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Asuntos sociales 01 jun 2017

Efectos del cambio tecnológico sobre el empleo

El mundo está inmerso en la cuarta revolución industrial y tanto el progreso económico como el bienestar social dependen de los efectos de la transformación tecnológica y digital que está experimentando la sociedad. "Esta transformación es una oportunidad en la historia de la humanidad pero también un reto", ha señalado Rafael Doménech en el II Encuentro sobre Economía Laboral, que bajo el título La Revisión del Pacto de Toledo: el Sistema Actual de Pensiones ¿Tiene Presente?, ha organizado el Consejo General de Economistas.

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Últimamente se debate mucho sobre la repercusión de la tecnología sobre la destrucción de puestos de trabajo y de si estamos abocados a una situación de desempleo masivo. Pero lo cierto es que, por el momento, la evidencia no avala esta hipótesis. Según el servicio de estudios de BBVA, el progreso técnico no es responsable de la destrucción de empleo a nivel agregado.

El desarrollo tecnológico no ha provocado la destrucción neta de empleo a lo largo de la historia. Algunas ocupaciones se han transformado o incluso desaparecido, liberando de trabajo de unas actividades para realizar otras con las que atender la producción de nuevos bienes y servicios. Tan solo un dato: el paro en 2016 en Estados Unidos o Reino Unido estaba al mismo nivel que en 1901, a pesar de que el PIB per cápita se multiplicó por 7,4 y 5,7, respectivamente, y de que la tasa de actividad aumentó considerablemente con la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Es decir, durante más de un siglo, el progreso técnico no ha destruido empleo a nivel agregado ¿Será diferente con la cuarta revolución industrial?

Ni la automatización ni la digitalización implican más paro agregado

Respecto a la automatización, el responsable de Análisis Macroeconómico de BBVA Research, Rafael Doménech asegura que “aunque haya trabajos que se sustituyan por robots, lo que puede tener efectos negativos sobre determinadas ocupaciones, sectores o incluso ciudades, el balance neto a nivel agregado sigue siendo positivo porque se desarrollan nuevas actividades y se generan externalidades en otros sectores que terminan creando empleo neto”. Aunque múltiples factores pueden estar detrás de esta evidencia, a nivel internacional se observa que los países con más robots industriales por empleados son, en general, los que tienen tasas de paro menores.

En cuanto a la digitalización cabe destacar que los países que más han avanzado en este proceso no presentan tasas de desempleo mayores sino todo lo contrario, por lo que “no puede establecerse una relación de causa efecto entre digitalización y desempleo”, apunta.

A pesar de no haber relación causal directa entre la automatización o la digitalización y el desempleo agregado, lo cierto es que el progreso técnico produce cierta polarización: la automatización complementa a los trabajadores que desempeñan tareas no rutinarias y abstractas, sustituye a quienes realizan tareas rutinarias y no afecta a los que realizan tareas manuales y no rutinarias. Por ejemplo, en España hay un avance mayor de las ocupaciones con alto contenido cognitivo, especialmente las vinculadas con el trato al cliente, o con el requerimiento de cualificaciones específicas, que son más difíciles de sustituir por la automatización.

El reto es gobernar de manera activa la transformación tecnológica y digital

El reto consiste en ser capaces de anticiparnos a los cambios para alcanzar niveles reducidos de desigualdad y de tasas de desempleo, tal y como hacen los países nórdicos, al tiempo que mejora la productividad y el bienestar. Es necesario potenciar a largo plazo los efectos positivos de este proceso, poniendo al alcance de todos las enormes oportunidades que se crean, y reducir los costes de la transición a corto y medio plazo, en términos de empleo, nuevas habilidades, brechas salariales, desigualdad o polarización.

Y para ello, hay tres ámbitos clave en los que se debe trabajar: educación, empleo y equidad. “En educación, porque las habilidades y cualificaciones tienen que crecer al mismo ritmo que la tecnología si queremos evitar una desigualdad creciente entre los trabajadores a los que beneficia el cambio y a los que no”, advierte.

El papel de los servicios públicos de empleo y la modernización de la negociación colectiva en el mercado de trabajo  son fundamentales. Hay que eliminar todas las barreras a la creación de empleo de calidad y llevar a cabo políticas activas más eficaces, también en formación y reciclaje. Hay que conseguir un equilibrio en la presión fiscal y en su composición, de manera que la redistribución potencie y no perjudique al empleo ni frene la inversión en nuevas tecnologías. “El big data también se puede utilizar para mejorar enormemente el proceso de búsqueda y el emparejamiento entre vacantes y desempleo”, apunta.

Por último, el Estado de bienestar y la calidad de las instituciones resultan cruciales para garantizar la igualdad de oportunidades y la seguridad ante situaciones individuales adversas. “Necesitamos que el crecimiento sea inclusivo y que el bienestar llegue a todos. Hay que proteger a las personas y no los empleos que quedan obsoletos. El reto es repartir la nueva de riqueza, no frenar su creación”, concluye.

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