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Energía> Energía Eólica Act. 08 ene 2024

¿Qué es la energía eólica? La importancia del viento como renovable

Hablar de energías renovables implica tener que hacer referencia a una de las más antiguas: la eólica. Se trata de la energía que se obtiene del viento a través de un generador eólico, caracterizada por ser inagotable, no contaminante y que contribuye a la reducción del uso de combustibles fósiles causantes de los gases de efecto invernadero (GEI).

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Teresa Andrés Blanco (BBVA Creative)

Para entender de dónde proviene la energía eólica hay que tener en cuenta, en primer lugar, al sol. Es la radiación solar quien al calentar el aire, la tierra y el mar provoca que haya viento, elemento clave para generar este tipo de energía renovable. Cuando el aire está en movimiento produce energía cinética que es aprovechada por los aerogeneradores, instalados bien en la tierra o bien en el mar, para transformar el viento en electricidad y, por lo tanto, producir de manera sostenible esta fuente de energía.

¿Cómo se transforma la energía cinética en eléctrica?

Las turbinas son parte esencial de los generadores eólicos. El viento, al golpear las palas captar la mayor energía cinética posible, provoca que la turbina que está conectada a ellas gire. Este movimiento convierte la energía cinética en energía de rotación al mover un eje que está conectado a un generador, lo que permite producir energía eléctrica y, a su vez, corriente alterna gracias a un convertidor.

Origen de la energía eólica

La utilización del viento como recurso energético se remonta a miles de años, de ahí que la energía eólica sea madura. Su uso iba destinado a propulsar los barcos, bombear el agua o moler el grano gracias a los tradicionales molinos de viento hasta bien entrado el siglo XIX. Fueron los pobladores del Medio Oriente quienes llevaron esta idea a Europa, lo que permitió que los habitantes de los Países Bajos adaptaran el molino de viento para drenar lagos y pantanos en el delta del río Rin. Esta tecnología llegó hasta Estados Unidos con la migración de finales del siglo XVIII y principios del XIX, sirviendo no solo como vehículo para moler el grano sino también como recurso para generar electricidad destinada a los hogares y la industria.

En la segunda mitad del siglo XIX apareció el popular molino multipala americano, cuyas características se utilizarían para el diseño de los generadores eólicos actuales. En 1887, el científico estadounidense Charles F. Brush (1849-1929) construyó la primera turbina eólica para la generación de electricidad, que tenía un diámetro de rotor de 17 metros y 144 palas de rotor hechas de madera de cedro.

El científico danés Poul la Cour (1846-1908) fue quien más tarde descubrió que las turbinas eólicas con pocas palas de rotor son más eficientes para la producción de electricidad que las turbinas de palas múltiples, ya que en las primeras se logra una velocidad de rotación mucho mayor que en las del tipo construido por Brush. En 1899, diseñó lo que puede calificarse como el primer generador eólico moderno.

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Pero para poder aprovechar al máximo la energía generada por el viento era necesaria una ley. Fue el físico alemán Albert Betz (1885-1968) quien instauró las bases teóricas del aprovechamiento de la energía del viento para generar electricidad en la segunda década del siglo XX, creando una ley que llevaría su nombre, formulada por primera vez en 1919.

 

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Objetivo: combatir el cambio climático

Según Ben Backwell, CEO de GWEC, “Si queremos tener alguna posibilidad de alcanzar nuestros objetivos del Acuerdo de París y permanecer en una vía de 1,5 ° C, necesitamos instalar al menos 100 GW de energía eólica anualmente durante la próxima década, y esto debe aumentar a 200 GW anualmente después de 2030 y más allá”, ha asegurado.

Es por ello que la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) y el Consejo Global de Energía Eólica (CWEC), han firmado un acuerdo de cooperación para unir esfuerzos destinados a la adopción y despliegue de la energía eólica y renovable en todo el mundo para cumplir con los Acuerdos de París y contribuir a la descarbonización del planeta. Para ello, es necesaria la adopción de cambios en las políticas a desarrollar así como la cooperación a nivel internacional.

Las tecnologías renovables como la energía eólica terrestre y marina, así como las medidas de eficiencia energética, pueden reducir en más de un 90% la emisiones de dióxido de carbono (CO2) necesarias para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, generar puestos de trabajo y reducir con el aumento de la capacidad de energía eólica el coste de la electricidad.