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El 'car sharing' frente a los retos de la movilidad urbana responsable

El transporte es responsable de una quinta parte de todas las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera. El modelo de ‘car sharing’ presenta una solución a los problemas de movilidad de los entornos urbanos y, por supuesto, ayuda a reducir la contaminación. Unos 15 millones de personas lo utilizan en Europa.

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El vehículo cilíndrico parece sacado de una película de ciencia ficción. Es blanco, funciona con una batería eléctrica y recorre las calles de Ámsterdam sobre tres ruedas. El Elektriese Munt-Oto, más conocido como Witkar, tiene un dueño, pero muchos conductores. Cada vez que se aparca, sale una persona de su interior y otra diferente se pone el volante. Más que de ciencia ficción, parece una película futurista. Al menos, desde la perspectiva de 1979.

El Witkar fue uno de los primeros servicios de ‘car sharing’ del mundo. Ideado por Luud Schimmelpennink, el sistema estaba pensado para descongestionar el tráfico y facilitar los trayectos cortos en la capital de los Países Bajos. Cada vehículo (llegó a haber 125 en uso), tenía una autonomía de 15 kilómetros. Después de cada trayecto, debía pararse en una estación específica (había 25 repartidas en el casco urbano) en la que se podía recargar la batería en siete minutos.

Los usuarios esperaban a su Witkar en estas estaciones. Cuando había uno disponible, se subían a bordo y lo ponían en marcha introduciendo monedas: costaba un florín, algo menos de 50 céntimos de euro, por cada cinco kilómetros. El sistema, que ya estaba informatizado y contaba con un ordenador central que gestionaba su funcionamiento, acabó fracasando. Pero la idea no iba a morir tan fácil.

En los años 80 del siglo pasado, el Witkar no triunfó por falta de apoyo de las autoridades locales, que no estaban convencidas de su utilidad para solucionar los problemas de movilidad de Ámsterdam, y una serie de barreras tecnológicas que hacían difícil su operación. Aun así, más de 4.000 personas lo usaron hasta que dejó de funcionar en 1986. Hoy, 15 millones de personas utilizan servicios de car sharing (una práctica que incluye uso temporal de vehículos, vehículos compartidos o préstamo de vehículos) solo en Europa, según el informe Car Sharing in Europe, de Deloitte.

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Movilidad y calidad del aire

El mundo es cada vez más urbano. Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y el porcentaje no dejará de crecer en las próximas décadas. Los entornos urbanos aportan ventajas claras desde el punto de vista del desarrollo económico y de la eficiencia en el uso de los recursos. Pero, como señala la ONU, también incrementan las desigualdades, dificultan el acceso a servicios e infraestructuras de determinados grupos sociales y, de la manera en que están planteadas en la actualidad, empeoran la calidad del aire y las condiciones medioambientales en las que viven sus ciudadanos.

El modo en que nos movemos en estas ciudades es responsable en gran medida (aunque no único) de los problemas de las mismas. El uso de vehículos privados e individuales, impulsados por motores de combustión interna, es responsable directo de la emisión de óxidos de nitrógeno y partículas finas, dos tipos de contaminantes que suponen riesgos para la salud humana, según la Agencia Europea del Medioambiente. Además, el transporte es uno de los principales emisores de CO2, uno de los gases que están cambiando el clima del planeta.

Hoy, los problemas medioambientales y de salud que genera el transporte están mucho más claros que en los tiempos del Witkar, lo que está llevando a cada vez más administraciones locales a restringir la movilidad urbana. Esto, unido a la congestión y las dificultades para desplazarse en muchas ciudades, ha hecho que en los últimos años hayan ido surgiendo formas de movilidad alternativas. Y ahí estaba el ‘car sharing’ esperando su oportunidad.

 

 

El ‘car sharing’ es un sistema para compartir vehículos a través de una plataforma digital que conecta a los usuarios con los coches. Permite acceder a un coche de forma flexible, solo cuando existe la necesidad de usarlo, sin la obligación de tener uno en propiedad. A cambio, se paga por su uso en función de una tarifa en la que se unifican todos los costes asociados al vehículo.

