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Tecnología 22 jun 2020

Identidad digital, ‘machine learning’ y criptografía avanzada: los cambios tecnológicos de la era post COVID-19

Más allá del impulso que la crisis del coronavirus suponga para la adopción de determinadas tecnologías concretas –como la telemedicina o la robótica–, el escenario actual marcado por un espíritu colaborativo sin precedentes podría desencadenar cambios más profundos en el desarrollo tecnológico de los próximos años. El uso compartido de datos y el despliegue de soluciones para preservar la privacidad podrían acelerarse por las necesidades inmediatas que plantea el escenario post-coronavirus, lo que puede ayudar a sentar las bases de unas nuevas infraestructuras digitales.

Quioscos activados por voz para recoger el periódico sin tocar nada, robots a las entradas de los hoteles para recibir a los turistas y hologramas que sustituyen a los botones para reducir el contacto en los ascensores. Son algunos ejemplos del tipo de soluciones tecnológicas en las que ya se está trabajando para hacer frente al mundo que se presenta tras la crisis del coronavirus.

Un reciente informe del Parlamento Europeo recoge algunas de las tecnologías que mayor crecimiento están experimentado durante la crisis por su capacidad para ayudar a combatir la enfermedad y analiza su papel para hacer frente a situaciones como esta en el futuro. “Como la primera gran epidemia de nuestro siglo, el COVID-19 representa una oportunidad excelente para los reguladores y actores políticos para reflexionar sobre la viabilidad legal, la solidez ética y la efectividad del despliegue de tecnologías emergentes en momentos de presión”, explica el informe. Entre ellas destacan los drones, la impresión 3D, la inteligencia artificial y las tecnologías de código abierto, entre otras.

No obstante, es posible que los cambios que pueda provocar la pandemia en términos de transformación tecnológica vayan más allá de la creación de una serie de herramientas concretas. “Estamos viendo el mayor momento de la humanidad en cuanto a trabajo colaborativo”, afirma Carlos Kuchkovsky, responsable de Investigación y Patentes en BBVA, el área responsable de investigar tecnologías y tendencias disruptivas que puedan tener un impacto significativo en el sector financiero en los próximos años. Desde su perspectiva, los esfuerzos colaborativos sin precedentes que están surgiendo a raíz de la crisis podrían servir de catalizador para impulsar la adopción de determinadas soluciones tecnológicas que, hasta ahora, se habían visto frenadas.

“El despliegue efectivo de tecnologías como la inteligencia artificial o el internet de las cosas se han visto obstaculizadas en el pasado por la fragmentación y la ausencia de consenso entre los distintos agentes encargados de desarrollarlas a la hora de compartir datos entre ellos gracias a unos estándares y protocolos. En definitiva, por la falta de unas infraestructuras comunes que lo hagan posible”, explica. Ahora, según Kuchkovsky, esto está cambiando rápidamente. “Están surgiendo iniciativas, tanto promovidas por las comunidades ‘open source’, como desde gobiernos, ‘startups’, empresas e instituciones públicas, para facilitar el desarrollo de soluciones conjuntas e interoperables ante la situación actual. Y creo que es una tendencia que va a continuar acelerándose”, asegura.

Las nuevas infraestructuras digitales

De esta forma, según Kuchkovsky, al igual que en los siglos XIX y XX se asentaron las bases comunes que permitieron el desarrollo de infraestructuras como el telégrafo o las carreteras, ahora podrían comenzar a construirse, los “raíles comunes” sobre los que construir una verdadera economía digital. Un ejemplo de ello es el desarrollo conjunto de aplicaciones, protocolos y modelos de datos compartidos que ya están surgiendo para monitorizar y controlar la propagación del virus.

