Energía marina: el reto de aprovechar el potencial inagotable del océano
Producida por las olas del mar, las mareas o las corrientes marinas, por la diferencia de temperatura entre la superficie y el fondo de los océanos… Hay muchas formas de generar energía a partir de la gran masa de agua que nos rodea y son muchos los proyectos en marcha. Sus costes, el principal obstáculo.

A principios de la década de 1930, el ingeniero Ramón Iribarren realizó una serie de cambios en el puerto de Mutriku. El objetivo era que el fuerte oleaje que llega a este histórico enclave de la costa guipuzcoana no dañase las estructuras. Ochenta años después, los ingenieros miraron hacia el mar que choca entre los acantilados de Alcolea y el alto de Burumendi con otro objetivo: el de instalar una planta capaz de aprovechar la energía de las olas.
La planta de energía undimotriz de Mutriku ha pasado a la historia como la primera de toda Europa en comercializar la energía procedente del oleaje. Y es uno de los muchos ejemplos de cómo podemos utilizar la energía que se genera en el mar para satisfacer nuestras necesidades en tierra.

¿Cuáles son las energías marinas?
La palabra undimotriz proviene del latín ‘unda’, que significa ola, y ‘motriz’, que hace referencia a aquello que se mueve. Hoy en día, la tecnología que aprovecha esta energía marina está a la vanguardia en cuanto a desarrollo e investigación, ya que se estima que tiene un gran potencial. A nivel mundial, este podría ser de hasta 29.500 TWh por año (casi el doble del consumo eléctrico global anual). Pero no es la única energía marina que puede determinar nuestro futuro.
“Cuando pensamos en energía procedente de nuestros mares y océanos, lo primero que nos viene a la cabeza es el oleaje de aquellas costas más bravías y expuestas a constantes temporales”, explica el doctor Sergio Trigos, profesor del Máster Universitario en Energías Renovables de la Universidad Internacional de Valencia (VIU). “Pero, si bien es cierto que el oleaje es uno de los factores más importantes, existen otras muchas maneras de obtener energía marina. Podemos afirmar que el mar cuenta con un elevadísimo potencial energético”.
Junto a la undimotriz, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) señala otros cuatro tipos de energía marina. La primera es la maremotriz, que aprovecha la capacidad de las mareas para desplazar grandes masas de agua. Le sigue la maremotérmica, que se vale de la diferencia de temperatura entre las aguas superficiales y las del fondo marino para generar electricidad. A estas se suman la de las corrientes marinas, que utiliza la energía cinética para hacer girar una turbina; y la del gradiente salino, que se obtiene por la diferencia en la concentración de sal entre el agua de mar y el agua de los ríos mediante los procesos de ósmosis.
“Es necesario conocer las necesidades de cada región para decidir qué tipo de tecnología es más idónea. En la actualidad, países como Colombia, con un gran número de zonas estuarinas, están invirtiendo en proyectos relacionados con el gradiente salino, mientras otros, como Reino Unido o EE. UU., se centran en la energía maremotriz en aquellas regiones donde la amplitud de marea es idónea para este tipo de instalaciones”, explica el profesor de la VIU.
“Sin embargo, en términos generales, podemos decir que la energía undimotriz es la que hoy en día cuenta con un mejor posicionamiento a nivel global. Podría entenderse como la más eficiente o presumiblemente la más rentable en términos de producción versus inversión económica”, añade.

