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¿Por qué la COP15 es clave para la biodiversidad del planeta?

La biodiversidad del planeta está en riesgo y muchas de las posibilidades de frenar su destrucción e impulsar su regeneración pasan por la cumbre del Convenio sobre Diversidad Biológica, la COP15 (Conference of the Parties), que se celebra a partir del 7 de diciembre en Canadá. La conservación de áreas terrestres y marinas, la restauración de ecosistemas degradados e impulsar la financiación serán algunos de los temas que se abordarán en Montreal en una cita que, para algunos expertos, será el equivalente del Acuerdo de París de la biodiversidad.

¿Por qué la COP15 es clave para la biodiversidad del planeta?

Las poblaciones de animales salvajes se han reducido un 69% en los últimos 50 años. Tres cuartas partes de la superficie terrestre han sufrido alteraciones considerables y se ha perdido el 85% de la superficie de humedales. Desde 1990, se han deforestado 440 millones de hectáreas de bosques, unas 10 veces la superficie de España. Y así podríamos seguir durante días, hasta llenar páginas y páginas de datos. La biodiversidad del planeta están en riesgo y, con ella, nuestro futuro. Buena parte de las opciones de frenar su destrucción pasan por las negociaciones de la COP15, la próxima cumbre del Convenio sobre Diversidad Biológica (CBD, por sus siglas en inglés) que empieza el 7 de diciembre en Montreal (Canadá).

El encuentro llega con dos años de retraso, tras haber sido dividida en dos partes (la primera fue en China), y con los efectos de la crisis planetaria más que patentes. Quizá por todo ello las expectativas son más altas que nunca. Pero ¿qué se hace exactamente en una COP de este tipo y qué se espera de la COP15 de biodiversidad?

'Podcast': La biodiversidad: Un reto para el futuro sostenible

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El estado de la biodiversidad global

Volvamos al principio. Hace tiempo que sabemos que las actividades humanas y, en especial, aquellas que provocan cambios en el uso del suelo, afectan a la biodiversidad. Talar un bosque para convertirlo en campos de cultivo, inundar un valle para producir electricidad u horadar una montaña en busca de minerales tiene sus consecuencias en los equilibrios de los ecosistemas. Con esto en mente, el 5 de junio de 1992 se firmó en Río de Janeiro el Convenio sobre Diversidad Biológica.

Desde hace más de 30 años, los objetivos de este acuerdo multilateral se mantienen firmes: conservar la biodiversidad, usar de forma sostenible sus componentes y participar de forma justa y equitativa de sus beneficios. Sin embargo, con el paso del tiempo, hemos aprendido mucho más del estado de la biodiversidad global. Entre otros muchos datos, el Informe de la Evaluación Mundial sobre la Diversidad Biológica y los Servicios de los Ecosistemas, publicado por la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, una especie de IPCC de la biodiversidad) señala que:

  • El 25% de las especies de animales y plantas estudiados están amenazadas. Esto implica que al menos un millón de especies están en peligro de extinción.
  • El 75% de la superficie terrestre, el 66% de la superficie oceánica y el 85% de la superficie de humedales han sufrido alteraciones considerables. La deforestación se ha ralentizado en la última década, pero cada año siguen talándose millones de hectáreas de bosques primarios (sobre todo, en los trópicos).
  • La degradación de la tierra ha reducido la productividad en el 23% de la superficie terrestre mundial y la pérdida de polinizadores pone en peligro la producción anual de cultivos por valor de hasta 577.000 millones de dólares.
  • El ritmo del cambio en la naturaleza durante los últimos 50 años no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Los impulsores de su degradación son, en orden de importancia, el cambio de uso de la tierra y el mar, la explotación directa de los organismos, el cambio climático, la contaminación y las especies invasoras.
  • Necesitamos cambios transformadores en las esferas económica, social, política y tecnológica para revertir esta degradación y cumplir los objetivos de conservación de la naturaleza marcados para 2030.
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“Llevamos degradando los ecosistemas desde que el 'Homo sapiens' se definió como especie hace unos 300.000 años y el impacto ha sido brutal. Pero, en las últimas décadas, los impactos se suceden de forma mucho más rápida y no afectan solo a la biodiversidad, sino a la Tierra en su conjunto, alterando muchos de sus ciclos biogeoquímicos”, explica David Moreno-Mateos, profesor del departamento de biología evolutiva de la Universidad de Harvard e investigador asociado Ikerbasque en el BC3, el centro para el cambio climático del País Vasco. “Necesitamos, primero, frenar esta degradación y luego restaurar los ecosistemas”.

