¿Qué es la sostenibilidad? Un camino urgente y sin marcha atrás
La sostenibilidad se rige bajo el principio de asegurar las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras, siempre sin renunciar a la protección del medioambiente, el crecimiento económico y el desarrollo social. El cambio climático obliga a los consumidores al replanteamiento de los hábitos de vida y urge a empresas e instituciones a cambiar su propósito hacía una economía circular e inclusiva que tenga en cuenta lo social, lo económico y lo ambiental.

Fue en 1987 cuando, tras un encargo de la ONU para organizar una agenda mundial para construir un futuro más próspero, seguro y justo, la primera ministra Noruega Gro Harlem Brundtland definió el concepto de desarrollo sostenible. Recogido en el Informe Brundtland, se refiere al "desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades". Esta es la primera vez que se hablaría de sostenibilidad en la era actual.
¿Qué significa el término de sostenibilidad?
La sostenibilidad se basa en el principio de asegurar las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras, siempre sin renunciar a la protección del medioambiente, el crecimiento económico y el desarrollo social.
¿Cuáles son los tipos de sostenibilidad?
- Sostenibilidad ambiental: es la gestión eficiente de recursos naturales en la actividad productiva, permitiendo su preservación para las necesidades futuras.
- Sostenibilidad económica: implica el uso de prácticas económicamente rentables que sean tanto social como ambientalmente responsables.
- Sostenibilidad social: La sostenibilidad social busca fortalecer la cohesión y estabilidad de las poblaciones y su desarrollo vital.
Los puntos claves de la sostenibilidad
Una de las palancas para aupar la sostenibilidad y ubicarla definitivamente en la agenda pública fue la Cumbre del Clima (COP27). La cita extendió la invitación a instituciones, gobiernos y empresas que, coincidiendo con la cumbre, aprovecharon para acercar posturas o hacer públicos sus avances. El apoyo de los países desarrollados a los emergentes fue uno de los temas clave en las negociaciones de la COP27.
Otro de los grandes revulsivos hacia la sostenibilidad ha sido el descontento contra el sistema lineal de utilizar y desechar, capitalizado por el movimiento social de jóvenes que llamaban al cambio. Nicola Cerantola, experto en economía circular y fundador de Ecologing, explica que “necesitamos alfabetizar a empresas, instituciones y ciudadanos en sostenibilidad; recapitalizar la industria europea hacia un tejido diversificado y resiliente, un término que debe estar embebido en nuestra forma de vivir, desde la producción, al consumo y diseño de las ciudades”.
Cada vez son más los ciudadanos que buscan productos que reduzcan el consumo de recursos en su diseño y fabricación, sean reutilizables y fácilmente reciclables y que usen materias primas cuyos residuos puedan recuperarse. O lo que es lo mismo, las 4Rs que menos impactan negativamente en el medioambiente. En la actualidad, el faro que guía la actuación de gobiernos y empresas son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas y el Acuerdo de París. Además, en la Unión Europea, el Pacto Verde Europeo (European Green Deal) juega un papel clave de cara a tomar medidas para hacer frente a los desafíos vinculados con el clima y el medioambiente.

