Huellas dactilares, rostro o voz: así hemos aprendido a utilizar la biometría para verificar la identidad
Abrir una cuenta bancaria con un 'selfie', verificar la identidad por voz o firmar operaciones con la huella dactilar. La biometría, que comenzó asociada a la criminología, se ha integrado en la vida cotidiana y se ha vuelto esencial para la verificación digital, especialmente en un contexto marcado por el auge de fraudes como los 'deepfakes'.

Desde emprendedores hasta entidades bancarias como BBVA, pionera en el uso de la biometría para permitir a sus clientes firmar operaciones desde la 'app', cada vez más actores recurren a la verificación del usuario a través de parámetros como la voz, el rostro o la huella dactilar para proporcionar un acceso ágil a servicios, aplicaciones y entornos físicos y digitales.
Desde los métodos más tradicionales y arraigados como el uso de la huella dactilar hasta nuevas y cada vez más extendidas formas de identificación biométrica para entornos virtuales, la evolución de la biometría es un fascinante recorrido por la ciencia, la seguridad y la digitalización.
Cómo empezó todo: los antecedentes de la biometría
En 1883, el policía francés Alphonse Bertillon presentó el que se considera como el primer sistema de identificación de personas basado en características físicas. Conocido como 'Bertillonage', consistía en medir ciertas partes del cuerpo (por ejemplo, la longitud del dedo corazón), y se combinó con la estandarización de la foto policial. Aunque fue ampliamente adoptado durante un tiempo, errores e imprecisiones llevaron a que perdiera terreno frente a otro indicador biométrico: la huella dactilar.
Ya desde la Antigüedad se tenía conciencia de que las huellas dactilares de cada persona son únicas, y existen registros de impresiones dactilares utilizadas como método de firma e identificación ya en Babilonia o China hace milenios. Sin embargo, los motivos exactos de este fenómeno no se habían explicado hasta hace unas décadas, con ayuda del modelo matemático conocido como el patrón de Turing.
El estudio de las huellas dactilares y su posible aplicación para la identificación de personas (la llamada dactiloscopia) comenzó a extenderse a finales del siglo XIX. Surgieron diferentes sistemas de análisis y clasificación utilizados en distintas áreas geográficas, como el sistema Vucetich, desarrollado en Argentina por el antropólogo Juan Vucetich —la policía bonaerense sería la primera en desarrollar un registro dactiloscópico, y el sistema de Vucetich resultaría en la primera condena sustentada en la huella dactilar como prueba a finales del siglo XIX—; o el sistema de clasificación Henry, cuyo uso se extendió por los países de habla inglesa y en el que se basa el Sistema Integrado y Automatizado de Identificación de Huellas Dactilares (IAFIS, por sus siglas en inglés) del FBI.
En 2025, la Fundación BBVA ha concedido el Premio Fronteras del Conocimiento en la categoría Tecnologías de la Información y la Comunicación a Anil Jain (junto a Michael I. Jordan) por su contribución al desarrollo de la biometría. Este investigador de la Universidad del Estado de Michigan ha contribuido de forma decisiva a perfeccionar las tecnologías de reconocimiento de huellas dactilares, pero también a demostrar que estas no varían a lo largo de la vida y cómo (debido a posibles distorsiones) pueden identificar erróneamente a un individuo.
Actualmente, muchos países y agencias cuentan con su propio sistema automatizado de identificación de huellas dactilares (o AFI), y se han creado bases de datos de alcance nacional o internacional. Lo que empezó siendo una serie de fichas archivadas en comisarías se ha convertido en complejos sistemas digitalizados, y la huella dactilar se ha vuelto un recurso biométrico al servicio de todos que permite cosas tan cotidianas como desbloquear nuestros dispositivos móviles (Apple introdujo la funcionalidad de Touch ID en sus 'smartphones' ya en 2013), dejando atrás las contraseñas, o acceder a nuestros espacios de trabajo o investigación.