Un potencial por aprovechar
Ante la pregunta de si se está aprovechando el enorme potencial que tiene el mar para generar energía, Trigos es claro: “Rotundamente no. Aunque muchos países, principalmente nórdicos, como Noruega, Suecia o Dinamarca, llevan años desarrollando este tipo de tecnología y buena parte de su producción nacional procede del océano, la mayoría está centrando sus esfuerzos en implantar otro tipo de tecnologías, más adecuadas a sus condiciones climatológicas y que suponen una menor inversión económica”, asegura.
De acuerdo con el profesor, los costes dan forma a uno de los cuellos de botella más relevantes a la hora de realizar este tipo de proyectos ‘offshore’. Es necesario diseñar infraestructuras resistentes a situaciones climatológicas adversas, así como contar con personal, vehículos de desplazamiento y materiales de repuesto para garantizar el mantenimiento. A esto se suma, además, que muchas tecnologías están todavía en fase de desarrollo, lo que proporciona menor seguridad a la hora de invertir.
“Esto se traduce en un encarecimiento considerable con respecto a lo que puede suponer una instalación en tierra”, explica Trigos. “Un ejemplo claro lo encontramos en Islandia. Se han llevado a cabo proyectos piloto y se ha planteado la posibilidad de poner en marcha parques flotantes ‘offshore’ con un gran potencial de producción undimotriz, pero la principal fuente de energía sigue siendo, por causas obvias, la geotérmica”.
Lo mismo sucede en España, en donde se dan buenas condiciones oceanográficas y orográficas para desarrollar este tipo de proyectos a lo largo de los casi 8.000 kilómetros de litoral. “Si tan solo nos centramos en la energía undimotriz, a lo largo de toda esta costa el potencial estimado de generación es de entre 40 y 70 TWh al año, lo que supone aproximadamente el 25 % del consumo eléctrico total en España. Sin embargo, la mayor parte de tecnología renovable del país está ubicada en tierra”, explica el profesor.
A los retos económicos y de inversión se suman los ligados al impacto ambiental que este tipo de instalaciones pueden tener en el medio marino (por ejemplo, en los hábitats o en las rutas migratorias de las especies). No obstante, en los últimos años se ha avanzado en la investigación para conseguir reducir los impactos negativos e incluso llegar a generar algunos positivos.
“Algunas de las estructuras sumergidas han sido diseñadas específicamente para fomentar la cría de organismos marinos, convirtiéndose en lugares de generación de biomasa al ofrecer refugio a larvas y alevines de numerosas especies”, explica Trigos.

La apuesta por la energía marina
Actualmente existe un gran número de proyectos que buscan aprovechar el enorme potencial energético del mar; algunos están ya en funcionamiento y otros todavía en fase de desarrollo. En España, el ejemplo más emblemático es el de la planta de energía undimotriz de Mutriku, en el País Vasco.
“Desde 2011, esta instalación ha generado alrededor de 300.000 kWh anuales y en 2024 ha alcanzado un hito histórico: convertirse en el primer proyecto comercial del sector en producir tres millones de kWh”, explica Trigos.
A pesar de que sus aguas tienen un potencial energético inferior en términos de oleaje, el Mediterráneo es el escenario de varios proyectos en marcha. La empresa sueca Eco Wave Power, por ejemplo, planea instalar una planta undimotriz capaz de producir 2 MW en Port Adriano, en Mallorca. A este se suma el Wave Energy Converter (WEC), un proyecto con el que se espera generar hasta 130.000 kW al año en Valencia para abastecer la red municipal de la ciudad y reducir así las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Los países más aventajados en este tipo de tecnología, como Noruega o Suecia, trabajan también para aunar tecnologías como la undimotriz y la maremotriz con la eólica. “Así, los parques eólicos ‘offshore’ incluyen turbinas sumergidas que aprovechan las corrientes y el oleaje para producir energía al mismo tiempo que la parte emergida hace lo propio con el viento”, explica Trigos.
Las ventajas de aprovechar las energías marinas con estos y otros proyectos son numerosas. El informe ‘Innovation Outlook Ocean Energy Technologies’, elaborado por la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA), destaca entre otros la mitigación del cambio climático al utilizar fuentes de energía limpias, la creación de empleo, la estabilidad de funcionamiento de estas tecnologías o la aceptación social que las rodea dentro del ecosistema ‘cleantech’.
Este mismo informe estima además que en 2030 podrían haberse implementado cerca de 10 GW en todo el mundo. “Con el apoyo político adecuado, las inversiones y el desarrollo de tecnologías eficientes, la energía procedente de nuestros mares y océanos tiene una gran proyección para los próximos años”, coincide Trigos. Hacer frente a los retos que se presentan y aprovecharla supone sin duda una oportunidad para avanzar hacia un sistema energético más sostenible.