Restauración de ecosistemas: revirtiendo el daño ambiental
Recuperar los ecosistemas degradados o destruidos y conservar los que están intactos. La restauración de la biodiversidad puede ser espontánea, dejando que la naturaleza haga su trabajo, o planificada. Entre los beneficios de la restauración están la regulación del agua, la conservación del suelo, el ciclo de nutrientes o la creación de empleo.
¡Suscríbete a nuestra 'newsletter' semanal de sostenibilidad!

A la sombra de la Amazonía, Sudamérica alberga muchos otros refugios únicos de biodiversidad, ecosistemas que comparten su riqueza y sus desafíos con la gran selva del planeta. Argentina, Brasil y Paraguay esconden, por ejemplo, el bosque atlántico. Este es un espacio que agrupa gran variedad de ecosistemas, desde pantanos hasta bosques montañosos. Durante el siglo XX, más del 80 % de este bosque desapareció bajo la presión de actividades humanas. Entre ellas, la agricultura, la tala de árboles o la construcción de infraestructuras. Todo ello puso en riesgo la supervivencia de especies emblemáticas como el jaguar, el margay o el mono aullador negro y dorado. En algunas zonas, como el Alto Paraná, más del 90 % se destruyó.
Sin embargo, las tendencias cambiaron con la llegada del siglo XXI. En un esfuerzo sin precedentes, varios centenares de instituciones y organizaciones de Argentina, Brasil y Paraguay, agrupadas bajo la Red Trinacional de Restauración del Bosque Atlántico, llevan casi tres décadas trabajando para proteger y restaurar el bosque en los tres países. Mediante acciones como la regeneración del bosque en tierras agrícolas abandonadas o la creación de corredores que conecten zonas de bosque aisladas, se han restaurado 700.000 hectáreas de bosque y todavía deberán recuperarse otras 300.000 antes de 2030. Para mediados de siglo, el objetivo es aún más ambicioso: restaurar 15 millones de hectáreas de bosque degradado.

Hasta el momento, esta iniciativa de restauración de ecosistemas ha logrado proteger el suministro de agua para las personas y la naturaleza que ocupan el territorio, mitigar las repercusiones del cambio climático en las comunidades locales y desarrollar su resiliencia y crear miles de nuevos empleos. Y, también, ha conseguido traer de vuelta alguno de los habitantes más esquivos del bosque atlántico: el número de jaguares en el Alto Paraná aumentó un 160 % entre 2005 y 2018 y las observaciones de ocelotes y margays, dos especies muy tímidas, son cada vez más frecuentes.
¿Qué es la restauración de ecosistemas?
Apenas quedan lugares en el planeta que no hayan sido alterados por el ser humano. Alrededor del 75 % de la superficie terrestre y el 85 % de la superficie de humedales ha sido afectada de forma significativa por nuestras actividades, según datos de la ONU. Las sociedades humanas consumen cada año los recursos equivalentes a los que producirían 1,6 planetas (y el dato se dispara entre los países desarrollados). De los ocho millones de especies que habitan la Tierra, un millón está en peligro y alrededor de 577.000 millones de dólares de producción agrícola anual están en riesgo por causa de la desaparición de los polinizadores.
Los datos que explican la crisis de naturaleza que atravesamos se podrían acumular durante líneas y líneas. Pero, aunque la destrucción y la degradación del planeta continúa, en las últimas décadas el ser humano también ha empezado a ser consciente de la importancia de contar con ecosistemas sanos. En consecuencia, los proyectos de restauración de ecosistemas (desde grandes iniciativas como la del bosque atlántico hasta acciones más locales) han empezado a multiplicarse.
La restauración de ecosistemas es toda acción que implique ayudar en la recuperación de ecosistemas que han sido degradados o destruidos, así como conservar los ecosistemas que aún están intactos. Bajo este paraguas se agrupan todo tipo de proyectos e iniciativas, más o menos intervencionistas. “La principal técnica de restauración en los ecosistemas terrestres es interrumpir las perturbaciones y dejar que la naturaleza siga su curso y haga el trabajo. Es lo que denominamos restauración pasiva o restauración espontánea”, explica José María Rey Benayas, catedrático de la Universidad de Alcalá y experto en conservación y restauración de ecosistemas.
“Un ejemplo característico de esta restauración pasiva sería lo que sucede en una tierra agrícola que es abandonada. Desaparecen las perturbaciones, como la roturación del suelo o el uso de pesticidas, y empieza a sucederse una colonización natural por parte de distintas especies. De una manera más o menos rápida, poco a poco se irá recuperando la vegetación original”, añade el experto. “Después tenemos técnicas mucho más complejas, como las de evolución asistida, en la que se seleccionan genotipos de especies que tienen mayor capacidad de soportar los cambios ambientales presentes y futuros para así acelerar la restauración. Es una técnica que, por ejemplo, se está aplicando en algunos arrecifes de coral”.

Ejemplos de restauración de ecosistemas
Durante las últimas décadas, los esfuerzos globales por restaurar los ecosistemas degradados han empezado a dar sus frutos. La Unión Europea incluso ha apostado por impulsar estas iniciativas a nivel legal con la Ley de Restauración de la Naturaleza, aprobada en junio del año pasado. Sin embargo, los proyectos de restauración llevan mucho más tiempo en marcha en la UE. Estos son algunos ejemplos:
- Restauración de las praderas de posidonia. La recuperación de las praderas marinas en tres provincias españolas (Almería, Granada y Málaga) bañadas por el Mediterráneo se logró a través de medidas para reducir las perturbaciones, frenar el impacto de especies invasoras y reforzar la protección en más de 25.000 hectáreas de fondos marinos.
- Restauración de las turberas de Irlanda. Más del 20 % de las superficie de Irlanda estaba ocupada por turberas en el pasado, pero el uso de la turba como combustible barato durante los últimos 200 años acabó casi por eliminar este ecosistema (uno de los grandes sumideros de carbono del planeta). En los últimos años, varias iniciativas han logrado recuperar un 8 % de las turberas del país.
- Restauración de los bosques de hayas de los Apeninos. La desaparición de la agricultura en los Apeninos (Italia) ha favorecido una expansión de los bosques de montaña en las últimas décadas. Sin embargo, las prácticas madereras poco sostenibles han puesto en jaque a especies como las hayas, los tejos o los acebos. Varios proyectos de restauración enfocados en la gestión sostenible del territorio han logrado reducir las amenazas y conservar estos ecosistemas.
“Los beneficios de la restauración de ecosistemas están relacionados con todo lo que estos nos ofrecen, los llamados servicios ecosistémicos, como la regulación del agua, la conservación del suelo, el ciclo de los nutrientes o la polinización. Además, hay otros beneficios directos para las personas, como la creación de empleos asociada a estos proyectos, que suelen necesitar bastante mano de obra”, concluye José María Rey Benayas. “A la hora de desarrollar estas acciones, los factores más limitantes suelen ser de tipo socioeconómico y político, por eso los proyectos de restauración ecológica tienen que ser diseñados para ser factibles y eficientes, así como socialmente aceptados”.