“El cambio de uso del suelo siempre ha sido la gran amenaza de la biodiversidad. El cambio climático también está ahí, pero su impacto por ahora no es comparable”, añade Moreno-Mateos. “Las especies no pueden adaptarse a la velocidad a la que trabajamos los humanos. Como individuos, pueden modificar su comportamiento para sobrevivir. Pero la adaptación evolutiva es más lenta, en la mayor parte de los casos hablamos de miles de años. Aunque en algunos casos puede suceder más rápido, en unos pocos siglos, sigue sin ser lo suficientemente rápida como para adaptarse a los cambios que estamos provocando en el entorno”.

La pérdida de biodiversidad y de capital natural en sentido amplio tiene también implicaciones económicas. Según el World Economic Forum prácticamente la mitad del PIB que generamos depende en gran medida o de forma sustancial del capital natural.

¿Qué es la COP15 de la biodiversidad?

Con este panorama sobre la mesa, en medio de una crisis de biodiversidad global cuya magnitud todavía estamos lejos de comprender, volvemos a la mesa de negociaciones. Desde que el Convenio sobre Diversidad Biológica se redactó en 1992, ha sido firmado y ratificado por 168 países (entre los que no está EE. UU.). Todos los estados que contribuyeron a su elaboración, conocidos como las partes, se reúnen cada cierto tiempo para avanzar en la implementación del tratado. Estos encuentros se conocen como conferencias de las partes o COP.

Desde 1992, las partes se han reunido 14 veces y la número 15 está en marcha, ya que fue interrumpida por la pandemia. La COP15 del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) debía celebrarse en octubre de 2020 en la ciudad china de Kunming, pero la covid-19 se interpuso en su camino. Ya entonces, la COP15 iba a ser importante, ya que debía revisar la consecución de los objetivos marcados para la década de 2011 a 2020 y tomar decisiones para impulsar acciones hasta 2030 en lo que la ONU ha bautizado como la década de la restauración biológica.

Tras varios retrasos, finalmente la secretaría del Convenio sobre Diversidad Biológica anunció que la COP15 se iba a celebrar en dos partes. La primera parte tuvo lugar de forma virtual, del 11 al 15 de octubre del año pasado. La segunda parte iba a celebrarse de forma presencial en Kunming durante 2022, pero tras una serie de nuevos retrasos por culpa de la situación de la pandemia en China, se decidió finalmente trasladarla a Montreal, Canadá, donde el CDB tiene su sede. Allí tendrá lugar a partir del próximo 7 de diciembre.

¿En qué se diferencia la COP15 de la COP27?

Las siglas de las COP han sido popularizadas a raíz de las cumbres sobre el cambio climático, llamadas técnicamente Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, como la COP27 que se ha celebrado recientemente en Sharm el Sheij (Egipto). Sin embargo, hay tantas conferencias de las partes o COP diferentes como tratados multilaterales existen. Las COP no son otra cosa que el órgano de gobierno de los acuerdos internacionales.

Así, en la COP27 se trataron aspectos relacionados con la convención sobre el cambio climático y en la COP15 se abordarán temas de biodiversidad. Entre otros convenios y tratados, existen también conferencias de las partes para el convenio de comercio de vida salvaje (CITES), la convención de Basilea sobre la contaminación transfronteriza o la convención Ramsar sobre la protección de humedales.

Una oportunidad para acordar la hoja de ruta

La segunda parte de la COP15 que se celebra ahora en Montreal contará con representantes de 196 gobiernos y delegados de la comunidad empresarial y financiera, el mundo académico y científico, portavoces de los pueblos indígenas y las comunidades locales y representantes de los jóvenes. Durante algo menos de dos semanas, se llevarán a cabo diferentes encuentros para negociar planes, estrategias y objetivos para abordar la pérdida de biodiversidad.

Todas las partes trabajarán sobre la base de la Declaración de Kunming, adoptada tras la primera parte virtual de la COP15 el año pasado, y el llamado marco global para la biodiversidad post-2020, cuyo borrador fue también redactado durante los encuentros virtuales. En dicho borrador se incluyen 21 objetivos más o menos específicos para revertir la crisis de la biodiversidad, entre los que están acciones para reforzar la conservación de áreas terrestres y marinas, avanzar en la restauración de ecosistemas degradados o frenar la introducción de especies exóticas invasoras.

