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Colección BBVA Act. 14 oct 2021

Retratos innovadores para personajes de excepción

Bilbao acoge la primera exposición dedicada a 'Goya y la corte ilustrada'. La muestra, que cubre principalmente el periodo madrileño y cortesano del artista, ha sido comisariada por Manuela Mena y Gudrun Maurer, jefa de conservación y conservadora, respectivamente, de Pintura del Siglo XVIII y Goya del Museo del Prado y expertas en Goya.

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Su destacada longevidad −vivió 82 años− permitió a Goya desarrollar una extensa trayectoria como retratista. En esta exposición se pone de manifiesto la doble faceta del artista; por un lado, como pintor del rey y pintor de cámara; por otro, como pintor de su círculo de familiares y amigos, tal y como reflejan la correspondencia con su amigo Martín Zapater y algunos de los retratos presentes en la muestra.

La fuerte empatía de Goya y su capacidad de análisis psicológico permiten dilucidar la personalidad de los retratados. Sus retratos proporcionan una lectura verosímil no sólo de la relación que el pintor mantenía con cada uno de ellos, sino también de las fortalezas o debilidades del retratado. Además, sus retratos dan testimonio del cambio social que se estaba produciendo en la sociedad española, cambio por el que la burguesía comenzaba a asumir un papel cada vez más relevante.

Según Manuela Mena, en el caso de los retratos de gran formato (por ejemplo 'La familia de Carlos IV', Museo del Prado), Goya ideó un sistema que evitara a sus clientes largas sesiones de posado. El pintor utilizaba bocetos realizados al natural muy detallados, que luego trasladaba al lienzo definitivo. Todo en Goya está perfectamente estudiado con anterioridad, nada queda al azar. Sin embargo, para los retratos individuales no parece que utilizase estudios del natural. Entregaba a sus clientes bocetos preparatorios del retrato, que le permitían mantener sesiones de posado más breves

Goya sorprende como pintor psicólogo. Ponía un cuidado obsesivo en captar por completo la personalidad del retratado, ya perteneciera a la realeza, a la aristocracia o a la burguesía, cuidando al máximo cada detalle −anatomía, atuendo, atributos, gestos− que pudiera caracterizar a su cliente. No puso menos esmero en los retratos de personas de la burguesía o de sus amigos que en los retratos de personajes ilustres.

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Retrato de Carlos III cazador - Colección BBVA

Manuela Mena apunta que, en los encargos oficiales, Goya no sigue los convencionalismos de su tiempo, como hacían otros grandes retratistas; no repite jamás una actitud, un ambiente o un espacio. Confiere a cada retrato un valor único y personal; analiza cada personaje, situación y lugar al que va destinada la obra.

La Colección BBVA posee dos retratos de Goya, 'Carlos III cazadory 'Pantaleón Pérez de Nenín'  que habitualmente están expuestos en el Palacio del Marqués de Salamanca en Madrid, excepto cuando están prestados a alguna exposición, como es el caso ahora del retrato de 'Pantaleón Pérez de Nenín', que se puede contemplar en la muestra de Bilbao.

A la caza de la naturalidad

Goya compartía con Carlos III la afición a la caza, actividad hasta entonces reservada a la realeza y a la nobleza. En esos momentos la caza pasa de ser un arte preparatorio para la guerra a convertirse en un divertimento, de ahí que en este retrato Carlos III esté representado en actitud reposada, descansando el arma. Inspirado en los retratos que Velázquez realizó de Felipe IV y del príncipe Baltasar Carlos niño (Museo del Prado) como cazadores, este retrato muestra algunas de las características del Goya más personal en el tratamiento del rostro. Según Gudrun Maurer, una de las comisarias de la exposición, “Goya creó con este retrato una imagen novedosa de un rey”, despojando a la imagen real de la rigidez, intemporalidad y jerarquía que hasta entonces eran imprescindibles, y otorgándole cierto naturalismo y mayor cercanía. Así, Carlos III aparece reposado, con cara de bonachón, rostro sonriente y pose de descanso; la presencia del perro, protegido por su amo, se convierte en símbolo de la seguridad de un pueblo bajo la protección de su monarca. En definitiva, una imagen de un rey más humano y cercano.

El retrato de 'Carlos III cazador' de la Colección BBVA estuvo colgado en el Convento ruso de Madrid; durante el siglo XIX, con la desamortización de los bienes de las órdenes religiosas, fue comprado por el rey Luis Felipe de Francia, que lo llevó al país vecino, donde estuvo expuesto en el Museo del Louvre. A la muerte del rey francés, lo compró el Duque de Almazán, que lo trajo de vuelta a España y posteriormente lo vendió al Marqués de Salamanca, que más tarde vendería el palacio y algunas de sus obras de arte al Banco Hipotecario.

Uno de los retratos más conmovedores de Goya

El otro retrato de Goya que posee la Colección BBVA cierra la sección  dedicada a personajes ilustres vascos y navarros de la exposición de Bilbao. Se trata de una de las joyas de la Colección BBVA, 'Pantaleón Pérez de Nenín', realizado por Goya en 1808, un óleo comprado por el Banco Exterior de España en 1961 a una colección particular española y que acaba de ser restaurado en los talleres del Museo del Prado.

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Don Pantaleón Pérez de Nenin - Colección BBVA

Pintado el año que comienza la Guerra de la Independencia, este es el único caso en el que Goya retrata a un oficial de los ejércitos que se enfrentaron a las tropas de Napoleón. Pantaleón era hijo de una acomodada familia hidalga que había contribuido económicamente a la creación del regimiento de húsares de la reina María Luisa. Los húsares solían acompañar a los reyes en sus cambios de residencia de la corte. Pantaleón había participado en 1801 en el conflicto con Portugal denominado “Guerra de las Naranjas” sin producir acciones violentas, lo que le procuró un ascenso.

El retrato lo presenta erguido y orgulloso de pertenecer al regimiento, vistiendo el uniforme reglamentario de capitán ayudante. La gran maestría con la que Goya trata las calidades táctiles, la suntuosidad y la riqueza del atuendo a través de un refinado tratamiento en los paños, los detalles del uniforme, el brillo de las botas y el lustro del sable −que aparece firmado y fechado “D. Pantaleón Pérez de Nenín. Por Goya 1808”− resaltan por contraste la debilidad del retratado, que se pone de manifiesto a través de una mirada perdida y melancólica.

En opinión de Manuela Mena, gran experta en Goya, “es uno de los retratos más conmovedores del artista y reflejo del profundo conocimiento que tenía de sus semejantes y de su capacidad para llegar al fondo de su personalidad”.

La expresión moderna del género del retrato se debe en gran parte a la burguesía, la nueva clase que surge a finales del siglo XVIII y cuyos representantes pasan a formar parte de un género pictórico que hasta el siglo XIX estaba principalmente reservado a la realeza y aristocracia. Esta exposición hace especial hincapié en los retratos de este nuevo e ilustrado estamento social. Por otro lado, Goya también avanzó hacia el futuro del retrato. Su refinada técnica, su maestría y su espontaneidad a la hora de aplicar la pincelada le convierten en uno de los pintores españoles más originales de todos los tiempos y precursor de la modernidad.