Sectores invitados a la transición verde
Uno de los objetivos más ambiciosos y complicados es que esta transición ecológica pueda hacerse en todos los sectores, porque no todos encuentran alternativa hoy en día. Por ejemplo, en la construcción, con materiales pesados que no tienen sustituto. “España está cerca de estar madura en construcción sostenible, pero la transición es difícil de gestionar; necesitamos más que voluntad. Si somos hábiles, le podremos sacar mucho partido”, explica Miguel Mitre, arquitecto bioclimático y miembro del Green Building Council España.
También existen otros sectores difíciles de descarbonizar, como el del acero, la aviación o el transporte pesado de mercancías, para los que se requiere de inversión. Y no solo eso: para poder incluir a todos hace falta de un impulso económico en materia de innovación, donde las ‘cleantech’ (también conocidas como tecnologías limpias) juegan un papel muy importante tanto en la adaptación como en la mitigación del cambio climático. En este sentido, el sector financiero ha mostrado un notable interés en la transición para alcanzar el objetivo de cero emisiones, ofreciendo asesoramiento y financiación para proyectos.
Entidades financieras como BBVA han fijado un nuevo objetivo de canalización de negocio sostenible de 700.000 millones de euros desde 2025 hasta 2029. Esto supone más que duplicar el anterior de 300.000 millones de euros del periodo 2018-2025, y que se alcanzó en 2024. Además, cuenta con una unidad específica de ‘cleantech’ con el fin de financiar las tecnologías limpias y ampliar la oferta de negocio sostenible. Esta unidad cuenta con equipos en Houston, Nueva York, Londres y Madrid especializados en asesoría y financiación.
Una transición más allá de lo ambiental
Pero la sostenibilidad no solo es medioambiental sino también social y–por ende– económica. Una transición justa implica garantizar que los cambios necesarios para proteger el planeta vayan acompañados de oportunidades reales para las personas. Esto significa crear empleos verdes – en sectores como las energías renovables, la construcción o el transporte – pero también asegurar que esos trabajos sean dignos, seguros y estables, especialmente para quienes hoy están en riesgo de quedarse atrás.
Desde la dimensión social, la sostenibilidad busca reducir desigualdades y promover un desarrollo inclusivo. Esto abarca desde el acceso a servicios financieros básicos hasta la educación, la salud, la igualdad de género o la integración de colectivos vulnerables. Una sociedad sostenible no solo respeta el entorno, también protege a sus ciudadanos y les da herramientas para avanzar.
También es socialmente sostenible una comunidad que invierte en la gente, que apoya a jóvenes, migrantes, mujeres o emprendedores con oportunidades de formación, empleo y crecimiento. Que responde ante emergencias y construye resiliencia local. Siendo consciente de que no habrá transición posible si no va acompañada de cohesión social, justicia y equidad, BBVA ha destinado casi 600 millones de euros entre 2021 y 2024 a iniciativas sociales que han beneficiado a más de 100 millones de personas.
Alianzas para crear un futuro más sostenible
Pese a los avances, los expertos coinciden en que vamos tarde. “Hemos postergado mucho las soluciones y ahora tenemos que hacer mucho en poco tiempo; no tenemos otra”, insiste Viñuales. “Tenemos que hacer un ejercicio de talento y esfuerzo para escudriñar los cambios más rápidos; los atajos...”. Y “llegar a acuerdos”, como insiste el embajador de Pacto por el Clima (ONU) y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, César García Aranda.

Para no perder esta oportunidad, la colaboración es esencial. “Ni los gobiernos pueden por sí solos, ni las empresas, ni las organizaciones sociales... Lo importante son las alianzas. Nos necesitamos unos a otros. Se requiere más colaboración público-privada, más cooperación global... Y también entre entidades del mismo sector, por qué no. En temas que trascienden el negocio a corto plazo y que tienen que ver con la necesidad de crear un país sostenible, todos los bancos estamos interesados. Nunca había habido tanta complicidad”, asegura Antoni Ballabriga, director Global de Inteligencia en Sostenibilidad de BBVA.
“La recuperación sostenible no es una cuestión de ideología, es que es lo más rentable. Estamos en un punto crítico y hace falta inversión y capacitación”, detalla Mikel González-Eguino, experto en cambio climático, energía, economía ambiental y asuntos públicos, entre otros y miembro del BC3. “Tenemos que ver cuáles son nuestras fortalezas para tener sectores industriales y productivos que sean líderes”, añade.
Al planeta no le salen las cuentas si cada año agotamos los recursos. Ese desequilibrio denunciado por la ciencia es una preocupación compartida. Estamos llamados a adoptar la sostenibilidad como guía y a cambiar la forma de gestionar lo social, lo económico y lo ambiental. También a vivir según los ritmos y límites del planeta. Repensar la forma en que vivimos, nos movemos y vestimos es clave. También nuestra forma de producir y consumir – basada en una economía lineal– de adquirir, usar y tirar. También es fundamental que el proceso se mida sobre criterios de transparencia, de forma que no sea utilizado para hacer ‘greenwashing’ (lavado de imagen verde), y tener en cuenta el impacto que esta transición va a tener en las personas en materia de desarrollo social y económico.