Participación social: incluir la mirada de los más vulnerables para mejorar la realidad
Es un hecho que las personas vulnerables participan menos en la sociedad. Incorporar su realidad –y también su mirada– resulta fundamental para un desarrollo inclusivo y sostenible. Conseguirlo implica acciones por parte de poderes públicos, sector educativo y formativo, empresas, ONG y de los propios colectivos afectados. De estos deben salir líderes que propicien los cambios.

“Antes, en los ingenios éramos vistos como enemigos, la piedrita en el zapato. Cada uno salía a buscar el sustento, a veces recurriendo a cosas malas porque teníamos que llevar comida a casa. Pero estamos demostrando que somos personas en las que pueden confiar”. Juan Carlos Arce era carretillero, experto en extraer ilegalmente caña de los terrenos de la azucarera Incauca, en el norte del Cauca (Colombia), para luego venderla en trapiches locales. Un proyecto de negocio inclusivo entre esta industria y la ONG Codespa ha fomentado el asociacionismo de estos trabajadores informales. Ahora son recolectores del Residuo Agrícola de la Cosecha (RAC) y alimentan con bagazo y hoja de caña las calderas de la empresa que antes sufría sus robos. Incauca se convirtió en 2022 en la azucarera cogeneradora de energía eléctrica más grande del país.
”Al promover el asociacionismo, hemos logrado que los carretilleros aumenten sus ingresos en un 95 %. Todo gracias a los pagos por la recolección y transporte de biomasa, dentro de su relación comercial con Incauca. Han mejorado sus condiciones de vida y las de sus familias. También han podido acceder a la seguridad social y mantener el funcionamiento de sus asociaciones”, refrenda Andrés Rodolfo Trujillo, representante de Codespa Colombia. En última instancia, el proyecto “ha contribuido a la creación de una comunidad más inclusiva y sostenible”, añade.
Un total de 194 carretilleros y 465 familias –lo que suma más de 2.300 personas– se han organizado en torno a tres asociaciones en los municipios de Miranda, Padilla, Guachené y Corinto. Se trata de una zona del Cauca castigada durante muchos años por la violencia, “lo cual ha traído consigo pobreza y desigualdad”, recuerda Trujillo.

No haría falta recordarlo pero “pobreza y carencias materiales suelen ir asociadas a la incapacidad para participar plenamente en la vida social, por faltar un acceso adecuado al empleo, la educación y la formación, la vivienda, el transporte o la asistencia sanitaria”. Así lo expone la Guía Metodológica de la Participación Social de las personas en situación de pobreza y exclusión social, elaborada por EAPN España (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social).
Se trata de un cóctel multi-factorial muy difícil de desactivar, reconoce Lara Alba, experta en participación social y pobreza y coordinadora de proyectos en EAPN España. Aunque ella prefiere hablar de personas en situación de vulnerabilidad, por ser un concepto más amplio y rico que el de pobreza. “La pobreza te coloca en situación vulnerable pero hay que tener en cuenta más variables”, argumenta. La edad, la etnia, el género, la orientación sexual, la discapacidad, las adicciones, vivir en el mundo rural o, cada vez más, la brecha digital.
Tipos de participación social
El concepto ‘participación social’ no es un bloque monolítico sino poliédrico, de manera que hay que actuar de manera diferente en cada una de sus caras.
- Participación política: acudir a manifestaciones, afiliarse a un partido, votar. Estudios realizados en todo el mundo (en España destacan los desarrollados por los investigadores Manuel Trujillo y Braulio Gómez) establecen una relación directa entre exclusión social y abstención en unas elecciones.
- Participación social propiamente dicha, en una ONG o en otras estructuras sociales fuera del sistema político formal.
- Participación comunitaria, la más cercana al día a día de las personas: en la asociación de vecinos, en el AMPA (asociación de madres y padres de alumnos). “Muchas veces el problema radica en que estas estructuras de participación ni siquiera existen”, observa Lara Alba.
- Participación ciudadana, referida a otros mecanismos, aparte del voto, que establecen el Estado o las administraciones regionales y locales: referéndums, iniciativas legislativas populares, consultas, asambleas y foros ciudadanos.

