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Qué son las acciones, cómo funcionan y cuál es su origen histórico

Una acción es la menor fracción de una empresa que puede comprar un inversor. Los antecedentes de esta idea habría que rastrearlos hasta la Edad de Bronce. Modernos conceptos como las acciones fraccionadas o los ‘split’ han ido añadiendo complejidad a este activo financiero a lo largo del tiempo.

Los antecedentes de la actual compraventa de acciones se remontan a muy atrás. Ya en la Mesopotamia de la Edad de Bronce, 2.500 años antes de nuestra era, se produjeron contratos de participación en actividades económicas como la exportación de tejidos y cereales o la importación de oro egipcio, cobre de Anatolia y madera persa.

Aquellos rudimentarios acuerdos se escribían aún en caracteres sobre tablillas de barro. Pero ya establecían de manera clara cuánto dinero había aportado el “accionista” y de qué porcentaje de la iniciativa económica pasaba a ser “propietario”.

Lo explica el historiador británico Niall Ferguson en su imprescindible ensayo ‘El triunfo del dinero: Cómo las finanzas mueven el mundo’: la idea de que una “empresa” puede “trocearse y venderse en decenas, centenares o miles de partes es muy antigua, y supuso un formidable salto cualitativo para la viabilidad de las iniciativas comerciales particularmente ambiciosas”.

Si un comerciante no disponía de suficiente músculo financiero para organizar una expedición de compra de cedro del Líbano, ¿por qué no asociar a su negocio a un pequeño ejército de personas (en adelante “inversores”) dispuestas a arrimar el hombro por una expectativa de beneficios, aunque fuese a riesgo de perder lo invertido?

Puesto comercial establecido por la Compañía Británica de las Indias Orientales en Surat, India, 1680. - Agencia EFE

¿Qué empresa fue la primera en tener accionistas?

Ahí está el embrión de los actuales conceptos de “accionista”, “participación” e inversión. La idea fue adoptada, con niveles de complejidad creciente, por las lonjas de mercaderes que empezaron a proliferar en Europa a partir del siglo XII.

En el XV, según el propio Ferguson, ya existía en la cámara de intercambio comercial de la ciudad belga de Amberes un próspero sistema de intercambio de préstamos o bonos de diferentes compañías que poco tenía que envidiar a los modernos mercados bursátiles.

Sin embargo, la primera empresa, en un sentido moderno, que fue dividida en un gran número de partes alícuotas (acciones) para que estas se comprasen, vendiesen e intercambiasen en los cafés financieros de Londres fue, ya en los albores del siglo XVII, la Compañía de las Indias Orientales. Con ella nacieron los modernos “mercados de valores”.

Por primera vez, se regulaba de manera sistemática la financiación de grandes operaciones y la reducción del riesgo empresarial. Y los cafés financieros, con su lógica un tanto anárquica, de mercado persa, acabarían siendo sustituidos por la Bolsa de Valores de Londres (en inglés, London Stock Exchange, o LSE), que se inauguró en un callejón cercano a la catedral de San Pablo en 1801.

Ferguson explica también que al menos una parte de esa primera hornada de compradores de acciones de la Compañía de las Indias no sabía muy bien qué estaba comprando. Se les hacía entrega de un papel que certificaba que pasaban a ser propietarios de una parte infinitesimal de una empresa enorme, con centenares de sedes comerciales en los cinco continentes.

Aquello era “una abstracción financiera” difícil de entender para un profano. Pero una abstracción que funcionaba en la práctica: incluso en sus años de mayor dificultad, como los que se vivieron entre 1839 y 1842, durante la Guerra del Opio, la Compañía repartió entre sus “suscriptores” o accionistas réditos de entre un 8% y un 95%.

Qué son las acciones en la economía moderna

En términos modernos, podemos afirmar que las acciones son las partes en las que se divide el capital de una empresa. Cada inversor particular dispone de un número determinado de estas participaciones alícuotas (es decir, idénticas entre sí), lo que le convierte en propietario del porcentaje de la compañía que esos títulos representen. Al valor total de las acciones de la compañía se le denomina capitalización de mercado.

Las acciones son, en consecuencia, unidades de propiedad de las que se derivan una serie de derechos, como el de recibir información puntual de las actividades y desempeño financiero de la empresa, asistir a sus asambleas, ejercer el derecho a voto y recibir dividendos. Estos derechos se regulan según los principios generales de los mercados de valores, pero también en función de disposiciones particulares como las normas específicas de participación en asambleas o la política particular de remuneración de accionistas de cada empresa.

