Cerrar panel

Cerrar panel

Cerrar panel

Cerrar panel

Planeta> Cambio climático 22 jun 2022

El silfio volvió locos a los romanos hasta que un cambio climático lo borró del mapa

El silfio fue una especia muy apreciada en la antigua Roma como condimento gastronómico y base de perfumes y medicinas. En el primer siglo de nuestra era, desapareció. Ahora, un grupo de científicos ha concluido que esta planta tan codiciada sucumbió por culpa del ser humano, de un cambio climático antropogénico.

El silfio volvió locos a los romanos hasta que un cambio climático lo borró del mapa

La carne cocinada a la manera de Ostia, la ciudad que sirvió de zona portuaria a la antigua Roma, era habitual en los banquetes. La receta era bastante sencilla. Bastaba macerar un trozo de lomo durante un mínimo de 48 horas bajo una mezcla de pimienta, eneldo, comino, laurel, salsa de pescado fermentado o garum y una buena dosis de silfio. Al cabo de dos días, la pieza se metía al horno. Antes de servirla en rodajas, se volvía a cubrir de pimienta y silfio y se rociaba con un chorro generoso de vino dulce.

El plato, recogido en el De re coquinaria de Marco Gavio Apicio, un reconocido gastrónomo del siglo I después de Jesucristo, es una de las muchas recetas romanas en las que abunda un misterioso ingrediente: el silfio o laserpicio. Esta especia no solo era apreciada en la comida, sino que se usaba también como base para perfumes, medicinas y hasta como afrodisíaco. Era tan valorada que las cámaras del tesoro público de Roma guardaban siempre una buena reserva de silfio entre sus pertenencias.

Pero no sabemos cómo olía ni cómo sabía. Todo lo que ha llegado hasta nuestros días son palabras, recuerdos de un mundo clásico que perdió la cabeza por una planta. En el primer siglo de nuestra era, desapareció de la Tierra. De hecho, se cree que Apicio nunca llegó a probarlo, aunque la especia formó parte de su recetario y de las revisiones que otros autores romanos hicieron después. Ahora, un estudio de la universidad de New Hampshire ha concluido que la desaparición del silfio fue una de las muchas extinciones causadas por el ser humano, el producto de un cambio climático antropogénico a nivel regional.

El silfio volvió locos a los romanos hasta que un cambio climático lo borró del mapa

Foto: CC

La importancia de una especia

En el año 630 a.C., los griegos fundaron Cirene. Esta colonia del norte de África, en la actual Libia, se situó en lo que ya entonces era el centro de distribución de una mercancía muy valorada en el Mediterráneo: el silfio. De esta planta, que solo crecía allí, se usaban frutos, raíces y tallos, y se extraía un jugo resinoso que tenía múltiples usos. Este último, denominado laserpicio tras ser procesado, era especialmente valorado por sus propiedades médicas y, sobre todo, anticonceptivas. Pronto se convirtió en la principal fuente de ingresos de Cirene.

Su fama superó el dominio de Grecia y se asentó bajo el creciente poder de Roma, donde fue afrodisiaco, anticonceptivo, abortivo, especia culinaria y perfume, e incluso llegó a ser acuñado en el reverso de varias monedas. Los estudios sobre esta planta se multiplicaron, así como los intentos para cultivarla fuera de las tierras de Cirene. Pero no hubo éxito. Solo crecía de forma salvaje en una estrecha franja de unos 50 kilómetros de ancho y 200 de largo en la costa norte de lo que hoy es Libia.

Gracias a la Naturalis Historia de Plinio el Viejo, quien tampoco conoció ya el silfio, pero sí recogió los estudios existentes sobre la planta, hoy sabemos que esta especie era silvestre y fue imposible de domesticar.  Tenía raíces fuertes y abundantes y un tallo similar al de la asafétida, una planta endémica del sur de Irán y de la que todavía hoy se extrae una resina apreciada en medicina natural y gastronomía (en particular, en la India). Todo apunta a que el silfio era una especie de ferula, un tipo de plantas herbáceas al que pertenecen la asafétida y también el hinojo, otra planta habitual en gastronomía y medicina.

La desaparición del silfio

Lo cierto es que griegos y romanos se obsesionaron con el silfio. Cercaron las zonas donde crecía para protegerlo de amenazas externas, pero fue un cambio invisible el que acabó con él. Al no poder cultivarse, la planta dependía por completo de los ciclos naturales y de que las cosechas no alterasen sus ritmos de crecimiento. Los romanos parecían ser conscientes de lo segundo, pero no de cómo su actividad podía acabar por cambiar los patrones climáticos de la región.

El silfio volvió locos a los romanos hasta que un cambio climático lo borró del mapa

Foto: CC

Cirene no dejaba de crecer impulsada por el comercio del silfio. La ciudad se expandía y los bosques de sus alrededores sucumbían a la deforestación para crear nuevas viviendas y campos de cultivo con los que alimentar a la población local. Como resultado, según detalla el estudio de la universidad de New Hampshire, los patrones de lluvia de la región (que por su elevada altitud y cercanía al Mediterráneo presentaba un clima fresco y húmedo) cambiaron. Empezó a llover cada vez menos y el desierto, que lo dominaba todo al sur de Cirene, absorbió también los dominios de la ciudad. El silfio no lo resistió y la pujante urbe, tampoco.

La planta pronto empezó a escasear y en unas pocas décadas pasó a ser algo exclusivo de las clases más altas. En la tierra en la que antes había abundancia, era cada vez más difícil verla crecer. Antes de que el Imperio Romano hubiese cumplido el primer siglo de vida, el emperador Nerón recibió a modo de regalo la que se cree que fue la última planta de silfio cosechada en Cirene.

Un pequeño cambio climático extinguió una única especie. Pero fue suficiente para alterar el futuro de una ciudad, echar al traste una de las redes de comercio más importantes del mundo clásico y dejar a los pueblos del Mediterráneo sin uno de sus tesoros naturales. Hoy solo podemos imaginarnos cómo sabían los asados a la manera de Ostia.

 

Foto de apertura: Foto: CC