La tecnología da alas a la participación social del siglo XXI
Del partido político, el sindicato, la ONG o los canales institucionales a las redes sociales. Los cauces tradicionales a disposición de los ciudadanos para opinar e influir en aspectos políticos, económicos, sociales o ambientales están dando paso a fórmulas como la acción colectiva por una causa específica en plataformas digitales.
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Imagen de apertura elaborada con Inteligencia Artificial (Midjourney).

Marzo de 2024. Jóvenes de todo México salen a la calle para exigir que se sepa qué les ocurrió a los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en septiembre de 2014. Las protestas por uno de los capítulos más tristes de la historia reciente del país entran en campaña electoral e interpelan al por entonces presidente, Andrés Manuel López Obrador. Los manifestantes no han utilizado vías tradicionales para expresar sus opiniones, como buscar el apoyo de un partido político, de un sindicato o encauzar sus demandas a través de los canales institucionales de participación ciudadana –como la iniciativa ciudadana o el Ayuntamiento abierto–. Ellos se han organizado a través de las redes sociales y se han lanzado a ocupar el espacio público.
En una reciente jornada sobre ‘Juventudes y su participación política: más allá de las estructuras tradicionales’, el director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM), Alejandro Chanona Burguete, aventuró que “las estructuras tradicionales de participación política a menudo excluyen a las juventudes y a otros grupos”. El desafecto parece mutuo, a la vista de que estos colectivos están mudando hacia nuevas instancias de participación, que incluyen las asociaciones civiles, los movimientos sociales que promueven cambios a través de la movilización y la acción colectiva, así como las redes sociales y las plataformas digitales, según recalcó.

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La IA agilizará los procesos participativos
La tecnología marca un antes y después, y abre puertas a nuevas formas de participación ‘online’, coincide, en conversación por videollamada desde Ecuador, Ruth Hidalgo, directora ejecutiva de la Corporación Participación Ciudadana (además de decana de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de las Américas).
La experta avanza que la inteligencia artificial (IA) agilizará aún más el proceso. Bien utilizada puede ayudar a los gobiernos y a las administraciones a conocer mejor los intereses e inquietudes de la ciudadanía; a abrir canales de comunicación personalizados que aumenten las posibilidades de participación; a dar soporte y ‘feedback’ a sugerencias y reclamaciones –por ejemplo, mediante ‘chatbots’–; y a detectar problemas y necesidades de la base de la pirámide, la más vulnerable, que suele quedar por debajo del radar y no se tienen nunca en cuenta. Su incorporación a los procesos democráticos favorece una participación social mucho más completa e inclusiva.
Algunos estados de EE.UU han implementado ya sistemas de IA para detectar y prevenir el fraude electoral, con algoritmos que alertan de patrones anómalos en el registro de votantes o en el recuento de votos. Como reverso de la moneda, Hidalgo avisa del enorme riesgo de las ‘fakes news’ (noticias falsas) que provoca la IA generativa. “Pueden contaminar la participación con un basamento erróneo, y deslegitimarla”, advierte.
Atrás queda, en opinión de Hidalgo, el bum del Tercer Sector de los ochenta y noventa del siglo XX en América Latina y el Caribe, con ONGs y organizaciones civiles movilizadas por los derechos ciudadanos. El feminismo, el movimiento ambientalista –cuando aún se hablaba poco, o nada, del cambio climático– o la reivindicación de la diversidad sexual empiezan a cobrar peso en esos años, según recuerda. Semejante florecimiento logró generar cambios cualitativos en el diseño de las leyes, y el reconocimiento de algunos derechos: de las mujeres, del medioambiente, a la justicia, al acceso a la información.
“Ya no se necesitan muchos recursos”
Hidalgo observa un decaimiento de los movimientos sociales en la región en los últimos cinco años, por falta de financiación externa. Pero, en paralelo, “estamos viviendo nuevas formas, modernas e innovadoras, de participación, atadas a las redes sociales y a la tecnología”, destaca. “Ya no se necesitan muchos recursos –económicos, humanos o de tiempo– para movilizar las agendas particulares en pos de una causa común”, asegura Hidalgo. “Convocar una movilización era muy costoso antes de Internet, pero con Twitter, ahora X, resulta muy sencillo”, compara.
La propia Hidalgo participa, sin moverse de su oficina, en varios foros de discusión internacionales, sobre economía, medioambiente o democracia. El corpus teórico que sustenta estos espacios de reflexión virtuales emana, asimismo, de la propia sociedad civil, asegura citando el caso del Latinobarómetro –estudio de opinión pública sobre democracia, economía y sociedad–, que es una iniciativa de la ONG chilena Corporación Latinobarómetro.
Como destacó Chanona Burguete en su charla, Internet permite a la ciudadanía conectarse y llevar a cabo acciones en torno a tópicos específicos. Y mucho más globales. La participación social trasciende fronteras y es capaz de movilizar a personas de todo el planeta por una misma causa. Un ejemplo son las marchas bajo el lema ‘Stand Up for Science’: las iniciaron investigadores estadounidenses en contra de los recortes del presidente Donald Trump y en defensa de la ciencia, y actualmente cuentan con una enorme réplica solidaria en Francia.

Imagen de apertura elaborada con Inteligencia Artificial (Midjourney).
Participación social, ciudadana y comunitaria
Hidalgo considera que participación social, ciudadana y comunitaria son conceptos tan relacionados y dependientes unos de otros que podrían considerarse, con sus matices, ramas de un tronco común. Y que la participación de las personas para opinar e influir en aquellas decisiones, recursos o acciones que les afectan, a ellas o a su comunidad, es un derecho y no una concesión de las instituciones. “Las instituciones han de arbitrar cauces de participación ciudadana”, defiende.
En su artículo ‘La participación ciudadana en el futuro de Europa: instrumentos y oportunidades para promover un espacio público europeo’, publicado en 2020 en Araucaria (revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades), la profesora Beatriz Pérez de las Heras reconocía que los mecanismos de participación ciudadana introducidos en la última década por la Unión Europea (UE) “no han tenido un efecto transformador visible en las políticas y normativas comunitarias”. Por eso, depositaba sus esperanzas en la Conferencia sobre el Futuro de Europa: un foro participativo que se celebró en 2021 y 2022, y en el que la ciudadanía y diversas ONG aportaron ideas y opiniones sobre el porvenir institucional europeo, a través de una plataforma digital multilingüe.
Aquel foro concluyó con un informe con 49 propuestas de reforma, desglosadas en 326 medidas. Pero, sobre todo, demostró que una institución de la envergadura de la UE podía abrir cauces de participación democrática: decenas de miles de ciudadanos, organizados en paneles nacionales y europeos, tuvieron voz y voto sobre cómo debía ser el futuro de su continente. El Consejo Europeo recogió sus recomendaciones para implementarlas, y se comprometió a hacer público el seguimiento del proceso (en su web se puede ver una cronología de los pasos que se han dado hasta el 13 de diciembre de 2023).
En la despedida de la Presidencia francesa del Consejo de la UE, en 2022, el presidente Emmanuel Macron se refirió a la Conferencia sobre el Futuro de Europa como una muestra del compromiso de la UE con sus valores democráticos ,y reivindicó “una Europa en la que los ciudadanos puedan desempeñar plenamente su papel”.