Agronegocio: clave para profesionalizar y sostener la agricultura
El agribusiness impulsa una agricultura más profesional, rentable y sostenible, clave para la seguridad alimentaria, el desarrollo rural y el reto climático.

Cuando Lola Gómez Ferrón asumió la gestión de las tierras familiares en El Ejido (Almería, España), profesionalizó la producción agrícola. Apostó por el control biológico y añadió una línea de turismo agrícola con visitas guiadas a su invernadero. Previamente, se había formado en 'agribusiness' a través de un programa superior de gestión agroalimentaria en San Telmo Business School.
El término 'agribusiness', o agronegocio, engloba “las actividades económicas derivadas de los distintos eslabones de la cadena de suministro agropecuaria", explica Luis Flores, director de operaciones de la International School of Agri Management (ISAM). Esta escuela se presenta como la primera enfocada en cubrir las necesidades formativas actuales y futuras del sector.
Los retos agrícolas ante el crecimiento poblacional y climático
Formar a profesionales en agronegocios para mejorar la eficiencia del sector agrícola es hoy más necesario que nunca. Esta profesionalización debe ir de la mano de una alimentación sostenible. En 2050, la agricultura deberá alimentar a casi 10.000 millones de personas, según el informe 'The Future of Food and Agriculture de la FAO'. Alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 2 —hambre cero— será clave. Todo ello, en un contexto de cambio climático que pone en riesgo recursos vitales como el agua.
La FAO señala que "la mejora sostenible de la productividad agrícola para satisfacer una demanda creciente" es el principal desafío. La demanda de alimentos podría aumentar un 50 % entre 2012 y 2050. Al mismo tiempo, el sector enfrenta cambios estructurales provocados por el crecimiento demográfico, la urbanización y el aumento de los ingresos. Todo ello mientras los recursos naturales se encuentran cada vez más presionados. “Producir más con menos, preservando los medios de vida de los agricultores familiares y de pequeña escala, es un reto decisivo”, concluye la organización.

Formación en agronegocios para un negocio agrícola sostenible
Gómez Ferrón coincide: "Nuestro objetivo es producir hortalizas saludables, libres de químicos y con menos recursos, que contaminen lo menos posible, de manera sostenible y eficiente". Para lograrlo, la formación continua es básica, "como en cualquier otra profesión", y en 'agribusiness' resulta crucial “estar actualizado en sostenibilidad”.
Rennes School of Business, colaboradora en los programas de ISAM, mantiene varias líneas de investigación en su Research Lab (agronegocios sostenibles y responsables, consumidores, economía agrícola, innovación e ingeniería de operaciones agrícolas) desde la convicción de que las amenazas ambientales y de seguridad alimentaria, combinadas con la digitalización de la agroindustria desde la producción hasta el procesamiento y la venta al por menor, plantean rápidas transformaciones, retos y oportunidades.
"El sector se enfrenta a desafíos globales comunes y para ello es necesario tener profesionales realmente preparados al mando de las empresas y sus distintos departamentos", defiende Flores.
El papel estratégico de los pequeños productores en el agronegocio
Más del 70% de las necesidades alimentarias mundiales están cubiertas por la actividad de pequeños productores. Y esto implica que el agronegocio se consolide como pieza clave para cumplir algunos de los 17 ODS y luchar contra el cambio climático, ya que en su mayor parte está compuesto por pequeñas y medianas empresas (pymes) y micro-empresas.
El sector agrícola forma la base de las economías en los países menos adelantados, destaca la FAO. Absorbe un 30% de su mano de obra, proporciona la mayoría de los alimentos básicos y facilita los medios de subsistencia y otros ingresos a más de la mitad de sus poblaciones, además alivia la pobreza y el hambre. Según el Banco Mundial, alrededor del 44% de la población mundial —aproximadamente 3.600 millones de personas— vive con menos de 6,85 dólares diarios, una cifra similar a la de 1990. Esta situación resalta la necesidad de integrar a los pequeños agricultores en los mercados para satisfacer la demanda de alimentos, crear empleos y fortalecer el sector agrícola.
"Sin un sector agrícola competitivo, se da una mayor dependencia de las importaciones y una menor reducción de la pobreza en las zonas rurales", coincide el Banco Mundial, que detecta oportunidades de crecimiento en las economías emergentes "a medida que aumentan los ingresos y cambian las dietas". En su opinión, el desafío es integrar mejor a los pequeños agricultores en los mercados para "satisfacer la demanda de alimentos, crear los puestos de trabajo del mañana y fortalecer su sector".

