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Pobreza social: más allá de los ingresos, una exclusión estructural

La pobreza social es la situación de aislamiento y exclusión social que sufre una persona por factores económicos y extraeconómicos (educación, salud o acceso a internet, etc.). El problema afecta a personas o colectivos a los que se les cierra la puerta por no poder alcanzar la calidad de vida que se percibe como habitual en el contexto social al que pertenecen.

La pobreza social significa exclusión. Cuando una persona o grupo social es privado de recursos, derechos y oportunidades que son accesibles a otros miembros de la comunidad, y evita participar plenamente en la vida social, económica y cultural, estaríamos ante una situación de pobreza social. En esta condición, que impide un desarrollo vital digno, cuenta la falta de ingresos, pero sobre todo influyen los factores extraeconómicos.

Unos meses antes de la pandemia por covid-19, el Gobierno de Argentina impulsó una investigación sobre pobreza multidimensional   –índice que permite medir las carencias en salud, educación y calidad de vida– en la ciudad de Buenos Aires. A los encuestados se les preguntó si veían necesario disponer de Internet de banda ancha. Contestó que sí poco más de la mitad. Cuando se repitió el estudio, después de la crisis sanitaria, el porcentaje había subido al 80 %.

El ejemplo que trae a colación Héctor Nájera, investigador de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) especializado en desigualdad y pobreza, le sirve para escenificar cómo las necesidades y la forma de satisfacerlas pueden variar de un contexto social a otro, y además van evolucionando con el paso del tiempo. “Algunas lo hacen de manera más lenta, y otras muy rápido, debido a un evento concreto, como una pandemia o el cambio climático”, concreta.

Pobreza social vs. pobreza relativa: qué las distingue y cómo se entrelazan

Cuando se le pide analizar el fenómeno de la pobreza social, Nájera recurre al enfoque metodológico de privación o pobreza relativa, acuñado por el sociólogo Peter Townsend: un individuo o colectivo se encuentra en situación de pobreza relativa cuando carece de los recursos para mantener “las condiciones de vida y comodidades que son habituales, o al menos ampliamente fomentadas o aprobadas, en la sociedad a la que pertenece”. Un concepto dinámico que radiografía la percepción de la pobreza en cada momento y contexto social.

Impacto de la pobreza social: exclusión, aislamiento y desigualdad persistente

La pobreza también limita la participación en la vida social. “Sitúa a los individuos que la padecen fuera de las normas sociales de participación, no porque quieran sino porque alguien les cerró la puerta”, acota Nájera. Lo opuesto a la participación es la exclusión social, que se manifiesta en varias esferas de la vida: vida cultural, política, ciudadana o comunitaria.

“En los países desarrollados existe toda una línea de investigación que relaciona pobreza y aislamiento social”, apunta Nájera. No se trata de que una persona pase hambre, sino de que no sea capaz de llegar al estándar de calidad de vida que ha establecido el país en el que le ha tocado nacer o vivir. Y eso lo excluya. Se ve muy claro con la brecha digital que sufren colectivos como las personas mayores o con discapacidad.

Grupos más vulnerables ante la pobreza social: causas y efectos en la salud mental

La pobreza social se debe muchas veces a la discriminación, las barreras de acceso a la educación o la salud, la falta de oportunidades de empleo o de representación política. Como recuerda Nájera, es un predictor de problemas de salud mental y adicciones. “Abre todas estas espirales negativas, indeseables e inaceptables”, incide.

Según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas), la tasa de pobreza regional, que aumentó con la pandemia, se ha reducido a un nivel similar al del 2014. En 2023, alcanzó la cifra más baja registrada. Pero la desigualdad de ingresos se mantiene alta, lo que, a juicio de Nájera, debilita el crecimiento económico. “Hemos hecho un buen trabajo, como sociedad, para reducir los niveles de pobreza más agudos, pero la alta desigualdad se convierte en una barrera para mejorar las condiciones de trabajo y para reducir los niveles de pobreza más representativos de las necesidades de la población en el siglo XXI”, señala.

Especialmente grave parece el aumento de los trabajadores pobres, como constata la Organización Mundial del Trabajo (OIT) en un documento que lleva por título Los trabajadores pobres o cómo un empleo no garantiza unas condiciones de vida dignas. En el esquema económico tradicional, un empleo estable, con un cierto nivel salarial y de protección, sería el mecanismo último para escapar de la pobreza. Sin embargo, un 13 % de los trabajadores de todo el mundo son moderadamente pobres, y un 8 %, extremadamente pobres, según datos de la OIT. En Europa y Asia Central, el porcentaje baja a un 1,1 % en cada una de las categorías, en América sube al 2,8 % (moderadamente pobres) y al 1,4 % (extremadamente pobres), respectivamente. Lo que hace que la pobreza social no sea cosa únicamente de los países subdesarrollados, sino que también puede estar presente en aquellos que tienen un alto nivel de vida.

Cómo combatir la pobreza social: políticas efectivas y modelos de éxito internacional

Nájera defiende que, incluso bajo el enfoque de V, hay dos criterios que, si se cumplen, reducen el problema prácticamente a cero: una política social amplia, “que cubra los riesgos a largo plazo de las personas, sobre todo de salud y formación de familias; y de corto plazo, como la enfermedad y transición escuela-trabajo”. Y un crecimiento económico con distribución, e impuestos progresivos.

Para el Banco Mundial, la inclusión financiera es un elemento clave para promover la prosperidad, y, por lo tanto, una palanca para combatir la pobreza social. Considera que el acceso a los servicios financieros formales es un elemento facilitador de siete de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). “Como titulares de cuentas, es más probable que las personas usen otros servicios financieros, como el crédito y los seguros, para iniciar y ampliar negocios, invertir en educación o salud, administrar riesgos y superar conmociones financieras, lo que puede mejorar la calidad general de sus vidas”,  cita el Banco Mundial en un artículo sobre inclusión financiera.

Para que esto ocurra, ha de haber un acuerdo social, es decir, un amplio sector de la población que crea en que ésa es la vía. Lo han conseguido especialmente los países nórdicos, en Europa. También Japón, y Corea del Sur, “que viene de unas décadas de muy alto crecimiento, con una fuerte distribución”, describe Nájera. En América Latina y el Caribe, los territorios que han tenido crecimiento con un cierto nivel de distribución –léase Chile y Brasil– han sido, también, los más exitosos en la erradicación de la pobreza. Mientras que EE. UU. es ejemplo de lo contrario, según cuenta el experto: no hay distribución ni prácticamente política social, y ostenta unos niveles de pobreza similares a los de un país en vía de desarrollo. “La pobreza, en última instancia, es un problema político”, concluye.