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Qué son las finanzas personales y corporativas: similitudes y diferencias

Las finanzas personales y corporativas son disciplinas importantes en el ámbito financiero. Cada vez tienen más adeptos porque permiten realizar una mejor gestión de los ingresos y gastos para mejorar la salud financiera.

(Fotos OK) Hoja de ruta para que empresas y pymes mejoren la gestión de sus residuos

Cantaba Joan Manuel Serrat que las palabras no dan miedo, aunque es verdad que hay veces que asustan. Puede que la palabra finanza incomode porque desconocemos lo que significa. Pero al final, las finanzas son solo una rama de la economía que estudia cómo las personas, las familias o las empresas deben tomar decisiones para invertir, gastar o ahorrar. Vamos, cómo saber manejar los recursos.

Hay finanzas personales, las que tienen que ver con personas o familias. Y las hay corporativas, las relacionadas con la toma de decisiones económicas de las empresas. Las finanzas personales y corporativas son dos disciplinas de estudio cada vez más en boga. Se centran en analizar el comportamiento de las personas y de las empresas para que puedan gestionar sus recursos monetarios a través del tiempo de forma autónoma, teniendo en cuenta sus objetivos financieros, riesgos y acontecimientos futuros.

En toda gestión de las finanzas personales y corporativas se incluyen detalles, no solo sobre los ingresos y gastos recibidos o realizados, sino también los productos financieros utilizados por familias o empresas para realizar un mejor manejo de sus recursos. Su correcta administración es tan importante que, si no se gestiona de forma adecuada, pueden poner en riesgo la viabilidad de una empresa o el futuro de una familia.

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El éxito de las finanzas personales y corporativas depende, en buena medida, de un plan. Y, en este caso, exige que todos los individuos y las empresas realicen una serie de pasos comunes.

  • Establecer objetivos a corto, medio y largo plazo

Un coche, una vivienda, los estudios de los hijos, la obtención del máximo beneficio posible con los recursos dados o, simplemente, ahorrar. El plan dependerá, sin duda, de las metas estratégicas de las familias o empresas. Lo importante, en cualquier caso, es que estos objetivos sean realistas y, por supuesto, alcanzables.

  • Priorizar estos objetivos

Evidentemente, no siempre se puede llegar a todo, de manera que es importante establecer prioridades e ir amoldando estos intereses para que se ajusten a las diferentes etapas vitales de un ser humano o a la actividad de una empresa. Por ejemplo, si se desea ahorrar para la jubilación como prioridad absoluta, es importante tener en cuenta los años pendientes hasta esa jubilación, y destinar una partida más elevada que al resto de objetivos.

Después de decidir los objetivos y priorizarlos, es momento de analizar cuál es la situación financiera actual. Para ello, es importante elaborar un presupuesto donde se recojan, al menos, la previsión de los siguientes elementos:


Ingresos, anotando tanto los recurrentes (normalmente serán mensuales) y los variables.

Gastos: dividiéndolos entre gastos fijos (como los suministros, la cuota de autónomos o el alquiler) y variables (ocio, peluquería o el supermercado).

Bienes (o activos) de larga duración en el tiempo, como pueden ser casas, coches, terrenos, oficinas, etc.

Deudas (o pasivo), incluyendo tanto aquellas a corto plazo (por ejemplo, un préstamo para un automóvil) como las deudas a más largo plazo (una hipoteca).

Ahorro actual: es decir, el dinero con el que se cuenta al inicio de cada periodo en el que el presupuesto tenga vigencia.
  • Control del presupuesto

Los datos del presupuesto serán orientativos, ya que simplemente es una previsión de los ingresos y los gastos. Pero una vez que se haya terminado el periodo, es importante realizar un control de este para comprobar si se han cumplido las previsiones o no y en qué medida se han desviado. En caso de que no sea así, es importante adaptar el presupuesto a las situaciones que se vayan dando. Así, se irán adaptando los siguientes presupuestos a la situación financiera de cada persona.

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¿Se deben gestionar las finanzas personales igual que las corporativas?

José Trecet, divulgador económico y ‘coach’ financiero, cree que las finanzas de una empresa son mucho más complejas que las personales, y algunas veces esta diferencia tiene que ver con los conocimientos y con los desafíos que están dispuestas a asumir las familias y las empresas. “Quizá el mejor ejemplo son las amortizaciones, que una empresa sí debe tener en cuenta y que no son tan importantes para una familia o para un particular. Quizá sí pueden tenerlas en cuenta para tomar decisiones, pero no tienen la importancia ni el impacto fiscal que tienen para una empresa. Algo similar ocurre también con la financiación en general, que es importante para una empresa, pero puede ser peligrosa para una familia”.

Lo que sí es cierto es que existen elementos comunes en ambos casos, como el control de los gastos, la previsión de los ingresos o el manejo del flujo de efectivo, entre muchos otros. Por esta razón, Trecet recomienda utilizar un presupuesto como un elemento imprescindible para gestionar correctamente las finanzas personales.

Finanzas personales: de un enfoque economicista a uno conductual

Aunque no tiene unos orígenes claros, es necesario remontarse a hace más de un siglo para encontrar la primera publicación que habla sobre esta materia. Fue en 1920, cuando la estudiante Hazel Kyrk publicó su tesis doctoral en la Universidad de Chicago, sentando las bases de la economía doméstica.

La disciplina ha ido avanzando y perfeccionándose, abriendo otras materias que están relacionadas, como la economía conductual o economía del comportamiento. De hecho, algunos premios Nobel como Herbert A. Simon, Dan Ariely, Daniel Kahneman o Richard Thaler sugirieron que las finanzas personales y corporativas tienen mucho que ver con el comportamiento y los sesgos de los consumidores, que no siempre tienen por qué ser racionales.

En los últimos 30 años, y debido en parte a las graves crisis que ha sufrido la economía y su impacto sobre las finanzas personales y corporativas, se ha dado cada vez más importancia a esta materia. De hecho, en EE. UU., muchas universidades han comenzado a ofrecer programas de grado y posgrado centrados en la educación financiera, algo similar a lo que ha ocurrido en Europa y, en menor medida, también en España.