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Emprendimiento social en América Latina: una solución contra la pobreza y la desigualdad

Para analizar el emprendimiento social es esencial considerar el contexto social, económico y político de cada país o región. En el caso de América Latina, este tipo de empresas abordan desafíos que van desde la falta de agua hasta la erradicación de la pobreza. BBVA, en un nuevo monográfico sobre sostenibilidad, reflexiona sobre los avances en este tipo de emprendimiento en esta región del mundo.

Al analizar el emprendimiento social, es fundamental tener en cuenta el contexto social, económico y político de cada país y región. Estas condiciones, que difieren considerablemente entre territorios, explican por qué crear una empresa con fines sociales no es igual en todo el mundo.

Por esta razón, responder a qué es y qué implica el emprendimiento social requiere siempre una mirada contextual. “No creo que el emprendimiento social pueda tener una definición global”, afirma Felipe Symmes, profesor del Departamento de Innovación Tecnológica y Emprendimiento de la EGADE Business School del Instituto Tecnológico de Monterrey. Además, Symmes es investigador en Viva Idea, un centro de pensamiento que impulsa el desarrollo sostenible en América Latina.

Si analizamos los contextos europeos, estadounidenses o latinoamericanos, por ejemplo, vemos que las realidades son muy distintas. “En Europa, gran parte de las necesidades sociales están solventadas por el Estado de bienestar, algo que no sucede en EE. UU. ni en América Latina. En esta última región, los mecanismos de mercado son prácticamente la única opción para que existan empresas sociales y desarrollo sostenible”, añade.

Esta diferencia estructural hace que todo lo que rodea un emprendimiento social cambie. Desde las motivaciones hasta los desafíos, pasando por las dificultades que se presentan a la hora de hacer económicamente viables estos negocios.

El contexto latinoamericano para el emprendimiento social

Al otro lado del océano Atlántico, la situación es diferente a muchos niveles. Tal y como señalan en el estudio El Emprendimiento Social en los Ecosistemas Económicos de América Latina, las condiciones para el desarrollo del emprendimiento social en esta región y en el Caribe son complejas. En la mayoría de los países, los empresarios deben tener la capacidad y la motivación de emprender en una economía de libre mercado que ha conducido tanto al aumento de los problemas sociales y ambientales como al fortalecimiento de los movimientos sociales.

En este contexto tan peculiar, el emprendimiento social se presenta como una solución que genera beneficios colectivos: los emprendedores sociales pueden integrar en la economía formal a personas desprotegidas, crear empleo, producir bienes y servicios que las empresas tradicionales no facilitan y generar riqueza. De acuerdo con los investigadores, esto lleva, a su vez, a liberar a los estados de estas mismas funciones para que estos puedan enfocarse en las políticas sociales a nivel macro.

“En América Latina, el Estado no funciona como en otras regiones del mundo y no cumple bien con el rol de regulador de las transacciones privadas”, explica Felipe Symmes. En este contexto, el emprendimiento social es casi la única opción disponible para que exista el desarrollo sostenible. “En general, en países donde el Estado es grande, las soluciones sociales se piensan ‘top-down’, de arriba a abajo. En América Latina las perspectivas de emprendimiento social se piensan siempre ‘bottom-up’, de abajo a arriba”, añade.

Emprendimiento social en América Latina: una solución contra la pobreza y la desigualdad

Los problemas sociales y económicos  de América Latina

De acuerdo con el profesor del Instituto Tecnológico de Monterrey, para entender el valor del emprendimiento social en América Latina es necesario partir de los problemas reales que las comunidades tienen en su día a día. La falta de agua corriente, de suministros e infraestructuras básicas, de escolarización, de protección frente a la violencia o de recursos para salir de la marginalidad son algunos de los principales.

Muchas iniciativas de emprendimiento social se centran en crear oportunidades en contextos de pobreza e informalidad. Algunos de los sectores más habituales son los del reciclaje, la banca o la energía.

Microcréditos para contribuir a la inclusión social

Con respecto al sector de la banca, podemos encontrar varios ejemplos como el del Banco Sol. “Fue el primer banco en Bolivia que consideró que las personas pobres también eran sujetos de crédito, porque sí eran capaces de pagar. Sirvió para aumentar el mercado en un contexto de pobreza”, asegura el experto Felipe Symmes.

Su gran mérito, señalan desde el propio banco, fue abrir las puertas del sistema financiero formal a sectores que estaban excluidos del mismo mediante un sistema de créditos. Desde 1992, ha financiado más de cinco millones de microproyectos, contribuyendo así al desarrollo económico y social de Bolivia.

Precisamente también a través de microcréditos y mucho más como productos de ahorro, seguros, acompañamiento y formación, en 2007, BBVA creó en el marco de su responsabilidad social corporativa la Fundación Microfinanzas BBVA para promover el desarrollo económico y social, sostenible e inclusivo de emprendedores con escasos recursos en América Latina. Desde entonces, a través de sus instituciones de microfinanzas en cinco países ha atendido a 6 millones de personas en pobreza o vulnerabilidad, la mayoría mujeres, y ha desembolsado más de 21.000 millones en créditos para el progreso de sus emprendimientos.

Emprendimiento social en América Latina: una solución contra la pobreza y la desigualdad

Además empezó a medir el impacto social que tenía en los millones de personas en situación de vulnerabilidad a las que atiende, lo que le ha permitido contar con información económica y social de estos emprendedores, así como de su progreso a lo largo del tiempo. Además la Fundación ha sido la primera organización privada en usar la metodología del Índice de Pobreza Multidimensional de la Universidad de Oxford para conocer las carencias a las que se enfrentan los hogares de las personas a las que atiende. Todos estos indicadores permiten además, retroalimentar la estrategia para adaptarla a sus necesidades.  Este sistema de medición de impacto social se ha consolidado como una referencia para el sector. La Fundación publica anualmente un informe de desempeño social en el que se detalla esta información así como la metodología utilizada.

La apuesta por las energías renovables como emprendimiento social

Si ponemos el foco en el sector de las energías limpias, tenemos que mirar hacia Guatemala. Allí nació y creció Kingo Energy, una empresa que lleva luz a las comunidades de zonas rurales a donde no llega el suministro eléctrico. El modelo, desarrollado por el emprendedor Juan Fermín Rodríguez, se basa en un ‘software’ que conecta una ‘app’ con baterías solares. A través de recargas –similares a las de los sistemas prepago de telefonía–, los usuarios pueden solicitar energía para sus viviendas.

De esta manera, los usuarios acceden a la electricidad cuando ellos quieren y de forma mucho más económica que conectándose a la red del Estado. Esto genera un impacto positivo a nivel social y también medioambiental, al tratarse de energía generada a través de placas solares.

De acuerdo con el especialista del Instituto Tecnológico de Monterrey, América Latina ha visto cierto avance en el sector del emprendimiento social en los últimos años, pero aún queda mucho por hacer. Uno de los grandes retos es involucrar al sistema financiero, para que apoye en gran escala a estas iniciativas. Si se consiguiera, se podría favorecer el escalamiento de estas iniciativas que, en palabras de Symmes, hoy en día siguen creando casos de éxito, pero no industrias de éxito.