica Moratiel, la aeroponía se ha utilizado sobre todo para producir patata de siembra, ya que el método contribuye a reducir el tiempo necesario para que crezcan los tubérculos. De este modo, no se utiliza para la producción comercial de patatas para consumo, sino para multiplicar las plantas. “Es en este tipo de cultivos, en los que se busca sobre todo crear un tejido vegetal para su multiplicación, en los que se adapta muy bien el sistema aeropónico”, añade el profesor.
Aunque las patatas para siembra no son los únicos bienes que pueden generarse de forma eficiente en el entorno controlado que ofrece la aeroponía: desde 2004, la empresa estadounidense AeroFarms comercializa vegetales producidos en sus granjas verticales. Tal y como explican, lo hacen utilizando exclusivamente métodos de aeroponía que les permiten reducir hasta un 95 % el agua utilizada y el 100 % el uso de pesticidas.
“En AeroFarms, la horticultura se integra con la genética, la ingeniería, la seguridad alimentaria, la ciencia de datos y la nutrición. Nuestras granjas comerciales están optimizadas para la producción durante todo el año, sin importar la estación ni el clima, y hemos cultivado más de 550 variedades diferentes de plantas, incluyendo hortalizas de hoja verde, bayas, tomates y más”, explican sus técnicos.
El modelo de negocio de AeroFarms está centrado en lo que la empresa ha dado en llamar ‘microgreens’, plantas cosechadas (de kale, brócoli o rúcula, por ejemplo) en una etapa de crecimiento temprana y que son más pequeñas que las que han alcanzado su potencial, pero más grandes que los brotes germinados. De acuerdo con la propia empresa, son igualmente nutritivas, y su cultivo permite cosecharlas de forma temprana, lo que aumenta la eficiencia de todo el sistema.
Otro ejemplo lo ofrece la empresa Sky Greens, que ha desarrollado versiones de sus cultivos verticales de hidroponía (su sistema principal) para funcionar también con aeroponía en sus instalaciones en Singapur.