Tal y como explica el economista Leopoldo Abadía en su ensayo divulgativo 'Cómo funciona la economía para dummies', el principio general es sencillo: una persona constituye una empresa y divide su capital inicial en una serie de partes, cada una “representada por una serie de papelitos a las que llamamos acciones”. Pasado cierto tiempo, cuando el negocio se consolida, el propietario puede decidir vender un cierto número de esas acciones en un mercado regulado de activos, es decir, “una bolsa”.

A partir de ahí, el valor (cotización) de las acciones no dependerá ya del porcentaje del capital inicial que representan, sino del “prestigio” de la empresa vendedora y de “la ley de oferta y demanda”.

Tipos de acciones: cotizadas, fraccionadas, divididas

1. Acciones cotizadas

En el caso que explica Abadía, estaríamos hablando de acciones cotizadas, es decir, aquellas que se pueden comprar y vender libremente en el mercado bursátil. En términos técnicos, se emiten en el mercado primario (cuando la empresa las pone en circulación con el objetivo de captar fondos del público) y después se negocian en el mercado secundario, la bolsa. También existen las acciones no cotizadas, es decir, las emitidas por empresas que no han cotizado nunca en bolsa o que por alguna razón han dejado de hacerlo.

Este último tipo de acciones, pueden ser compradas y vendidas, pero sin aval que supondría su integración en el sistema general de transacciones bursátiles.

2. Productos derivados
Para añadir complejidad a una ecuación en principio sencilla, en el mercado existen una serie de productos derivados de las acciones, o que tienen acciones como activo subyacente, como los futuros o las opciones de compra (‘call’) o venta (‘put’).

En el caso de los futuros, el inversor se compromete a comprar o vender los títulos en una fecha futura a un precio acordado, mientras que en el caso de las opciones, ostenta el derecho a ejecutar la operación de compra o venta en el momento que se decida dentro de un periodo de vencimiento límite de las opciones y por el precio acordado (precio de ejercicio), a cambio de una prima.

3. Acciones fraccionadas
Otra posible variable es la opción, que garantizan algunas plataformas de inversión, de comprar acciones fraccionadas. Es decir, adquirir no una acción entera, sino una parte. Está pensada para activos de cotizaciones muy altas, en los que la acción, como ocurre en el caso de Berkshire Hathaway Inc., Lindt & Sprungli AG o NVR Incorporated, se vende a varios miles de euros, cantidad que no está al alcance de todos los potenciales inversores.

Tal y como explica el experto en finanzas Ismael de la Cruz, “la mala noticia es que no todos los brokers permiten en la actualidad comprar fracciones de acciones, pero con el tiempo, acabará siendo una práctica generalizada, pero aún no lo es”.

A través de las plataformas, afirma Cruz, es posible convertirse en accionista de alguna de las compañías de menor cotización a un precio más asequible. Ello favorece, además, la diversificación de valores, ya que el dinero que nos ahorramos optando por una acción fraccionada en lugar de una completa puede invertirse en otros valores.

4. ‘Split’ o desdoblamiento de acciones
Indirectamente asociada a esta posibilidad está la práctica, cada vez más común en algunas empresas, de realizar un ‘split’. Es decir, desdoblar su número de acciones multiplicándolas por un determinado número y, en consecuencia, dividiendo en la misma proporción el valor de cada una de ellas.

Compañías tan innovadoras como Tesla, nVidia, Amazon, Alphabet (Google) o Apple han echado mano de este recurso, que sirve para proporcionar mayor liquidez a los activos de la empresa mejorando sus volúmenes de contratación y evitando, en paralelo, que las acciones individuales alcancen en el mercado cotizaciones tan altas que resulten potencialmente disuasorias.

En definitiva, es un fraccionamiento del accionariado de la empresa pensado para atraer inversores nuevos y cuyo efecto sobre el accionista tradicional es neutro, ya que si, por ejemplo, pasa a ser propietario del triple de acciones, estas verán dividida por tres su cotización de mercado y seguirán suponiendo el mismo porcentaje del accionariado total de la compañía.

El caso de Apple tal vez sea el más llamativo. La empresa de la manzana ya realizó un ‘split’ 2x1 en 1987 y repitió la operación en 2000 y 2005. En 2007 optó por un 7x1 para que el valor de la acción individual se situase por debajo de la barrera de los 100 dólares, que por entonces se consideraba como potencialmente disuasoria. Por último, en 2020 el número de acciones se volvió a multiplicar, esta vez por cuatro.

Como diría Niall Ferguson, si la Compañía de las Indias Orientales siguiese existiendo, a estas alturas su número de títulos se habría multiplicado ya en gran cantidad de ocasiones.

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