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Así contribuyen los productores ecológicos a la sostenibilidad

Un hecho irrefutable: el actual sistema de producción de alimentos no es sostenible. Y una alternativa creciente: la producción orgánica de productos vegetales y animales intenta equilibrar respeto medioambiental, desarrollo sostenible, cercanía y rentabilidad.

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El sector de la alimentación es responsable de más de un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). Así lo revela una investigación publicada en la revista ‘Nature Foods’. Esta medición incluye desde el cambio del uso de la tierra y la producción hasta el transporte, el envasado y la gestión de residuos.

La conclusión no puede ser otra: en general el sistema alimentario está bastante alejado del concepto de sostenibilidad. El Informe Brundtland lo define como el desarrollo que cubre las necesidades de las generaciones actuales. Todo ello sin tomar prestados ni comprometer los recursos de las futuras.

Pero al mismo tiempo se está abriendo paso la alternativa: el método de producción ecológica, cuyo objetivo es obtener alimentos de calidad limitando o eliminando su impacto medioambiental. Entre otras medidas, trata de lograrlo al sustituir el uso de pesticidas, abonos y piensos sintéticos por el de sus versiones orgánicas, además de aplicar criterios de bienestar animal en las explotaciones ganaderas.

Más sostenible, más rentable

Tras recopilar durante 40 años datos sobre salud del suelo, eficiencia energética, uso y contaminación del agua y densidad de nutrientes en cultivos orgánicos y convencionales, las últimas conclusiones del Instituto Rodale, una organización de referencia en investigación de la agricultura ecológica, afirman que este método de producción desempeña un rol importante en la sostenibilidad, tanto en la protección medioambiental como en desarrollo social y crecimiento económico.

De acuerdo con la entidad, los procesos orgánicos pueden generar cosechas con una rentabilidad un 40% superior en períodos de sequía. También pueden consumir un 45% menos de energía y aminorar un 40% las emisiones de carbono. Además, estos pueden reducir o eliminar la filtración de sustancias tóxicas a ríos y canales. En las condiciones adecuadas, también permiten ganancias mayores a los agricultores en comparación con el mercado convencional.

Visión a largo plazo de la agricultura ecológica

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) también defiende que la producción ecológica favorece la sostenibilidad de largo aliento. “La agricultura orgánica considera el efecto de las intervenciones agrícolas en el ecosistema a medio y largo plazo. Adopta un enfoque proactivo en lugar de tratar los problemas cuando ya han surgido”, asegura la institución.

Asimismo, “puede contribuir a un significativo desarrollo socioeconómico y ecológicamente sostenible”, aseguran los autores del informe ‘Cómo la agricultura orgánica contribuye al desarrollo sostenible’ de la Universidad de Kassel (Alemania). Esto se debe, explican, a la correcta aplicación de los principios orgánicos que proyecta la gestión eficiente de los recursos locales, y además al auge del mercado de productos ecológicos y a sus positivas perspectivas de crecimiento.

De hecho, en 2018, el valor del mercado global de productos sostenibles superó por primera vez los 100.000 millones de dólares estadounidenses, unos 97.000 millones de euros, según la consultora Ecovia Intelligence.

Más de tres millones de productores ecológicos

Como parte de esta tendencia, también crece el número de productores ecológicos que se suman a la causa y fomentan con sus productos una gastronomía sostenible. En 1999 se situaban en unos 200.000 en todo el mundo. Solo 20 años después, ya superaban los tres millones. Los datos del Instituto de Investigación de la Agricultura Orgánica (FiBL) indican que Asia es la región planetaria con mayor número de productores ecológicos, casi dos millones. Le siguen África con más de 800.000 productores, los casi 430.000 de Europa, América y sus 224.000, y finalmente Oceanía con casi 16.000.

En el viejo continente, la Comisión Europea ha desarrollado la estrategia ‘De la Granja a la Mesa’ para reducir la huella ambiental y climática del sistema alimentario. Entre las principales medidas, aspira a que al menos un 25% de las tierras de cultivo de la Unión se dediquen a la agricultura ecológica para 2030.

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Comida demasiado viajera

En el sistema alimentario actual, la comida viaja largas distancias. Según el informe ‘Alimentos kilométricos' de varias universidades españolas para la organización ambiental Amigos de la Tierra, la carne recorre de media unos 2.400 kilómetros desde el lugar de origen al de destino; los productos lácteos, unos 1.300 kilómetros; el pescado y los moluscos, más de 6.400 kilómetros; los piensos para animales superan los 6.900; y las legumbres y frutas, los 5.400 kilómetros.

La globalización del mercado de alimentos garantiza la disponibilidad de miles de productos lejanos durante todo el año, pero a cambio del impacto medioambiental sobre todo por las emisiones del transporte. Incluso si la producción de un alimento es escrupulosamente orgánica, deja de serlo a tenor de la huella de carbono que deja cambiar de país, de región o incluso de continente, advierte el informe.

De ahí el papel clave de una producción que priorice los recursos, insumos y mercados locales, o al menos lo más cercanos posible al punto de consumo. La consigna es que a las técnicas de producción orgánica debe aliarse el consumo de productos ecológicos estacionales, de cercanía o de kilómetro cero, es decir, producidos a menos de 100 kilómetros de distancia del comensal.

Por todo ello, los productores juegan un papel clave en la transición ecológica, que les permitirá no solo contribuir con la sostenibilidad del planeta. Su transformación les ayudará a acceder a nuevos mercados y aumentar sus ingresos, mejorar su imagen y tener un menor riesgo regulatorio y reputacional. Además, disponen de financiación para que su producción pase de ser convencional a ecológica.

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