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Sostenibilidad 06 oct 2025

Recursos no renovables: definición, ejemplos y su impacto ambiental

Petróleo, gas, uranio, carbón… Los combustibles fósiles, los nucleares y los minerales se consideran recursos no renovables: sustancias que están en la naturaleza y que no se pueden reponer fácilmente porque son finitos y el ser humano los explota a un ritmo tan rápido que la Tierra no tiene tiempo para regenerarlas.

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La leyenda de Sargón de Acadia se pierde en el tiempo. Apenas hay certezas en la historia del fundador y primer rey del imperio acadio, cuya dinastía gobernaría la antigua Mesopotamia hace más de 4.000 años. Una de las pocas pruebas escritas de su existencia que ha llegado hasta nuestros días está en la forma de una tabla de arcilla en la que alguien escribió un pequeño texto varios siglos después de la muerte de Sargón. En ella se habla del origen del emperador, de sus padres o de su pueblo. Y en ella se cuenta también cómo, poco después de nacer, el pequeño Sargón dormía en una cesta sellada con betún.

Estas pocas palabras son, en realidad, la primera referencia escrita del uso del petróleo por parte de los seres humanos. Sin embargo, allí donde estaba accesible, este recurso había formado parte del día a día de los pueblos desde mucho tiempo antes. En el Neolítico era ampliamente usado como impermeabilizante y existen vestigios que prueban que incluso los neandertales lo usaban para reparar sus herramientas. Y es que, desde el principio de los tiempos, el ser humano ha utilizado los recursos disponibles a su alrededor para satisfacer sus necesidades.

Más allá de la anécdota, el consumo de petróleo de aquellas primeras sociedades como la mesopotámica no tiene nada que ver con el actual: en 2024, el mundo consumió casi 104 millones de barriles por día de este combustible de origen fósil, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

Los recursos naturales son cualquier tipo de sustancia presente en la naturaleza que los seres humanos utilizamos. Estos recursos tienen todo tipo de formas y orígenes, desde la madera que crece en nuestros bosques hasta el viento o el sol que usamos para impulsar las energías renovables, pasando por los combustibles fósiles como el petróleo, el gas o el carbón. Todos estos recursos pueden dividirse entre renovables y no renovables atendiendo a su disponibilidad a lo largo del tiempo, su tasa de generación y el ritmo con el que los consumimos.

Así, los recursos no renovables son recursos que no se pueden reemplazar con facilidad en escalas de tiempo humanas y que estamos explotando a un ritmo mayor del que se generan de forma natural, tal como explican desde la Sociedad Geológica de Reino Unido. Es decir, los recursos no renovables son aquellos de los que tenemos reservas finitas, por lo que su uso intensivo puede acabar por agotarlos. Por el contrario, los recursos renovables son recursos naturales que pueden reponerse de forma natural a lo largo del tiempo a escala humana y, por lo tanto, no se agotan cuando se utilizan.

Nuestra sociedad utiliza recursos renovables y no renovables por igual. Aun así, a pesar del auge de los enfoques sostenibles y renovables en las últimas décadas, seguimos dependiendo en gran medida de recursos no renovables. “El principal desafío que tenemos es lograr hacer un uso razonable de todos los recursos, planificando los crecimientos de consumo con un análisis real de las reservas existentes de los mismos. Todo ello para no poner en riesgo la sostenibilidad del sistema”, explica José Manuel Torralba, subdirector del Instituto IMDEA Materiales de la Comunidad de Madrid.

Ejemplos de recursos no renovables

Aunque existe una gran variedad de recursos no renovables en la Tierra, hay tres grandes grupos de sustancias usadas ampliamente por los humanos cuyas reservas no se regeneran de forma natural en poco tiempo: los combustibles fósiles, los combustibles nucleares y los minerales.

Los combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas se formaron hace cientos de miles de años a través de procesos geológicos muy específicos que convirtieron restos de materia orgánica en sustancias de alto valor energético. Durante los últimos dos siglos han sido la fuente principal de energía del ser humano: según datos del Banco Mundial, más del 80% del consumo primario de energía procede de los combustibles fósiles. Aunque han permitido avances sin precedentes en algunos sentidos, la dependencia de estos recursos por parte de la sociedad amenaza la propia sostenibilidad del sistema. Además, su consumo es la fuente principal de emisiones de gas de efecto invernadero, causantes del cambio climático, según la AIE.

Por otro lado, en los últimos años, el mundo ha vuelto a poner su atención en la energía nuclear. Hoy, algo más del 10% de la electricidad global procede de centrales atómicas. El uranio, el combustible de fisión nuclear más común en la actualidad, está presente en pequeñas cantidades en la corteza terrestre y no se regenera, por lo que se trata de un recurso no renovable.

Las centrales actuales apenas usan un pequeño porcentaje de la energía almacenada en el combustible nuclear, por lo que“la posibilidad de renovar combustibles nucleares está muy ligada a la ciencia y tarde o temprano se resolverá. A la vista de los flujos de energía que estamos consumiendo, en nuestra opinión la energía nuclear es fundamental para la descarbonización, al menos hasta que las energías renovables estén más desarrolladas e implantadas a nivel mundial”, añade Miguel Ángel Rodiel, director de proyectos del instituto IMDEA Materiales.

Por último, están los recursos minerales, cuyos usos son tan variados que están relacionados con prácticamente todos los aspectos de nuestro día a día, desde los dispositivos tecnológicos en nuestros bolsillos hasta los utensilios con los que cocinamos. Los recursos minerales son más o menos abundantes, pero son siempre finitos. Sin embargo, tienen una gran ventaja: la mayoría puede reutilizarse y reciclarse sin perder cualidades. “Hay que moverse, de forma inexorable, hacia la metalurgia sostenible. Esta implica una manera distinta de extraer metales de los minerales, optimizar más el diseño de las aleaciones para no malgastar elementos, utilizar técnicas de fabricación sostenibles, explotar al máximo las posibilidades que nos da la inteligencia artificial para el diseño y la optimización de las aleaciones, aprovechar cualquier desecho donde puedan existir metales, como la basura electrónica, y, desde luego, reutilizar y reciclar más”, concluye José Manuel Torralba.

Aunque la división entre renovables y no renovables esté clara, meter a un recurso en un grupo u otro depende, sobre todo, del uso que se haga de ellos. Así, la madera o el agua – por ejemplo– son renovables en la medida en que se usan sin agotar las reservas, permitiendo su regeneración natural. “Aunque un recurso sea renovable, debemos gestionarlo bien para que su explotación sea sostenible desde un punto de vista medioambiental, económico y social”, subraya Rodiel. “El hecho de que sea renovable no lleva implícito que sea también sostenible”.