Cerrar panel

Cerrar panel

Cerrar panel

Cerrar panel

Los humedales, el hogar del 40 % de la biodiversidad, piden ayuda

Ocupan solo el 6% de la Tierra pero contienen el 40% de todas las especies de animales y plantas y son importantes para mitigar el cambio climático. Desde el año 1700, han desaparecido el 90% de los humedales, áreas costeras y de agua dulce. Protegerlos es salvaguardar el agua, la sostenibilidad de la agricultura y la salud humana.

Cuando arreciaba el calor de agosto, cuando se pasaban meses sin llover, cuando los vientos del oeste apenas dejaban escapar la humedad del Atlántico, siempre quedaba la laguna Santa Olalla. Allí se refugiaban los últimos flamencos, aquellos que se resistían a abandonar Doñana (Huelva). Después, llegaba el otoño, con sus lluvias torrenciales, y el invierno, con sus temperaturas suaves, y el mayor humedal de Europa se volvía a llenar. El agua inundaba Santa Olalla, pero también otras lagunas como las del Acebuche, el Acebrón y el Sopetón. Y con ella volvían las aves.

Pero estos procesos naturales son algo cada vez más infrecuente. El verano pasado, Santa Olalla se secó por completo. Fue la tercera vez –desde que empezaron a tomarse registros hace medio siglo– en que la laguna permanente más grande de Doñana se quedó sin agua. La sequía y las altas temperaturas marcaron 2022, según el último informe de seguimiento del espacio natural publicado por la Estación Biológica de Doñana. Fue el cuarto año más seco desde 1978 y se batieron los registros de temperatura máxima (46,3 °C) y de temperatura media anual (18,53 °C).

Sin embargo, aunque Doñana lleva 10 años consecutivos con niveles de precipitación inferiores a la media, la causa principal del vaciado de las lagunas es la sobreexplotación de los acuíferos. Estos no solo dan de beber al humedal, sino también a la localidad de Matalascañas (que multiplica su población con los turistas en verano) y a miles de hectáreas de regadío, de las cuales 1.900 extraen agua subterránea de forma ilegal, según cálculos de WWF. Así, la sequía y la mala gestión del acuífero han puesto contra las cuerdas a una de las últimas joyas de la biodiversidad que quedan en Europa.

De acuerdo con los datos de la Estación Biológica de Doñana, la presencia de aves que pasan el invierno en este refugio natural es cada vez más baja. También escasea el conejo, una especie clave en los ecosistemas mediterráneos, ya que modela el ecosistema y es una presa clave para depredadores como el lince ibérico y el águila imperial. Y sin agua tampoco hay tortugas: hasta 1995 el galápago leproso y el galápago europeo estaban presentes en buena parte del parque, pero hoy son cada vez más difíciles de localizar.

El caso de Doñana es paradigmático, pero no es único. El 90 % de los humedales costeros y de agua dulce del planeta ha desaparecido desde el año 1700 y el ritmo de destrucción se ha acelerado en el último medio siglo (el 35 % se ha perdido desde 1970). Los humedales –como pantanos, manglares y marismas– contienen el 40 % de todas las especies de plantas y animales conocidas del planeta, y están desapareciendo tres veces más rápido que los bosques.

¿Qué son los humedales?

Los humedales son uno de los sistemas naturales más complejos, productivos y dinámicos de la Tierra. Ocupan apenas un 6 % de la superficie del planeta, pero prestan servicios tan importantes como el control de inundaciones, la recarga de aguas subterráneas, la estabilización de las costas y su protección contra las tormentas y la erosión del mar, la retención de sedimentos y nutrientes, la depuración de aguas o el almacenamiento de carbono, clave para mitigar el cambio climático. Sin embargo, el ser humano no siempre ha valorado su importancia.

Hasta bien entrado el siglo XX, los humedales eran considerados en casi todo el mundo como espacios improductivos y generadores de enfermedades. El objetivo principal era drenarlos y transformarlos para uso agrícola. Solo en España, la gran mayoría de zonas húmedas naturales desaparecieron ya antes de los años setenta del siglo pasado para convertirlas en terrenos en los que cultivar alimentos. Hoy apenas quedan en el país 300.000 hectáreas de humedales protegidas bajo la Convención Ramsar, el tratado internacional para la conservación de los humedales, y el 85 % está en un estado de conservación preocupante.

Mientras en Europa se conserva lo poco que queda, en otros países la situación es totalmente opuesta. En Argentina, por ejemplo, los humedales ocupan el 21,5% de la superficie total del territorio. Son más de 600.000 kilómetros cuadrados de ecosistemas diversos que ocupan desde los altos de los Andes hasta los parajes remotos de Tierra del Fuego. Sin embargo, apenas 55.000 kilómetros cuadrados forman parte de la Convención Ramsar. La mayoría está seriamente amenazada por la expansión urbana, minera y agrícola, la contaminación química, la extracción de agua y los incendios.

Los servicios para la mitigación del cambio climático, la adaptación, la protección de biodiversidad y la salud humana que prestan los humedales superan a los de cualquier otro ecosistema terrestre. De acuerdo con el último informe de Ramsar, mejorar la gestión de los humedales trae beneficios para la salud, la seguridad alimentaria y el agua de más de 1.000 millones de personas. Por ponerlo en cifras económicas, se estima que el valor de los servicios de los ecosistemas de humedales para la salud, el bienestar y la seguridad del ser humano es de 47.400 millones de dólares al año.

Además, los humedales costeros, como los manglares, absorben y almacenan carbono hasta 55 veces más rápido que las selvas tropicales. Solo las turberas, depósitos de material vegetal parcialmente descompuesto que se almacena en condiciones de anegamiento y que cubren el 3% de la superficie terrestre del planeta, almacenan el 30% de todo el carbono que secuestran las tierras emergidas. Esto convierte también a los humedales en una pieza clave para ralentizar el cambio climático y cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Eso sí, para ello debemos detener por completo la conversión y el drenaje de los humedales intactos que quedan y restaurar el 50% de todas las turberas perdidas antes de 2030.

Proteger los humedales que quedan en el planeta es proteger los flamencos de Santa Olalla y las futuras generaciones de lince ibérico de Doñana, pero también es proteger el agua, la sostenibilidad a largo plazo de la agricultura y la salud humana. Además, son una ayuda esencial en la carrera para frenar el cambio climático y adaptarnos a él, una carrera en la que no estamos como para desperdiciar aliados.

'Podcast': Conservar la biodiversidad: eres parte de la solución

00:00 07:33