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Canjes de deuda por naturaleza: ¿qué son y cuál es su impacto?

Canjear parte de una deuda a cambio de invertir en políticas que tengan un impacto positivo en el medioambiente. Esta estrategia financiera, no exenta de controversia, permite a los países deudores utilizar esos recursos para proyectos climáticos o de naturaleza, y a los países acreedores para contabilizarlo como financiación internacional para el desarrollo.

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Muchos de los animales y las plantas de Galápagos, el archipiélago del Pacífico en el que Charles Darwin empezó a dar forma a su teoría de la evolución, no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. Se calcula que el 97 % de los mamíferos y reptiles terrestres, el 80 % de las aves y el 30 % de las plantas son endémicas. A pesar de encontrarse a unos 1.000 kilómetros de la costa de Ecuador, los pobladores de estas islas no viven ajenos a los problemas que se expanden por el continente. La contaminación –preocupan sobre todo los plásticos–, la presencia de especies invasoras o la alteración de los hábitats debido al cambio climático son algunos de los ejemplos.

En 2023, Ecuador cerró un acuerdo de canje de deuda por naturaleza con un doble objetivo. Este era reducir su deuda nacional y, a cambio, reforzar la protección de estas islas tan singulares. Este pacto permitirá destinar 450 millones de dólares a financiar actividades de conservación durante casi dos décadas.

Se trata de una operación pionera. Esta retoma los canjes de deuda por naturaleza que comenzaron a crearse en la década de 1980 y los transforma, aumentando su complejidad. En los últimos años, Cabo Verde, Gabón y Belice han dado pasos similares. Todos ellos aceptan canjes que –al igual que hace décadas– están rodeados de debate.

También se ha materializado el pasado 15 de enero un canje entre Indonesia y Estados Unidos por valor de 35 millones de dólares. El objetivo es proteger y restaurar los ecosistemas de arrecife de coral del país. Esto beneficiará, además, a los pueblos indígenas y las comunidades locales que dependen de los arrecifes para su sustento. Este canje –el cuarto entre EE.UU. e Indonesia– supone la aplicación –por primera vez- de la Ley de Conservación de Bosques Tropicales y Arrecifes de Coral de Estados Unidos. Todo ello para impulsar fondos específicamente destinados a los arrecifes.

Según un estudio del Instituto Internacional para el Medioambiente y el Desarrollo, los canjes de deuda por naturaleza en los 49 países con mayor riesgo de incumplir sus deudas externas podrían liberar hasta 100.000 millones de dólares para restaurar la naturaleza y ayudar a la adaptación al cambio climático.

Cómo funcionan los canjes de deuda por naturaleza

Los países de la región de América Latina y el Caribe, al igual que el resto de los estados del sur global en general, se enfrentan a un doble desafío: afrontar y saldar su deuda externa a la vez que invierten en adaptarse y protegerse de las crisis medioambientales, como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad.

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Las deudas limitan la cantidad de recursos que estos países pueden invertir en adaptación y mitigación, lo que a su vez dificulta que puedan acceder a más financiación internacional. Ante esta situación, se plantea una solución: que los países deudores puedan canjear parte de su deuda comprometiéndose a invertir el ahorro en políticas que tengan un impacto positivo en el medioambiente.

“Los canjes son operaciones que mezclan finanzas y ambiente. Es decir, son financieras ambientales en las cuales se genera algún tipo de ahorro sobre la deuda externa de un país y eso se invierte en proyectos o programas con impacto positivo, tanto en cambio climático como en cuestiones de biodiversidad”, explica Federico Azpiroz, consultor Especialista en Financiamiento Climático y Sostenible en el Observatorio del Financiamiento para el Desarrollo (OFD) de la Universidad Nacional de San Martín. Previamente, Azpiroz había ocupado el cargo de responsable del Financiamiento Climático Internacional en el Ministerio de Economía de Argentina.