“La urgencia por volver a reactivar la economía, preservando la salud y minimizando los riesgos, está acelerando la creación de esos raíles digitales comunes”

Es el caso de la colaboración entre Google y Apple para crear un protocolo que sirva a los gobiernos para hacer llegar a los dispositivos de los ciudadanos sus propias aplicaciones de rastreo nacionales. Alemania ha sido de los últimos países en lanzar una aplicación de estas características ayudándose del sistema ofrecido por las compañías estadounidenses y empleando para ello el protocolo ‘open source’ DP-3T. Este sistema permite que los datos de contacto entre los usuarios recogidos a través de ‘Bluetooth’ se almacenen de manera privada y descentralizada en los dispositivos de los usuarios. “Aunque los resultados aún tendrán que esperar, y los países están optando por modelos distintos  –como recoge en esta lista la revista MIT Technology Review–, estas iniciativas son un ejemplo de cómo la crisis puede ayudar a derribar barreras para la colaboración entre agentes privados y públicos con un objetivo común”, explica.

Recientemente el Consejo de Protección de Datos de la Unión Europea ha lanzado una guía para pedir una armonización en el uso de datos que realicen las aplicaciones europeas y la Comisión Europea ha publicado un manual práctico dirigido a los Estados miembros para que cumplan con unos requisitos comunes a la hora de crear este tipo de ‘apps’. Desde el sector privado hay otros ejemplos en la misma línea colaborativa: es el caso de la empresa de termómetros inteligentes Kinsa, que ha abierto su API a organizaciones de investigación y salud pública para que puedan consultar en tiempo real la ubicación, temperatura y síntomas de los consumidores de EE.UU., y saber así dónde hacen falta más recursos.

“La urgencia por volver a reactivar la economía, preservando la salud y minimizando los riesgos de contagio, está acelerando la creación de esos raíles digitales comunes”, añade.

Privacidad e identidad digital

Un ámbito concreto que podría beneficiarse de este nuevo espíritu colaborativo, y en el que investiga el área de BBVA liderada por Kuchkovsky, es el de la identidad digital. “La necesidad de contar con sistemas inequívocos que nos permitan demostrar quienes somos en el entorno ‘online’ sin vulnerar nuestra privacidad continúa siendo un reto tecnológico que lleva años sin resolverse de manera certera, pero que puede ofrecer grandes oportunidades si llega a materializarse en herramientas adoptadas de forma masiva”, explica. Contar con una “identidad digital segura, privada y veraz” puede facilitar el acceso a experiencias digitales más personalizadas y complejas, así como simplificar las transacciones entre ciudadanos, gobiernos, instituciones públicas y compañías; con la reducción de costes que ello conlleva.

Ahora, estos retos se han hecho incluso más evidentes con la necesidad de contar con sistemas que permitan trazar y minimizar los contagios de COVID-19. “Para ello juegan un papel clave las técnicas avanzadas de criptografía que preserven la privacidad como el Zero Knowledge Proofs (ZKP) o el aprendizaje federado”, apunta. En el campo de la criptografía avanzada se engloban algunas de estas técnicas que permiten que los datos puedan ser analizados y compartidos sin exponer su contenido a terceros, gracias a algoritmos, protocolos y sistemas de cifrado. “Estas tecnologías podrían tomar un gran impulso a raíz de la necesidad de desarrollar soluciones de este tipo que nos protejan, pero al mismo tiempo, preserven la privacidad de nuestros datos”, afirma.

La aplicación a gran escala de estas tecnologías también supondría a su vez un impulso para la inteligencia artificial, ya que abriría la puerta a la posibilidad de entrenar datos para alimentar modelos de ‘machine learning’ de manera colaborativa, entre distintas compañías u organizaciones, sin que tengan que salir de un entorno protegido. “Ya sea de mi móvil, en el caso de una ‘app’ o de los centros de datos o servidores corporativos de las empresas”, añade.

En este sentido, Kuchkovsky recuerda que ya existen las tecnologías necesarias para facilitar “que la utilidad no esté reñida con la privacidad" y que la situación actual podría servir de impulso para que su uso se extienda. “Todo eso va a hacer posible la creación de unas infraestructuras digitales que nos ayuden a acercarnos un poco más a esa sociedad inteligente basada en datos, en la que podamos tomar mejores decisiones, y confío en que sea, como estamos haciendo en BBVA, buscando un futuro más sostenible y próspero”.