¿Qué impide a las personas participar en la sociedad?
Las barreras que impiden a los colectivos más vulnerables ser más activos socialmente responden a factores económicos, culturales y/o sociológicos. Obedecen a percepciones personales –no ver retorno ni beneficio en el hecho de participar– o ser externas al individuo –la inexistencia de mecanismos activos para una participación efectiva–. Las personas en riesgos de exclusión preguntadas por EAPN coinciden en señalar cuatro grandes escollos:
- Su prioridad no es ser más activas socialmente sino sobrevivir en su día a día.
- Haber quedado excluidas del sistema educativo las deja sin conocimiento de cómo funcionan los procesos democráticos. También afecta su autoestima. “Dónde voy yo, que no tengo ni la Educación Secundaria Obligatoria” es un comentario que la experta de la EAPN escucha bastante.
- El estigma y la discriminación social que sufren.
- La brecha digital. “La tecnología facilita la consulta y participación ciudadana pero por otro lado deja atrás a quienes no tienen acceso o conocimiento”, declara Alba.
Para tratar de desactivar el círculo vicioso entre vulnerabilidad y falta de participación social de los carretilleros del norte del Cauca, Codespa siguió su Método Code, que aspira, como condición indispensable, “a obtener la participación de los más vulnerables”. “Creemos que encontrar oportunidades es clave para mejorar los entornos y transformar la realidad de las comunidades más vulnerables. Siguiendo el proverbio “Dale un pez a un hombre y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”, lo llevamos un paso más allá: “Enséñale a vender el pez, y será autosuficiente para siempre”, argumenta Trujillo.
Marcelo Prado, profesor de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina), defiende el fomento de líderes locales y sociales dentro de los propios entornos desfavorecidos: conocen los valores de su colectivo, sus problemas, y son interlocutores inestimables en la búsqueda de soluciones. “Pueden ser agentes de cambio, sin importar su condición o nivel sociocultural, sino solamente su vocación social y el conocimiento del entorno”, escribe en un módulo sobre estrategias de liderazgos para comunidades vulnerables elaborado para la Red de Planificación para el Desarrollo en América Latina y el Caribe ILPES/AECID.
Trabajar juntos para conseguir una participación social plena
La red EAPN pide a estados, gobiernos y administraciones que generen espacios de participación para que todas las personas y sus demandas sean tenidas en cuenta. Las organizaciones del Tercer Sector, por su parte, “deberían incorporar a sus usuarios o beneficiarios a sus estructuras organizativas”, reclama esta experta. La mejora de la gobernanza pasa por ser permeable al colectivo al que representa en lugar de infantilizarlo o adoptar una postura paternalista, opina.
La sociedad en su conjunto tiene como tareas pendientes la alfabetización en participación, “un proceso que va mucho más allá de votar cada cuatro años”, dice Lara Alba; trabajar la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de las empresas desde una perspectiva participativa; o incorporar los valores de inclusión y equidad en metodologías, estrategias e investigaciones.
En 2022, un total de 712 millones de personas vivían en la pobreza extrema en el mundo, 23 millones más que en 2019, según datos del Banco Mundial. En palabras de Alba, la humanidad no puede permitirse excluir a este enorme capital humano si pretende un desarrollo sostenible e inclusivo.
En términos cualitativos, “las personas vulnerables tienen un conocimiento muy profundo de cómo funcionan las estructuras sociales”, señala Alba. “Son usuarias de comedores sociales, han hecho papeleo para ayudas y subvenciones, acuden a los bancos de alimentos, saben dónde están los recursos”. Su participación sería muy valiosa para mejorar programas y servicios, pero ni se les facilita el espacio ni ellas tienen el tiempo para sentarse a hablar y reflexionar, según lamenta. “Es importante que pasen de objetos a sujetos de la acción”, reivindica.