La profesionalización agrícola, impulsada por el agribusiness, abre nuevas vías de diversificación económica.
Agronegocios en América Latina: formación y retorno al campo
En 2006, la FAO reivindicaba la necesidad de que América Latina y el Caribe invirtieran en una mayor capacitación profesional de sus agricultores para modernizar el sector y romper el círculo de la pobreza rural.
Lo explicaba Vera Boerger, de la oficina de la FAO para esa región, en la videoconferencia 'Formación del agricultor profesional: un desafío para potenciar el capital humano en un sistema integrado': "Son necesarias políticas públicas adecuadas para extender la formación profesional a pequeños y medianos agricultores. De esta forma se contribuye a su inserción laboral, al desarrollo social y económico y se favorece la conservación y el uso sostenible de los recursos naturales, además de frenar el éxodo rural”, asegura.
"Mis hermanos emigraron a Bogotá, pero ahora sus hijos se han involucrado en el agronegocio y han vuelto a vincularse al mundo rural. Es muy bonito que los jóvenes de la familia sientan la finca como algo suyo", explica pausadamente y por teléfono Pablo Guerrero, ganador de la Taza de Excelencia 2021 de Colombia con un café lavado de variedad Gesha.
La finca familiar de la que habla, Hacienda El Obraje, está en el municipio de Tangua, departamento de Nariño, y producía trigo y cebada como el resto de cultivos de su entorno. Hasta que, en los años noventa, dejaron de ser rentables, las tierras se abandonaron, creció el desempleo y los jóvenes de la zona emigraron a las ciudades. En América Latina y el Caribe, la pobreza ha disminuido en los últimos años, alcanzando un 24,7% en 2024. Sin embargo, la región presenta disparidades significativas entre países, y una proporción considerable de la población sigue siendo vulnerable a caer en la pobreza ante choques económicos. Iniciativas como las de Hacienda El Obraje, que combinan producción agrícola sostenible y turismo rural, son ejemplos de cómo el agribusiness puede contribuir al desarrollo económico y social en zonas rurales.
Los tangüeños intentaron revertir esa falta de futuro y probaron a plantar frutales. "Los frutos eran de calidad, pero económicamente resultó un fracaso", explica Guerrero.
Hasta que en el año 2000, la familia, propietaria de El Obraje desde varias generaciones atrás, comenzó a experimentar con el cafetal. "Nos dijeron que estábamos locos por intentar cultivar café a 2.200 metros de altitud", recuerda, y de hecho él no abandonó su otra profesión mientras gestionaba el negocio agrícola. Hasta que en 2010 se metió de lleno en un proyecto para elaborar cafés especiales, construyó su propia asesoría técnica y profesionalizó la explotación, que hasta entonces avanzaba en modo de ensayo y error.
Obraje Café Especial es hoy un agronegocio basado en una mano de obra especializada: "Son agricultores locales que no tenían ninguna experiencia en café, pero nos pidieron que no contratáramos a nadie de fuera, que ellos aprendían", subraya. También implementaron un proceso de post-cosecha muy estandarizado, "para que no haya diferencias organolépticas ni de calidad dependiendo del año", que controla un ingeniero agroindustrial con el asesoramiento de dos catadores. Y además se enfocaron en la comercialización internacional para abrir el abanico de clientes.
En paralelo, la finca está diseñando actividades de turismo cafetero (algo así como el enoturismo del negocio vinícola en otras latitudes) y de naturaleza: de hecho, el 35% de la finca se dedica al café y el 65%, a preservación y conservación forestal. "Concibo los negocios en el campo como modelos integrales. Mostrar la finca es atractivo para el turismo ecológico y somos una pequeña isla en un área deforestada".