Estos canjes surgieron en la década de los ochenta, en un contexto marcado por la crisis de deuda de América Latina. En aquel momento, los canjes que se planteaban eran sobre todo bilaterales, en los que un país condona una parte de la deuda de otro (por lo general, los intereses).

“¿Y qué gana el país deudor? Obviamente, poder utilizar esos recursos en vez de para el pago de la deuda externa, para proyectos climáticos o de naturaleza”, explica Azpiroz. “El país acreedor, por otro lado, puede contabilizarlo como financiamiento internacional para el desarrollo y gana también a nivel de imagen. Puede decir que ‘estamos haciendo las cosas bien en cuestiones ambientales’. Es mejorar también en comunicación”.

Existen también canjes basados en operaciones más complejas. “En estos se realiza la recompra de títulos de deuda que están en el mercado, bonos, y se genera un ahorro porque esos bonos en general se compran en un valor bajo la par. Se puede tomar un préstamo con un banco multilateral, como el Banco Iberoamericano de Desarrollo (BID), con una ONG internacional o emitir un bono a una mejor tasa, porque se utilizan instrumentos financieros, como pueden ser las garantías para reducir el riesgo de la operación y por ende el costo financiero para el país deudor”, explica el consultor del OFD.

Imagen elaborada con Inteligencia Artificial (Midjourney).

“La complejidad nueva reside en que los recursos para realizar esa compra vienen de un bono sostenible o de alguna operatoria vinculada a la sostenibilidad con un menor riesgo”, añade. “Lo vemos con el caso de Ecuador, que tiene como aspecto novedoso que la operación cuenta con una garantía del BID y con un seguro de riesgo político de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (DFC). Es la primera vez que se hizo esa mezcla de una garantía y un seguro de riesgo político y ahí se reduce la tasa de interés”.

Ventajas y desventajas de los canjes de deuda por naturaleza

Desde que comenzaron a perfilarse en los ochenta, los canjes de deuda por naturaleza han estado rodeados de debate. Sus defensores destacan beneficios como la posibilidad de liberar recursos financieros y la capacidad de establecer una reestructuración de la deuda.

“Su impacto positivo depende de cuán estratégico sea el uso de los recursos”, señala Azpiroz. “Yo creo que son beneficiosos cuando involucran el trabajo de las poblaciones que viven en esos lugares, porque favorecen el desarrollo económico, algo importantísimo. También generan un impacto positivo cuando los proyectos que se van a implementar están alineados con la política climática de los países y surgen de una validación multisectorial”.

“En algunos casos puede mejorar el perfil de deuda del país. Sobre todo, en países pequeños que tienen mucha deuda externa, pero en los que una sola operación puede significar una buena reducción de ese estrés. No es el caso, por ejemplo, de Argentina, que nunca va a poder hacer un canje de deuda lo suficientemente grande como para que cambie su perfil crediticio”, añade.

De acuerdo con el International Institute for Environment and Development (IIED), se podrían liberar más de 100.000 millones de dólares de deuda de los países en vías de desarrollo para invertirlos en la restauración de la naturaleza y el cambio climático.

“Muchos de los países más amenazados por el aumento de las temperaturas tienen enormes cargas de deuda y siempre están pagando intereses a las naciones más ricas que han contribuido mucho más a la crisis climática. El dinero que podría ayudar a restaurar los ecosistemas dañados y a proteger a las comunidades vulnerables de inundaciones o sequías está fluyendo, sin embargo, hacia los bancos y los contaminadores del mundo rico”, señala Laura Kelly, directora del grupo de investigación Shaping Sustainable Markets del IIED.

“El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial deberían reconocer que la forma actual de otorgar préstamos simplemente no funciona para las personas ni para el planeta. Nuestro sistema financiero quebrado debe dejar atrás el pensamiento colonialista del siglo XX si quiere servir a todos de manera justa”, añade.

