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Descubre qué es la horticultura y qué tipos existen

De producción industrial o casera para autoconsumo, en cultivos abiertos o cerrados con invernaderos, según las diferentes partes comestibles como hojas, frutos, tubérculos o raíces… Hay muchos tipos de horticultura pero todos comparten una contribución positiva a las dietas sanas y sostenibles.

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Esta práctica, en todas sus variantes, abarca un amplio espectro que va desde la producción a gran escala, hasta los jardines caseros destinados al autoconsumo. Al mismo tiempo, actúa en varios escenarios que varían desde las grandes explotaciones de agricultura extensiva, hasta construcciones como los invernaderos. Del mismo modo, igual de variados son sus cultivos.

A pesar de su variedad, hay un punto en el que converge todo: la contribución fundamental de la horticultura al desarrollo de una dieta saludable. A través de la producción de frutas o verduras, esta práctica satisface las necesidades básicas de las personas, al mismo tiempo que construye sistemas alimentarios capaces de conectar la tierra, con la misma mesa.

¿Qué es la horticultura?

La definición varía con el ámbito cultural. Por ejemplo, en los países anglosajones,  la horticultura incluye la floricultura (producción de flores de corte y ornamentales), la olericultura (hortalizas de hoja, raíz, tubérculo o fruto), la fruticultura (el cultivo de frutas) y también el cultivo en huerto de plantas aromáticas o medicinales.

Sin embargo, en los países de habla hispana suele primar un concepto más apegado a la alimentación, horticultura sería la producción de plantas no leñosas ni semileñosas aptas para el consumo humano.

Debido a esta definición tan amplia, “en la horticultura caben muchas prácticas y cultivos, no es fácil poner un límite”, afirma Juan Ruiz, ingeniero agrónomo y cofundador de la web agromatica.es. “Por ejemplo, si asumimos que la horticultura se destina únicamente a la alimentación humana, ¿entonces deberíamos incluir el cereal de secano? Creo que poca gente piensa en 100 hectáreas de trigo cuando hablamos de horticultura”.

Tipos de horticultura

Respecto al volumen del cultivo, la primera gran diferencia que apunta el experto se refiere al sector de mediana y gran producción. Este puede adoptar técnicas industrializadas como el cultivo en invernadero. En el lado contrario se encuentran las pequeñas huertas rurales o urbanas de cultivo más tradicional o incluso por afición al autoconsumo.

De ahí que la superficie real dedicada a producción hortícola pueda superar la de los datos oficiales, ya que solo suelen incluir a productores registrados. Por otra parte, con razón se suele identificar horticultura con regadío: el 95% de los productos hortícolas corresponden a esta categoría.

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Para el ingeniero agrónomo, se pueden establecer estos tipos en función de las especies que producen, con las diferencias de variedades y denominaciones propias de cada país:

  • Plantas de hojas o tallos comestibles: por ejemplo coles, lechugas, acelgas, espinacas, apio...
  • De fruto: tomate, calabacín, pimiento, melón, sandía, fresa…
  • De raíces y bulbos: ajo, cebolla, puerros, zanahorias…
  • Cuando la flor es la parte culinaria, por ejemplo brócoli, alcachofa, coliflor, además de otras flores ornamentales que también son comestibles.
  • Y las clásicas legumbres: guisantes o arvejas, judías, habas, entre otras variantes.

Las frutas en la horticultura

Una pregunta recurrente, ¿la producción de fruta se considera horticultura? Agromática responde con otras preguntas: “¿Qué se entiende por fruta? ¿Lo que tomamos de postre, con sabor dulce y que viene de un árbol? ¿O atendemos a la morfología de la parte comestible?”

El tomate es un fruto. El aguacate, también. El melón o la sandía son frutas familia del calabacín, de la calabaza o el pepino. Es decir, son productos hortícolas, aunque para estos expertos no hay que confundirlos con la fruticultura de especies leñosas o semileñosas que producen frutos, como un manzano o un peral.

Otra posible división, si los cultivos son al aire libre o a cubierto. Los primeros ahorran la inversión en infraestructuras como los invernaderos, pero su producción es más incierta al estar expuesta a la intemperie.

Según Agronómica, los cubiertos favorecen la rentabilidad por varios motivos, entre ellos una mayor producción porque los cultivos pueden extenderse durante más tiempo, y la instalación de cierre permite regular la temperatura ambiental y del suelo, el flujo de ventilación y por tanto la humedad. En este sentido la cobertura evita daños que han quitado el sueño a los hortelanos durante milenios: desde heladas y granizo en algunas latitudes, a la excesiva radiación solar, ventiscas o lluvias torrenciales.

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Según Ruiz, estas instalaciones permiten controlar mejor variables como la aplicación de fertilizantes, el riego o las medidas anti-plagas. Los costes son más altos respecto a la horticultura abierta, pero pueden compensarlos con un mayor nivel de productividad y de reducción de riesgos.

La horticultura, base de una dieta sana

Sea cual sea el tipo de agricultura, la demanda del consumidor crece en numerosos países.  Según la nutricionista Pilar Riobó, los productos hortícolas forman una base fundamental en las pirámides de alimentación, “son muy saludables, bajos en calorías, a la vez que aportan vitaminas, antioxidantes y micronutrientes beneficiosos para la salud. La dieta habitual se debería basar en la huerta”, explica.

Comparte esta apreciación positiva la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que designó el 2021 como el Año Internacional de las Frutas y las Verduras, bajo el lema “Elementos esenciales en la dieta”. El organismo internacional quiso reivindicar y promover la importancia de frutas y verduras en la nutrición y la salud humanas, así como en la seguridad alimentaria y la contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)  relacionados con la producción y el consumo.

“El sector de frutas y verduras contribuye a incrementar la biodiversidad, generar sostenibilidad ambiental y mejorar los medios de vida de los agricultores y trabajadores que operan a lo largo de las cadenas de valor”, concluye la FAO.