La agricultura vertical que cultiva el futuro en las ciudades
Hacer crecer plantas en ciudades e interiores. La agricultura vertical aprovecha el espacio de cultivo y reduce el consumo de agua mediante hidroponía y aeroponía. El experto en Salud Pública Dickson Despommier siempre lo tuvo claro: si cada ciudad cultivara el 10 % de los alimentos que consume, a nuestros bosques le sentaría muy bien.
Foto de apertura generada con Midjourney (IA)

La Comuna 13, durante años fue el barrio más violento de Medellín (Colombia) y uno de los más peligrosos del mundo. En las terrazas y azoteas de las casas crecen ahora brotes verdes. Basta con acercarse a una de estas terrazas para descubrir que la vegetación la forman diferentes variedades de lechuga y albahaca en cultivos hidropónicos. Es decir, sumergidas en agua con nutrientes, sin necesidad de tierra.
El proyecto ‘Terrazas Verdes’ busca dar nuevas oportunidades laborales y mejorar la calidad de vida del vecindario de la Comuna 13. Las lechugas y albahacas que crecen allí se comercializan en diferentes cadenas de supermercados, garantizando un sueldo digno para muchas familias.
Pero esta iniciativa hace algo más: es un símbolo de cómo los proyectos sociales pueden transformar la vida de los barrios, y también de cómo la agricultura urbana puede aprovechar los espacios de las ciudades para cultivar alimentos de kilómetro cero. Una de las soluciones más interesantes para aprovechar este espacio es la agricultura vertical, aquella que cultiva plantas en estructuras apiladas en capas en lugar de en el suelo.

¿Qué es la agricultura vertical? Optimización de recursos y un clima idóneo
El concepto de agricultura vertical está muy ligado al aprovechamiento del terreno en entornos urbanos e interiores: allí donde no se puede contar con grandes superficies de suelo, pero sí montar estructuras en las que las plantas crecen aprovechando todo el espacio que queda libre hasta alcanzar el techo.
Normalmente, estos cultivos se basan en la hidroponía, aunque también pueden utilizarse tecnologías de aeroponía, en las que las raíces quedan suspendidas en el aire y son rociadas con soluciones nutritivas. El resultado es un importante aprovechamiento del espacio y una reducción considerable del consumo de agua.
“Una de las grandes ventajas de la agricultura vertical es la eficiencia en el uso del agua. En la agricultura tradicional, las plantas recogen el agua con la que las regamos, pero el resto de agua se filtra a otras capas. Con la hidroponía, el agua que no absorbe las raíces de la planta se recoge otra vez para que recircule constantemente. Hablamos de una huella hídrica un 90 % inferior que en la agricultura tradicional”, explica Iván García Besada, CEO de Néboda, una empresa que realiza agricultura vertical en Vigo.
Junto al agua, los cultivos verticales precisan también de una fuente de luz eficiente que sustituya a la solar y garantice la fotosíntesis – en el caso de la empresa viguesa, basada en luminarias LED – y de un clima idóneo que se adapte a las necesidades de las plantas.
“En la agricultura tradicional dependemos de los factores climáticos externos, pero en la basada en interiores podemos replicar las mejores condiciones de clima, de humedad y de concentración de dióxido de carbono (CO2) durante los 365 días del año”, explica García. Esto, unido al hecho de que no se depende de tantos factores externos, garantiza una calidad y una productividad estable a lo largo del año, a la vez que reduce la volatilidad en los precios.
Por último, entra en juego el hecho de que este control de los cultivos permite reducir e incluso prescindir totalmente de pesticidas y herbicidas, lo que acerca en algunos aspectos la agricultura vertical a la ecológica y sostenible.

El papel de la agricultura vertical en las ciudades
Muchos de los alimentos que consumimos cada día han recorrido miles de kilómetros desde su lugar de origen hasta nuestro supermercado más cercano. Transportar esta comida conlleva un gasto energético y tiene un coste climático que, tal y como indica el sociólogo y experto en agricultura urbana José Luis Casadevante –más conocido como Kois–, es imposible de sostener a largo plazo.
En su libro ‘Huertopías. Ecourbanismo, cooperación social y agricultura’ explica cómo la agricultura urbana supone una alternativa a este sistema, ya que las ciudades son lugares pequeños en términos geográficos (ocupan poco más del 3 % de la superficie del planeta), pero la actividad de sus habitantes consume una gran cantidad de recursos y provoca el 75 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Si una parte importante de los recursos (como, por ejemplo, los alimentos) que se consumen en las ciudades se produjesen en su territorio, este gasto energético y de recursos y la huella de CO2 de la logística se reducirían enormemente. “Entra en juego, también, la reducción del desperdicio”, añade García. “Con la agricultura en general y la vertical en particular, pasa mucho menos tiempo desde que los alimentos se cosechan hasta que llegan a los consumidores finales. Esto hace que el desperdicio se reduzca a términos mínimos”, añade García.
Al aprovechar el espacio de las ciudades y reducir el espacio de terreno necesario para hacer crecer los alimentos, la agricultura vertical se sitúa también en el extremo opuesto de la que depende de grandes superficies de cultivo y que consecuentemente favorece la deforestación.
Hace ya más de una década, Dickson Despommier, profesor emérito de Salud Pública y Microbiología de la Universidad de Columbia (EE. UU.), señaló en su charla xTED que, si cada ciudad del mundo cultivara tan solo el 10 % de sus alimentos en interiores, se podrían devolver a los bosques casi 900.000 kilómetros cuadrados de terreno. Y al ritmo al que crecen las ciudades en superficie y habitantes, cada día que pasa esta cifra es mayor.
Realidades como estas hacen que cada vez más nombres acompañan a Néboda en su afán por cultivar verticalmente. Entre ellos destaca Ekonoke, la empresa que quiere salvar la cerveza produciendo lúpulo en condiciones controladas y con mucha menos agua; Verde Compacto, la primera compañía de agricultura vertical de América Latina que lleva desde 2016 produciendo en México; o AquaGarden, la empresa argentina convierte contenedores en pequeñas fábricas productoras de plantas.
Todas ellas se suman a proyectos como el de Terrazas Verdes de la Comuna 13 de Medellín, que muestran cómo la agricultura urbana tiene mucho que decir sobre el futuro de la alimentación en las ciudades.