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El dinero a los treinta y tantos

Los 30 son una edad compleja. En muchos casos, una edad de transición. Por lo general, ya se ha terminado una carrera, quizás un primer posgrado, se está pensando en formar una familia o se acaba de empezar a formar una y se tiene algunos años trabajando.

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Pero sucede que los cambios de hábito necesarios que se ajusten a la vida que recién se empieza o a la que se aspira a tener, no se producen automáticamente. Es como pasar de vivir solo a vivir con una pareja: no se es una persona diferente, pero se deben cambiar los hábitos para que la cotidianidad sea llevadera y sobre todo disfrutable.

A los 30 muchas personas siguen funcionando como si tuvieran 20, pero con ingresos mayores, lo que puede provocar una falsa sensación de tener todo bajo control. Y no, nada que no se observa y analiza de cerca está bajo control. Por ejemplo, a los 20 no se tienen tarjetas de crédito, ni un préstamo vehicular; es decir, no se tiene que afrontar un servicio de deuda.

Además, habitualmente se vive en casa de los padres y una parte enorme de los gastos ocultos que ellos cubren de pronto aparecen todos de golpe para que la persona se haga cargo a sus 30: alquiler, comida, limpieza, lavandería, detergente, gas, electricidad, Internet, teléfono, cable, agua, mantenimiento, etc.

Pero hay más cosas que considerar si además se está pensando en tener una familia o empezando una. Estas son las cinco cosas a considerar cuando se tienen treinta y tantos.

Incrementar las contribuciones al fondo de pensiones. Las personas que se jubilan hoy reciben como pensión el equivalente al 45% (esto es un promedio, pero no es mucho más) de lo que ganaban cuando estaban en actividad. Es decir, por cada 100 soles que ganaban, reciben 45 de pensión. Es lo que las AFPs pueden ofrecer con el nivel de aportes de sus afiliados y los rendimientos que han conseguido. Existen planes de ahorro para jubilación diferentes, pero lo cierto es que si se ahorra solo el 10% del sueldo mensual, aunque se haga durante 40 años, no se conseguirá la pensión imaginada a la hora de la jubilación. Por lo tanto, es importante intentar aumentar el aporte voluntario de un 1% en un 1% o de 2% en 2% hasta llegar al 15% o al 18% del sueldo. No es mucho, pero a la larga hará una diferencia notable.

Empezar a invertir.
Es complicado y costoso (en dinero y tiempo) aprender todo lo necesario para armar un portafolio de inversiones que este a la medida de cada persona. En lugar de eso, se puede invertir a través de fondos mutuos que tienen un abanico muy amplio de posibilidades e instrumentos que se ajustan a las necesidades, posibilidades y tolerancia al riesgo de cada persona. El año pasado, la bolsa rindió un 50%. Si no se necesitan esas ganancias, lo aconsejable es reinvertirlas. En el peor de los casos, el dinero que se acumula de las inversiones será un colchón para el momento de la jubilación si la pensión que ofrece la AFP no alcanza.

Tomar un seguro de salud y de vida. Los gastos médicos son muy altos y lo serán cada vez más. La cantidad de familias que caen por debajo de la línea de pobreza por los gastos médicos no es desdeñable. Si se empieza a formar una familia es importante que estén todos cubiertos y que los dependientes no queden desamparados en caso de que ocurra algo imprevisto. Un seguro de vida, que puede usarse para pagar los estudios de los hijos o mantener la casa en caso de que falte el único aportante en la familia, es lo más aconsejable. Es mejor tener un seguro y jamás usarlo, que necesitarlo y no tenerlo. Este mecanismo también puede funcionar como una cuenta de ahorros de largo plazo.

Rediseñar y reevaluar el presupuesto. En los treinta los gastos son diferentes y las obligaciones también lo son. Es importante fijarse si no se está pagando a través del débito automático por servicios o suscripciones que ya no se utilizan o que dejaron de tener sentido en esta etapa de la vida. A esta edad, lo ideal es que se redirija el presupuesto a dos cosas: pagar deudas caras (fijarse en las tasas que se pagan) hasta eliminarlas y ahorrar.

Ahorrar todo lo que se pueda. Esta es la época de la vida en la que los ingresos crecerán más rápido que las obligaciones financieras. Cuando se tenga que pagar el colegio de los tres hijos, seguramente se ganará más, pero se podrá ahorrar mucho menos. Es ahora cuando hay que construir capital, si es a través de inversiones, mejor, si se prefiere ahorrar, está bien, en tanto se haga.

Fondo de emergencia. Dependiendo del tren de vida (que ya debería haberse ajustado a la nueva realidad), es importante mantener un fondo de emergencia del que se pueda disponer de manera inmediata. Como se ha dicho muchas veces y se seguirá repitiendo, hay mil razones por las que es necesario mantener un fondo de emergencia, pero se debe hacer sobre todo por las que no se han contemplado. Lo ideal es tener un fondo que permita vivir sin sobresaltos por unos seis o siete meses si la persona se queda intempestivamente sin trabajo o sin ingresos.

La idea es gastar menos, ahorrar más y deshacerse de las deudas. Paso a paso y poco a poco.

*Parte de este artículo se basó en uno aparecido en The Motley Fool, de Chris Neiger.