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Una fuente de energía para la transición: ¿qué es y para qué se usa el gas natural?

El gas natural es una de las fuentes de energía más utilizadas y una herramienta clave de la transición energética para hacer del planeta un lugar más sostenible. Aunque su quema emite menos gases contaminantes que la de otros combustibles fósiles, su consumo conlleva otros problemas medioambientales.

Una fuente de energía para la transición: ¿qué es y para qué se usa el gas natural?

El gas natural ha movido el mundo desde hace milenios. Mucho antes de que los hombres supiesen que se trataba de un combustible fósil, resultado de la descomposición lenta de materia orgánica durante millones de años, le atribuyeron poderes sobrenaturales y lo relacionaron con el mundo de la magia y lo sobrenatural.

Griegos, persas e indios se encontraron con extrañas fuentes de energía –escapes de gas o incluso fuegos que se generaban al entrar estos en combustión– y las entrelazaron con sus mitos y sus creencias. Fueron los chinos los primeros que empezaron a utilizar el gas natural con fines prácticos, comenzando una explotación y un desarrollo que llega hasta hoy.

Actualmente y gracias al avance tecnológico, el gas natural es una de las fuentes de energía más utilizadas y una herramienta fundamental para favorecer la transición energética. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), el uso del gas natural representó casi un tercio del crecimiento total de la demanda de energía durante la última década y se espera que siga creciendo con fuerza durante los próximos años.

De fuente de energía a materia prima

El gas natural es el combustible fósil que menos gases de efecto invernadero genera. Compuesto casi en su gran mayoría por metano (CH4), emite menos dióxido de carbono (CO2) y contaminantes del aire que los combustibles a los que ha ido reemplazando durante los últimos años, sobre todo el carbón. De este modo, resulta una herramienta fundamental para impulsar la transición energética.

Una fuente de energía para la transición: ¿qué es y para qué se usa el gas natural?

“El gas natural es tremendamente versátil y se utiliza en gran cantidad de contextos en los que hace falta energía”, explica Manuel Calvo Díaz, responsable de Energía y Medioambiente en la Fundación Energy, una institución sin ánimo de lucro que busca formar y sensibilizar en relación con la eficiencia energética y la innovación tecnológica en el ámbito de la energía.

“Para empezar, allá donde haya una necesidad térmica, puede entrar en juego el gas natural. Por ejemplo, en calefacción residencial, calefacción comercial o para satisfacer las demandas de los procesos industriales. Se usa también para generar electricidad y en el ámbito del transporte, en forma de gas natural comprimido y gas natural licuado”, señala.

Además de su función energética, el gas natural tiene otra aplicación que en ocasiones queda en segundo plano. “A veces se olvida su importancia como materia prima para producir otras cosas, por ejemplo, hidrógeno”, explica Calvo. “El CH4 es el combustible típico para la producción de hidrógeno, que a su vez tiene un peso importantísimo para crear amoniaco, un compuesto fundamental para hacer fertilizantes y, por lo tanto, para alimentar al mundo”.

Las dos caras del gas natural

Entre las principales ventajas de utilizar gas natural destaca su menor emisión de gases contaminantes en comparación con otros combustibles fósiles. Tal y como señala el responsable de Energía y Medioambiente en la Fundación Energy, tiene menor contenido en carbono, no tiene azufre y tampoco emite partículas sólidas. Esto contribuye, entre otras cosas, a mejorar la calidad del aire en las ciudades al sustituir al diésel y la gasolina.

Una fuente de energía para la transición: ¿qué es y para qué se usa el gas natural?

Esto no quiere decir que el uso del gas natural no tenga un impacto medioambiental. Algunas de las fases en las que este impacto es mayor, además de su quema, son la extracción y la distribución, ya que se generan fugas de metano, un gas con un potente efecto invernadero que contribuye a acelerar el cambio climático. Según el estudio Driving Down Methane Leaks from the Oil and Gas Industry, de la IEA, cada año se emiten a la atmósfera 72 millones de toneladas de metano por escapes y sistemas de extracción y distribución de gas natural y petróleo en mal estado.

Sin embargo, señala Calvo, este no es un problema inevitable. “La tecnología es cada vez más eficiente y permite reducir estas fugas. Si la extracción se produce de forma correcta y controlada, es perfectamente posible impedir que esto suceda”, asegura. “Aquí entran en juego la voluntad de impedirlo, por temas medioambientales y también económicos, y la regulación”.

El primer paso para acabar con estas fugas es detectar su ubicación. Para conseguirlo se está trabajando en diferentes soluciones, algunas de las cuales incluyen la monitorización con satélites desde el espacio.

Para el responsable de la Fundación Naturgy, otra de las desventajas del gas natural es su densidad energética, mucho más baja que la de otros combustibles fósiles como el petróleo. Esto ha generado problemas a la hora de transportarlo, hasta que se dio con soluciones como comprimirlo o licuarlo, lo que permite reducir hasta 600 veces su volumen.

Actualmente, y de acuerdo con Calvo, este problema está solventado gracias a los sistemas de almacenaje y distribución, que en España forman redes de más de 80.000 kilómetros. Una infraestructura que, hoy en día, es compatible con la electrificación.

Protagonista en la transición energética

De acuerdo con el informe El gas natural en el nuevo mundo energético, elaborado por el científico y analista político Vaclav Smil y la fundación Naturgy, se calcula que con las reservas de gas natural que se conocen hoy en día pueden garantizarse entre 48 y 65 años de consumo. Además, el avance de la tecnología permite encontrar nuevos yacimientos y explotar algunos más complicados.

Sin embargo, esta actividad tiene un alto impacto a nivel medioambiental y ecológico, ya que amenaza los ecosistemas y aumenta la contaminación. Es, por otro lado, incompatible con un sistema que debe apostar por la descarbonización y el uso de energías limpias.

“No parece que el problema vaya a ser el agotamiento de las reservas de gas natural. El objetivo actual es garantizar la transición energética: las renovables son el camino y es necesario buscar la forma de expandir su uso de la forma más sostenible posible”, explica Calvo. Y es aquí donde entra en juego otra de las ventajas del gas natural: su complementariedad con la electrificación.

“La generación de electricidad con gas natural es fundamental para el desarrollo de las renovables, ya que hacen falta sistemas de ‘backup’ que den fiabilidad al sistema eléctrico y lo complementen durante la transición”, sostiene este experto. Hace referencia, también, a lo contrario: la utilización de energía eléctrica renovable sobrante para extraer del agua hidrógeno verde, un gas que a su vez se puede usar como materia prima o como vector energético.

“De este modo buscamos la circularidad del sistema. Y esto favorece que consideremos el sistema energético cada vez más como un conjunto. No tiene sentido hablar del sistema eléctrico, del gas y del petróleo. A lo que debemos aspirar es a conseguir la suma más eficiente de todos ellos para hacer el sector más sostenible”, concluye.

'Podcast': Eficiencia energética: Aprende a ahorrar energía en tu día a día

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