Diferentes modelos

Esta idea de movilidad, nacida de la economía colaborativa e impulsada gracias al auge de las plataformas digitales, puede tomar varias formas. De acuerdo con el informe de Deloitte, estas pueden dividirse en tres grupos:

  1. Modelos ‘free-floating’

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    Permiten coger y dejar el vehículo en cualquier punto dentro de un área de servicio establecida. Estos servicios se usan, fundamentalmente, para trayectos únicos y cortos o como complemento a otros sistemas de transporte.

  2. Modelos estacionarios

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    Los vehículos están siempre en estaciones asociadas al servicio y allí deben recogerse y aparcarse. Son modelos pensados para viajes algo más largos o de ida y vuelta. Vendrían a sustituir el alquiler de vehículos tradicional, pero de forma más flexible.

  3. Modelos P2P

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    Aunque de momento su uso es más residual, en este sistema la plataforma pone en contacto a propietarios de vehículos privados con una comunidad de usuarios. Es decir, no existe una flota de un único propietario.

“El ‘car sharing’ supone un cambio de mentalidad y de hábitos. Implica dejar de pensar en el coche en propiedad para pasar a pensar solo en la utilidad y en las necesidades de movilidad. Aunque por ahora, en general, este cambio está siendo lento”, explica Rocío Román Collado, catedrática e investigadora de economía aplicada de la Universidad de Sevilla y coautora del paper Car Sharing Services in Sweden and Spain Market, environmental and behavioural insights (“Servicios de coche compartido en el mercado sueco y español, perspectivas medioambientales y de comportamiento”).

“El cambio de hábitos se ve más entre la gente joven, entre personas con cierto nivel de renta y con ciertas necesidades concretas. También depende mucho del lugar de residencia, ya que, por ahora, no se está viendo un desarrollo claro del sector fuera de las grandes ciudades”, añade. “A nivel regional, donde más está creciendo el car sharing es en Asia y en Europa. En zonas con menor densidad de población, como Estados Unidos y Canadá, no es una opción muy desarrollada”.

Una buena solución para entornos urbanos

En los últimos 200 años, las actividades humanas han dependido más y más del consumo de combustibles fósiles. La principal consecuencia del uso del carbón, el petróleo y el gas es la emisión de CO2 y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera, gases que están cambiando el clima del planeta.

Hoy, el transporte es responsable de una quinta parte de todas esas emisiones, según datos de la Universidad de Oxford. Y el 45 % de las mismas se relaciona directamente con la movilidad de personas por carretera. Además, en el entorno urbano, el transporte es, junto a las calderas, el gran foco de contaminación del aire.

“Dentro de unos cuantos años echaremos la vista atrás y nos preguntaremos cómo pudimos permitir ciudades tan contaminadas como las actuales. Cada año, hay cientos de miles de fallecimientos vinculados a la mala calidad del aire”, reflexiona David Bartolomé, managing director de Share Now, uno de los grandes operadores europeos de ‘car sharing’. “El modelo de ‘car sharing’ presenta una solución a los problemas de movilidad de los entornos urbanos, a la contaminación y la mala calidad de aire, al cambio climático… Para la ciudad, significa poder seguir ofreciendo los servicios de un vehículo privado, pero sin sus impactos negativos”.

Además de permitir un uso más eficiente de los vehículos frente a otros servicios como el ‘ride hailing’ (tipo taxis o Uber, en los que hay un porcentaje de viajes vacíos) y reducir el parque de coches individuales, el ‘car sharing’ favorece también la renovación de la flota (de la que no se encarga el usuario, sino la empresa operadora) y, por lo tanto, la introducción de modelos menos contaminantes o nuevas tecnologías. De hecho, cada vez más servicios de ‘car sharing’ apuestan por los vehículos 100 % eléctricos.