“En un momento en que la ciencia nos alerta de que es urgente tomar medidas para enfrentar el cambio climático y la pérdida acelerada de biodiversidad, y vemos de forma muy directa el alcance de sus impactos sobre la salud, la calidad de vida y la economía, esta COP es importante porque representa una oportunidad para acordar la hoja de ruta que permita construir un futuro mejor en armonía con la naturaleza”, explica Elena Pita, directora de la Fundación Biodiversidad del ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de España.

“Esta COP tiene lugar, además, tras los pobres resultados alcanzados en el cumplimiento de las metas de biodiversidad del periodo 2010-2020. Por tanto, debe asumir el reto de reformular estos compromisos e impulsar esfuerzos a todos los niveles que permitan transformar los modelos económicos, sociales y financieros, con el objetivo final de que la pérdida de biodiversidad se estabilice para 2030 y se los ecosistemas naturales se recuperen, con mejoras metas para 2050”, añade.

 

Los grandes objetivos de la COP15

La próxima cumbre de la biodiversidad tiene tres grandes objetivos sobre la mesa: aprobar un nuevo marco global sobre biodiversidad, alcanzar un acuerdo de compromisos de financiación de los países desarrollados con los países en desarrollo que les permita alcanzar las metas y avanzar hacia un sistema que permita asegurar el reparto de beneficios que genera el uso de las secuencias digitales de los recursos genéticos de la naturaleza (fundamentalmente, para uso médico y farmacológico).

Salvando las distancias, el marco mundial de la biodiversidad post-2020 que se debe adoptar en la COP15 debería ser una especie de Acuerdo de París de la biodiversidad. “El marco consiste en un conjunto de objetivos, hitos y metas para guiar las acciones de conservación, restauración y gestión sostenible de la biodiversidad, así como de lucha contra las causas de su pérdida hasta 2030 y con objetivos a largo plazo para 2050”, señala Elena Pita. “El borrador del marco incluye ya metas como la conservación de al menos 30 % de las áreas terrestres y marinas del planeta o la reforma o eliminación de los incentivos perjudiciales para la biodiversidad en al menos 500.000 millones de dólares al año”.

Los países y partes involucradas llegan a la cumbre con diferentes intenciones y objetivos. La Unión Europea, por ejemplo, acude con el encargo del Consejo de la UE para negociar metas y objetivos medibles para proteger al menos el 30 % de la tierra y los océanos antes de 2030; restaurar 3.000 millones de hectáreas tanto de tierra como de océanos; detener las extinciones causadas por los humanos; abordar la agricultura, la silvicultura y la pesca insostenibles y el uso de los impulsores de la pérdida de biodiversidad, como los pesticidas o las especies exóticas invasoras; y reforzar los vínculos entre biodiversidad y acción climática.

“Creo que tiene que haber un compromiso firme por dejar de degradar los bosques antiguos, un compromiso que tienen que adquirir los países que todavía tienen estos bosques y los países que compran la madera u obtienen beneficio de esos bosques”, subraya el investigador David Moreno-Mateos. “Además, debe abordarse el tema de la restauración y, sobre todo, la necesidad que tenemos de entender bien cómo se restauran los ecosistemas. Por último, está la cuestión de la concienciación. Hay que involucrar mucho más a la sociedad en la importancia de proteger la biodiversidad”.

Desde el punto de vista financiero, según el reciente informe publicado por el Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas (PNUMA), los objetivos relacionados con el clima, la biodiversidad y la degradación de la tierra estarán fuera de alcance a menos que las inversiones en soluciones basadas en la naturaleza aumenten rápidamente hasta los 384 000 millones de dólares al año para 2025, más del doble de los 154 000 millones de dólares año actuales.

“La ciencia es innegable. A medida que hacemos la transición a emisiones netas cero para 2050, también debemos reorientar toda la actividad humana para aliviar la presión sobre el mundo natural del que todos dependemos”, como apunta Inger Anderson, Directora Ejecutiva del PNUMA. “Esto requiere que los gobiernos, las empresas y las finanzas aumenten masivamente las inversiones en soluciones basadas en la naturaleza porque las inversiones en la naturaleza son inversiones para asegurar el futuro de las generaciones venideras”.