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Conciencia ambiental: un ejercicio de responsabilidad con el planeta

Tres de cada cuatro europeos consideran que los problemas ambientales impactan directamente en su salud. Y en Estados Unidos, el 70 % de la población está preocupada por el cambio climático. La conciencia ambiental es el conjunto de creencias que hacen que una persona empatice con el medioambiente y actúe en consecuencia. La educación ambiental y las experiencias en la infancia logran interiorizar esta sensibilidad.

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Shakespeare no era un ecologista. De hecho, en el siglo XVI no había cambio climático ni degradación industrial de la naturaleza. Aun así, sus obras destilan conciencia ambiental. Por ejemplo, ‘El rey Lear’ proclama que el ser humano no es mejor que el resto de los animales. El ‘Cuento de invierno’ refleja los aspectos negativos del comercio de pieles. ‘Pericles, príncipe de Tiro’ habla de la sobrepesca y de los riesgos de la erosión costera. Y la lista sigue. Aunque se considere que el ecologismo moderno nace en la segunda mitad del siglo XX, lo cierto es que la conciencia del entorno natural en el que vivimos y la preocupación ambiental son tan antiguas como la propia civilización.

¿Qué es la conciencia ambiental?

El mundo de hoy no se parece nada al mundo que Shakespeare describió en su obra. Aunque en su Inglaterra natal ya había ciudades, minas o deforestación, la escala actual de la degradación de la naturaleza por causa de nuestras actividades no tiene comparación. Hoy, tres de cada cuatro personas de la Unión Europea consideran que los problemas ambientales tienen un impacto directo en su día a día y en su salud. La polución y la escasez de agua y los efectos de la contaminación química son las cuestiones que más les preocupan, según los últimos datos del Eurobarómetro.

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Además, la conciencia sobre la seriedad del cambio climático es cada vez mayor. En otra encuesta del Eurobarómetro, un 88% de los europeos dice apoyar que se tomen medidas más serias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que están calentando el planeta. Y un 93% asegura haber hecho al menos un cambio de comportamiento para mejorar nuestra relación con el medioambiente. Las más habituales son reducir los residuos, reciclar y consumir menos productos de usar y tirar. Pero, ¿es esto realmente un síntoma de una mayor conciencia ambiental?

“La conciencia ambiental es el conjunto de creencias que hacen que una persona se interese por conocer el medioambiente y sus problemas, que sienta preocupación y que actúe en consecuencia”, explica José Antonio Corraliza, catedrático de psicología social de la Universidad Autónoma de Madrid. “Pero en psicología tenemos otros conceptos muy relacionados y no siempre fáciles de distinguir, como es el de la sensibilidad ambiental, que vendría a ser la preocupación por el entorno como resultado de que el individuo sienta empatía por él o por un problema concreto”.

¿Cómo surge la preocupación ambiental?

Los seres humanos somos conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor. Lo vemos, lo sentimos y también podemos racionalizarlo. Sin embargo, entender los procesos que hacen que una persona acabe teniendo una actitud proambiental no es sencillo, ya que entran en juego muchos factores. En primer lugar, está la disponibilidad de información sobre los problemas ambientales y la experiencia directa de ellos, ya que si no sabemos que existen, difícilmente podremos preocuparnos por ellos. Pero la información por sí misma no es suficiente para alterar nuestras creencias y nuestros valores y cambiar nuestra actitud hacia el medioambiente.

“La gente no suele cambiar su conducta solo por la información disponible. Lo hace porque hay otras personas que valoran que cambie su conducta, por imitación o simplemente porque es fácil cambiarla”, añade Corraliza. “También son importantes la situación y las normas sociales. Por ejemplo, si tu entorno recicla, es más fácil que tú recicles, pero si estás en un sitio sucio y lleno de basura es más probable que acabes tirando también la basura en cualquier lugar. Por último, está el coste del cambio de conducta. Cuando menor sea, es decir, cuanto más fácil sea cambiar, más probable es que cambiemos”.

Además, la experiencia directa de los problemas es un factor mucho más determinante que la disponibilidad de información sobre problemas abstractos o lejanos. “Tendemos a pensar que una persona que está preocupada por el medioambiente está preocupada por todo el medioambiente. Sin embargo, la mayoría somos sensibles a aspectos concretos que percibimos, como la contaminación, o sucesos con los que sentimos una empatía especial, como la extinción de una especie, pero somos muy poco sensibles a los procesos que desencadenan esos síntomas”, señala el investigador.

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La importancia de la experiencia en la infancia

Algunos estudios han intentado entender qué comparten las personas que, en su edad adulta, participan activamente en la defensa y en la protección del medioambiente. La mayoría de ellos señalan la importancia de la educación ambiental y de las experiencias vividas, en particular, en la infancia. La investigadora estadounidense Louise Chawla, por ejemplo, ha estudiado en profundidad la conexión entre las experiencias en edades tempranas y la conciencia ecológica. En uno de sus artículos más destacados concluye que la mayoría de adultos que forman parte de asociaciones ambientalistas creen que el contacto con espacios naturales protegidos en la infancia fue clave para el despertar de su conciencia ambiental.

El impacto de la conciencia ambiental en el mundo

La mayoría de la población dice estar preocupada por el medioambiente. Un estudio internacional del Pew Reserach Center de EE. UU. señala que el 70 % de la gente, de media, está preocupada por los efectos del cambio climático. Sin embargo, estos porcentajes caen cuando la pregunta se dirige a si creemos que la gente de nuestro entorno está preocupada por el medioambiente. “Esta es una de las muchas trampas que nos hacemos. Nos permite pensar: yo estoy preocupado por el medioambiente, pero no tiene ningún sentido cambiar porque la mayor parte de la gente que me rodea no lo está”, explica Corraliza.

De acuerdo con el investigador, existen otros obstáculos en el surgimiento de la conciencia ambiental, como las normas sociales o la llamada hipermetropía ambiental, que nos lleva a preocuparnos más por problemas lejanos ante los que no podemos hacer nada, mientras no reaccionamos a lo que tenemos más cerca. “Por último, merece la pena mencionar la ecofatiga, que es una reacción al exceso de información alarmista. Las personas no podemos estar alarmadas todo el tiempo, por mucho que el problema exista. Por eso acabamos desconectando”, añade el catedrático de la Autónoma.

Aun así, intentar superar estas barreras y trabajar a favor de la conciencia ambiental tiene muchos beneficios para la sociedad. Estos van desde los más evidentes, como la prevención y la reducción de los problemas medioambientales, hasta los beneficios para las personas, ya que la salud del entorno está directamente relacionada con nuestra salud física y mental y la de los que nos rodean. “La conciencia ambiental es importante, en primer lugar, para evitar la destrucción del medioambiente”, concluye Corraliza. “Pero también es clave para crear consensos sociales en la defensa del medioambiente, consensos que nos permiten trabajar en favor de objetivos de conservación y de defensa de la naturaleza”.