Sin embargo, su impacto positivo medioambiental no está tan claro. “Hoy por hoy, quien está haciendo uso de este servicio es, sobre todo, una persona o familia que ya tiene coche y que lo utiliza como alternativa de segundo o tercer vehículo. Además, en cierto sentido, se produce un efecto rebote. Puede que, a la larga, porque exista ese servicio acabemos usando más el coche de lo que usaríamos uno privado, favoreciendo la movilidad individual en detrimento de otras opciones como el transporte público y la movilidad activa”, explica Rocío Román Collado.

De acuerdo con el estudio Does car sharing reduce greenhouse gas emissions? (“¿Reduce el ‘car sharing’ las emisiones de efecto invernadero”? , que analiza su impacto en los Países Bajos, San Francisco (Estados Unidos) y Calgary (Canadá), la reducción de las emisiones y la contaminación del aire asociada al uso de servicios de ‘car sharing’ eléctrico es clara. Esto no quita que también se haya percibido que estas plataformas restan usuarios a otros servicios de movilidad colectiva.

Por otro lado, desde el punto de vista de los usuarios las ventajas medioambientales no son clave para decidirse a usar un coche compartido, tal como recoge este informe de Ipsos. Para ellos, los beneficios del ‘car sharing’ serían, en orden de preferencia:

  1. El ahorro y la despreocupación frente a los costes asociados al uso de un coche, como seguros o mantenimiento.
  2. No tener que afrontar un proceso de compra.
  3. No tener que preocuparse del cuidado y la limpieza del vehículo.
  4. El acceso a diferentes modelos y nuevas tecnologías.
  5. El ahorro frente a otros modelos similares de movilidad individual/privada.
  6. La despreocupación frente al aparcamiento y el ahorro por no tener que alquilar o comprar una plaza de garaje permanente.
  7. Los impactos medioambientales positivos.
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Las barreras para su futuro

La lucha contra el cambio climático y la preocupación por la mala calidad del aire de la mayoría de grandes urbes del planeta han hecho que, en los últimos años, las restricciones de tráfico o de determinados vehículos contaminantes sean cada vez más habituales. “El uso del vehículo privado estará cada vez más restringido en el entorno urbano y el ‘car sharing’ puede ser la alternativa para seguir haciendo uso de los coches de forma racional”, señala David Bartolomé.

“Pero hay que tener en cuenta que los desafíos de la movilidad solo se pueden abordar con una combinación eficiente de soluciones. Esta será una forma más en el menú de opciones. La intermodalidad va a ser muy positiva”, añade. Una forma que ha ido ganando popularidad en los últimos años. Según el Foro Económico Mundial, el 32 % de los conductores de la India, el 17 % de China o el 11 % de España o Italia usan servicios de ‘car sharing’ al menos una vez al año.

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“Existen algunas barreras en su futuro. La principal es el consumidor, para el que tener coche en propiedad sigue siendo importante, sigue significando calidad de vida y libertad de movimiento”, señala Román Collado. “Otra es la disponibilidad de la flota. La idea de tener que desplazarse bastante hasta el lugar en el que está el vehículo provoca cierto rechazo. Cuanto más difícil sea acceder al coche, menos útil será como servicio de movilidad diario”.

“Además, con los precios medios actuales, el ‘car sharing’ compensa económicamente a aquellos usuarios que hagan menos de 1.000 km al mes. Sin embargo, no está tan claro que estas cuentas de rentabilidad hayan calado lo suficiente en el consumidor y, sobre todo, hasta qué punto pesan frente a la comodidad o la libertad de un vehículo en propiedad”, añade.

Hace medio siglo, Witkar no logró convencer a los usuarios ni a las autoridades de Ámsterdam. Hoy, la tecnología ha cambiado mucho y los beneficios del ‘car sharing’ en las ciudades son evidentes, si bien siguen existiendo impactos no del todo positivos y barreras para el desarrollo de estos servicios. Solo el tiempo dirá si las predicciones más optimistas se cumplen y la movilidad compartida termina siendo un habitual en la oferta de transporte de las ciudades.