Otros recursos biométricos para empoderar al usuario
Tras la popularización del reconocimiento de las huellas dactilares, se empezó a investigar el potencial de otras características físicas como medio de identificación inequívoca de una persona. Ya en 1936, el oftalmólogo Frank Birch desarrolló la idea de usar el patrón del iris como uno de estos métodos, aunque no sería hasta 1987 que los oftalmólogos americanos Aran Safir y Leonard Flom inventaron el primer escáner de iris. En 1994, el doctor John Daugman consiguió la patente del primer algoritmo de reconocimiento de iris, que sigue siendo la base de todos los sistemas de reconocimiento automático del iris actuales.

Hay todavía muchos otros posibles sistemas de identificación biométrica, como el reconocimiento de la estructura de la mano o de las venas en los dedos; los escáneres de retina, que identifican el patrón único de los vasos sanguíneos en la parte posterior de los ojos; el análisis de ADN y de otros indicadores químicos, que permiten por ejemplo distinguir entre materia orgánica y artificial, o incluso la forma de las orejas. También existen indicadores biométricos conductuales, desde la firma a los andares.
Pero, por su facilidad de uso en el día, ciertas tecnologías de reconocimiento biométrico se han generalizado más que otras en aplicaciones comerciales. En los últimos años el reconocimiento facial, por ejemplo, se ha extendido para el manejo de dispositivos digitales. Nuevamente, Apple fue pionero en introducir la funcionalidad de desbloquear sus teléfonos inteligentes mediante detección de rostros en 2017 mediante el conocido como Face ID.
BBVA, por su parte, empezó a ofrecer ya en 2016 a sus clientes la posibilidad de abrir una cuenta bancaria solo con un 'selfie'. La entidad también ha explorado el reconocimiento de voz como un método para facilitar a las personas mayores dar fe de vida a través del teléfono, o la habilitación de pagos biométricos y otras operaciones financieras.
La biometría hoy y mañana: nuevos retos y palancas tecnológicas
La extensión de la biometría plantea una doble cuestión. Por un lado, surge la preocupación por cómo se protegen los datos biométricos en un mundo cada vez más digitalizado. Por otro, esta tecnología es también una oportunidad para combatir la suplantación de identidad en un contexto donde la IA generativa permite replicar rostros y voces humanas. Así, a pesar de ciertos mitos que todavía perduran, lo cierto es que la biometría se ha posicionado como uno de los métodos de verificación de la identidad más seguros.
En lo que respecta a la protección de datos, iniciativas como la de Veridas, startup de ciberseguridad fruto de una 'joint venture' entre BBVA y Das Nano, permiten garantizar la protección de la identidad mediante la transformación de los datos biométricos en vectores matemáticos. Esto quiere decir que las imágenes se convierten en representaciones numéricas, que son irreversibles (es decir, a partir de las cuales no se puede recuperar la imagen original) y que es la única información que queda almacenada en el sistema.
En este contexto, la regulación también juega un papel clave. El Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial, aprobado por la Unión Europea en 2024, ha impuesto restricciones significativas sobre el uso de tecnologías biométricas, como la prohibición del reconocimiento facial masivo en espacios públicos. Esta legislación busca equilibrar el avance tecnológico con la protección de los derechos fundamentales para así evitar ciertos abusos, como la vigilancia sin control.
Por otro lado, los sistemas biométricos presentan una oportunidad de defensa contra los 'deepfakes' (que ya han sido utilizados por criminales para imitar efectivamente la voz de personas reales para, por ejemplo, pedir un falso rescate o convencer a un empleado de realizar una transferencia). Tecnologías avanzadas de reconocimiento facial y de voz pueden detectar inconsistencias o características antinaturales que permitan identificar un contenido generado por inteligencia artificial.
Cada vez más extendidas, rápidas y fiables, las tecnologías de identificación biométrica están llamadas a seguir impulsando la seguridad y la accesibilidad de cada vez más productos o servicios, y convertirse en un factor imprescindible en el desarrollo de una auténtica identidad digital.