Al otro lado se sitúan quienes destacan los problemas y los desafíos ligados a los sistemas de canje de deuda por naturaleza. El principal está ligado al hecho de que, en condiciones de desigualdad entre dos países o un estado y otra entidad, pueden aumentar la dependencia entre uno y otro o pueden derivar en la aprobación de políticas y medidas que no son las más adecuadas.

Imagen elaborada con Inteligencia Artificial (Midjourney).

“Hay países que en su sector público tienen planes desarrollados y equipos técnicos capacitados para determinar qué política ambiental es la que se tiene que llevar a cabo. Cuando hay un desbalance entre las capacidades técnicas puede haber un problema, porque los países compran, entre comillas, un enlatado de medidas y políticas que no son las prioritarias o las más adecuadas”, explica el consultor Especialista en Financiamiento Climático y Sostenible en el Observatorio del Financiamiento para el Desarrollo (OFD) de la Universidad Nacional de San Martín.

“Para evitar este problema es fundamental establecer desde el principio una gobernanza equilibrada a lo largo del proyecto. Negociar cuáles van a ser las condiciones financieras del canje”, añade. Es decir, establecer las condiciones del canje de deuda de forma que beneficien al país deudor y realmente sirvan para realizar mejoras a nivel medioambiental.

“Por otro lado, cuando esos recursos son definidos de manera casi unilateral por organismos o los bancos de desarrollo, puede haber problemas de implementación, de alineación de políticas. Mi opinión es que, si bien el aporte de la banca multilateral puede ser relevante, es importante tratar de mantener la mayor autonomía posible para definir las políticas climáticas”, señala Azpiroz.

Otro problema importante, de acuerdo con el consultor del OFD, es que esta solución no plantea un debate real sobre la problemática de la deuda en los países en vías de desarrollo. Tampoco lo hace sobre la vinculación que existe entre deuda financiera y deuda global.

“¿Es un punto para liberar recursos? Puede serlo. ¿Toca la problemática real de la deuda externa de los países en desarrollo? No. Esta es una discusión que se debería estar teniendo y una crítica que se escucha mucho desde los países en desarrollo a nivel internacional. Hay que resolver la crisis de deuda de manera sistémica y esta no es una herramienta que lo logre”, concluye Azpiroz.

De Ecuador a Argentina: diferentes propuestas de canje

El canje con el que Ecuador espera dedicar parte de su deuda externa a mejorar la conservación de las islas Galápagos implica al sector privado, un elemento que diferencia este canje de los primeros que se plantearon hace ya cuatro décadas.

Desde entonces, se han planteado mecanismos muy diferentes que buscan, en algunos casos, adaptarse a la casuística de cada estado. “En Argentina en particular es muy interesante lo que puede hacerse a nivel de provincias”, comenta Azpiroz. “Se plantea ir más allá de los canjes de deuda a nivel nacional y realizarlos en las provincias, que tienen los mismos problemas, pero presentan más falta de recursos fiscales para implementar proyectos y programas vinculados al cambio climático y naturaleza”.

“Se estudia trabajar en algún canje de ese tipo, de manera muy inicial todavía, porque estamos empezando a ver que hay potencial para utilizar recursos en infraestructura sostenible, para energías renovables, para la producción de alimentos o para trabajar con las comunidades rurales. Hay muchas posibilidades”, sostiene el especialista.

En los últimos años, Barbados combinó una recompra de casi 300 millones de dólares de sus bonos internos, con financiación inicial del BID y el Fondo Verde para el Clima; Bahamas desbloqueó más de 120 millones de dólares con un canje de deuda de 300 millones de dólares financiado por Standard Chartered y respaldado por el sector privado; y Seychelles recompró 21,6 millones de dólares de deuda gracias a un préstamo de la ONG The Nature Conservancy y subvenciones filantrópicas.

Se espera que las cuantías implicadas en estos canjes se destinen a la resiliencia climática y la conservación de los océanos, entre otros objetivos. Y la lista sigue con otros países que en los últimos años se están sumando a la opción de canjear su deuda a cambio de invertir en naturaleza.