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Cuatro casos de emprendimiento social: inspiración y solidaridad

Unos zapatos que crecen hasta cinco números, formación de mujeres de bajos recursos como programadoras informáticas, botellas sostenibles y prótesis en 3D para niños. Son cuatro ejemplos de emprendimiento social. Pieza importante en la sostenibilidad y elemento clave para mejorar la vida de la población vulnerable es su misión.

Cuatro casos de emprendimiento social: inspiración y solidaridad

El emprendimiento social es una forma de ver la vida, una actitud, una perspectiva corporativa a partir de la cual las empresas dirigen esfuerzos y recursos a la elaboración de soluciones innovadoras para problemas sociales. Según el informe European Social Enterprise Monitor (ESEM) 2021-2022 elaborado por Esade, el promedio de edad de las empresas recogidas en el estudio es de 15 años –en comparación con la media de Alemania, que es de 3 años– y el 25% de ellas se fundaron antes del año 2000, cuando en España todavía no se utilizaba el concepto de empresa social.

En otras regiones del mundo como América Latina este emprendimiento realiza en muchas ocasiones una labor de la que los propios gobiernos no se encargan, como asegura Felipe Symmes, codirector de investigación de VIVA Idea, un laboratorio de ideas enfocado en desarrollo sostenible.

“En América Latina tenemos un Estado débil o fallido, que no funciona como un Estado de Bienestar. Entonces los emprendedores sociales vienen a tomar un rol que, en gran parte, el Estado no ha tomado”, aseguraba en una entrevista.

Para entender mejor cuáles son los objetivos del emprendimiento social y cuál es su filosofía nada mejor que dar ejemplos. Hemos seleccionado cuatro casos de gran impacto y alcance destinados exclusivamente a ayudar a grupos de personas a las que les falta algo muy necesario para sus vidas.

‘El zapato que crece’

En 2007, Kenton Lee, un voluntario de Idaho (EE. UU.) que trabajaba con menores en situación de pobreza en Kenia, reparó en los zapatos de una niña junto a la que caminaba. Eran extremadamente pequeños. Tanto, que sus dedos sobresalían por delante. En ese momento Lee pensó que tenía que haber una fórmula para que los zapatos de un niño se expandieran, se hicieran grandes y crecieran. Fue a partir de entonces cuando comenzó a gestar en su cabeza la idea de poner en marcha la asociación The Shoe That Grows (‘El zapato que crece’). Tardó seis años en hacer realidad su idea, pero finalmente él y sus socios inventaron un zapato que se hace grande y llega a crecer hasta cinco números de pie.

Cuatro casos de emprendimiento social: inspiración y solidaridad

Más de 1.500 millones de personas padecen enfermedades transmitidas a través del suelo en todo el mundo. Sin zapatos, los niños son especialmente vulnerables a ellas. La versión más vendida de The Shoe That Grows cuesta 20 dólares (casi 19 euros) por par para quien quiera comprarlos. Este precio cubre los costes asociados con la producción y distribución de zapatos.

Existen varias formas de colaborar que van desde suscribirse a un tipo de donación mensual de un par de zapatos al mes hasta adquirir directamente los zapatos desde su web para que sean enviados a cualquier comunidad del mundo con la que el comprador tenga relación.

Formación para reducir la brecha digital

El emprendimiento social en América Latina está adquiriendo cada vez más protagonismo. Es tan necesario que muchos emprendedores han tomado la responsabilidad de poner en marcha iniciativas que ayuden a comunidades desfavorecidas. Y hay muchas en la mitad sur del continente americano.

Laboratoria es un proyecto de emprendimiento social que forma a mujeres jóvenes con bajos recursos en países como Perú, México o Chile como programadoras y expertas en desarrollo web. Mariana Costa es su CEO y cofundadora. Estudió Relaciones Internacionales en la London School of Economics y Administración Pública y Desarrollo en la Universidad de Columbia, en Nueva York.

El programa de Laboratoria ha formado ya a más de 3.300 mujeres que pueden aprender las habilidades del futuro y transformar su vida. La empresa existe para impulsar una economía digital más diversa e inclusiva. Las participantes pueden formarse en un curso de seis meses en habilidades digitales. Laboratoria ofrece un 85% de empleabilidad (desde 2020) y tiene acuerdos con 1.100 empresas empleadoras.

Agua mineral embotellada sostenible

España cuenta con numerosos modelos de emprendimiento social. Pero hay dos en los que merece la pena detenerse. Uno de ellos es Auara. El otro, Autofabricantes.

La primera es una empresa de agua mineral embotellada sostenible. Fueron las primeras botellas de Europa fabricadas con material 100 % reciclado y 100 % reciclable. “El objetivo de Auara es la razón por la que nació”, explica su CEO, Antonio Espinosa de los Monteros. “Gracias a distintos viajes como voluntarios en proyectos de cooperación descubrimos que la falta de agua potable es la pobreza material más grande que existe. Queríamos impactar en la vida de las personas a través de la salud y otras derivadas como la igualdad o la infancia, ya que son las mujeres y los niños quienes principalmente acarrean el agua largas distancias”.

Con los beneficios de la venta de agua Auara desarrolla proyectos en países en vías de desarrollo. “Nuestro objetivo es llevar agua potable a más de 200.000 personas en los próximos 5 años, dejando huella en sus vidas”, según afirma la compañía en su página web.

Cuatro casos de emprendimiento social: inspiración y solidaridad

Laboratorio ciudadano en asistencias técnicas

Autofabricantes es un proyecto de investigación y desarrollo de prótesis y proyectos en 3D con los usuarios en el centro del diseño. Así lo define Francisco Díaz, su coordinador. Lo organiza desde 2015 en la sede de Medialab-Prado de Madrid. “Generamos un espacio de confianza y confort con los niños, a quien estamos dirigidos, y cuando están con una serie de personas que les apoyan y escuchan se lanzan más a explicarles lo que quieren hacer”, afirma.

Son los pequeños quienes diseñan sus propias prótesis a través del diseño digital. “Trabajamos con la invasión mínima del cuerpo y teniendo muy en cuenta las actividades de ocio que los niños quieren realizar. Por ejemplo, Julia no tiene una de sus manos y quería hacer tiro con arco. Realizamos una prótesis para que pudiera llevarlo a cabo”.

En Autofabricantes trabajan diseñadores, ingenieros, terapeutas y algunos estudiantes de la Universidad Politécnica de Madrid. “Se han diseñado y realizado prótesis de diferentes tipos que utilizan al menos 30 niñas y niños y se están desarrollando otras líneas de investigación como un bipedestador, un instrumento musical adaptado para niños con parálisis cerebral, comportamiento de materiales de impresión 3D, prótesis de brazo completa para adultos y prótesis de pierna articulada”, según afirman en su página web.

Son iniciativas que se han convertido en modelo para ayudar a emprender en todo el mundo. Estos cuatro ejemplos constituyen sólo una mínima parte de lo que implica el emprendimiento social y de su finalidad última. Afortunadamente, el fenómeno no para de crecer en todo el mundo. Mentes solidarias y emprendedoras para ayudar a los más vulnerables.