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El viaje de Tai Kin, la niña que soñaba con las estrellas y acabó fundando un museo

Tai Kin Argüello nació destinada a alcanzar el firmamento. “Mi nombre significa flujo de partículas cargadas eléctricamente que viajan despedidas desde la corona solar a través del espacio a una velocidad de 450 a 900 km por segundo”, recita esta estudiante de ingeniería física industrial de apenas 20 años. Y es que Tai Kin, resultado de la mezcla de dos lenguas indígenas mexicanas (otomí y maya), quiere decir viento solar. “Por eso siempre me he sentido vinculada a la ciencia”, afirma esta joven beneficiaria del  progama para Chavos que inspiran, otorgado por la Fundación BBVA en México.

Tai Kin, la niña que soñaba con las estrellas y acabó fundando un museo

En 2017, aprovechando su participación en las Olimpiadas Nacionales de Física, conectó con la Agencia Espacial de México para promocionar la semana del espacio de la ONU entre los jóvenes de Tulancingo de Bravo (en el centro de México), su localidad natal. “Siempre me ha gustado compartir conocimiento. Por eso junté a alumnos brillantes que pudiesen enseñar y ayudar a otros compañeros”.

El resultado fue una feria aeroespacial a la que asistieron más de 13.000 personas, y en la que se exhibió un traje espacial que había sido diseñado en México y que se usó en una misión espacial rusa. Desde entonces, la feria inspirada por Tai Kin se ha celebrado anualmente en su localidad, aunque durante los últimos años la participación ha sido online como consecuencia de las restricciones impuestas por la pandemia.

Su inspiración no terminó ahí. Un profesor de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, que había colaborado en la organización de la feria aeroespacial, le habló de un viejo proyecto inconcluso sobre ingenios científicos. Esa idea fue el germen del museo de matemáticas que Tai Kin puso en marcha dentro del Museo del Ferrocarril de Tulancingo de Bravo. Gracias al apoyo de autoridades locales y a los patrocinios que Tai Kin consiguió, pero sobre todo, a su propia voluntad por compartir y divulgar el conocimiento, la modesta localidad de Tulancingo de Bravo volvió a convertirse en centro de innovación e invención científica.

Tai Kin conectó con la Agencia Espacial de México para promocionar la semana del espacio de la ONU

Tai Kin contactó con la Agencia Espacial de México para promocionar la semana del espacio de la ONU en 2017.

La carrera de Tai Kin ha estado marcada por sus orígenes. Aunque hoy vive en la Ciudad de México, creció unida a Tulancingo de Bravo. De hecho, varias generaciones de su familia trabajaron en la minería de la comarca.

Otra de las fuentes de riqueza de este municipio es la ganadería,  industria donde se origina uno de los mayores problemas ecológicos de la zona: los vertidos de lactosuero. Este compuesto orgánico que se genera en el proceso de producción del queso es altamente contaminante cuando se vierte a los ríos. Sin embargo, debidamente tratado, es posible usarlo en la industria alimentaria o en la farmacéutica.

Siendo todavía una adolescente, Tai Kin dedicó muchas horas a buscar una solución sostenible para el lactosuero de las fábricas de Tulancingo. “Hace falta apoyar la economía local y buscar soluciones a los asuntos que nacen de esta”, explica Tai Kin, en referencia a esta etapa de su corta e intensa vida, en la que también formó parte de un programa nacional para mujeres líderes en STEM (un plan de mentoría en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas para Mujeres Latinas).

Más adelante su experiencia personal y su interés por áreas de conocimiento aparentemente dispares le impulsó a fundar Spektro, Asociación para el Desarrollo Social A.C. Creada junto a su hermana, profesional de la comunicación, esta institución quiere demostrar la importancia de los estudios interdisciplinares. De hecho, Tai Kin insiste en que todos los especialistas contribuyen al desarrollo: “se necesitan abogados para los inventos o nutricionistas para llegar al espacio”. Su asociación busca patrocinios que apoyen investigaciones de jóvenes con talento mediante charlas, conferencias y debates.

El primer objetivo de Tai Kin es vincular esta institución a la semana internacional del espacio. Su meta largo plazo no tiene límites: “En el futuro, nos gustaría ser nosotros los que concedamos becas académicas o de invención”.

Tai Kin juntos creando oportunidades BBVA

El talento, la voluntad y la constancia de Tai Kin la hicieron beneficiaria de la Beca BBVA para Chavos que Inspiran.

Imparable devoción por la investigación

La vida de Tai Kin ha cambiado drásticamente en la última década. Pero una cosa se ha mantenido constante: su afán por aprender. Su devoción por la investigación, recuerda ella, nació en la infancia, cuando pasaba horas siguiendo las aventuras de una científica inventora en una serie de dibujos animados famosa en el México de los 2000. Desde entonces su pasión por adquirir más conocimientos no solo aumentó, sino que ha sido la llave para su desarrollo.

Mientras termina sus estudios universitarios, Tai Kin quiere seguir creciendo académica y profesionalmente. A corto plazo, había planeado pasar su próximo semestre en China, donde iba a seguir estudiando en el Beijing Institute of Technology. Pero las restricciones por la COVID han cancelado el programa de intercambio para estudiantes internacionales. Aunque este inconveniente ha trastocado sus próximos planes, su voluntad de crecimiento se mantiene firme ante los contratiempos. Por eso Tai Kin ha escogido continuar su carrera en BBVA, donde ha realizado un programa de prácticas veraniegas que completará con una especialización académica en Análisis Financiero para la Toma de Decisiones el próximo curso. “Es un banco con origen en España, y puede que mi futuro esté allí”, dice Tai Kin, con la esperanza de cruzar el charco y seguir descubriendo el mundo más allá de Tulancingo de Bravo.

“Es una segunda familia que me ha ayudado a construir mi futuro”, dice Tai Kin, en referencia a BBVA. El talento, la voluntad y la constancia de Tai Kin la hicieron beneficiaria de la Beca BBVA para Chavos que Inspiran desde la secundaria hasta su carrera universitaria. Desde los 11 años, ha visto cómo su vida se transformaba en la aventura científica con la que ella soñaba frente al televisor. Un aliciente que inspira el trabajo de los jóvenes, dice ella, a quienes les da una oportunidad para brillar: “Es una chispita que se convierte en una flamota”.

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