Economía circular en la fruta: cómo se aprovechan los residuos agrícolas
Una correcta gestión de los desechos frutícolas permite que tengan una segunda vida en forma de aditivos para cosmética, farmacia u otros alimentos, regeneración de suelos agrícolas o biocombustibles. La fruta rechazada por los compradores por tamaño o imperfecciones también se puede reutilizar.
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La economía circular aplicada a la fruta abre canales secundarios de distribución para aprovechar la mercancía. Mucha de ella es rechazada por los compradores por no dar tamaño o tener alguna falla estética –pero mantiene intactas sus propiedades organolépticas–. Esto evita el desperdicio alimentario. “En México hay proyectos para dar una segunda vida a la fruta sobrante de los mercados de abasto, a través de bancos de alimentos y de fabricantes de caldos y zumos”, explica Jorge Mercado, profesor investigador del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) del Gobierno del país norteamericano.
Mercado destaca los “importantes esfuerzos de la investigación científica” para facilitar el aprovechamiento de los residuos agrícolas o alimentarios en la fabricación de nuevos productos. “El interés se ha incrementado exponencialmente en los últimos 10 o 15 años”, afirma.
En concreto menciona proyectos para la transformación de las cáscaras de nuez pecanera, almendra, pistacho, argán, durazno, aguacate y albaricoque y huesos de aceituna en biomateriales. Se convierten en polvo y se usan en la manufactura de automóviles, aviones y barcos. También para implantes médicos y dentales, embalajes o revestimientos. Estos residuos frutales también pueden convertirse en biofibras. Estas se incorporan como equipamiento deportivo, muebles, ropa u objetos impresos en 3D.

Residuos de frutas para biocombustibles
“La fibra de coco es muy utilizada en la industria del automóvil y como sustrato para agricultura y jardinería”, incide Mercado, que añade los combustibles como otra aplicación al alza de la circularidad de la fruta: debido a su alto contenido en azúcares, tiene mucho que decir en la generación de bioetanol o biobutanol, según indica.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Guanajuato (México) trabaja en la producción de biomasa a partir de residuos agrícolas de frutas y vegetales, para elaborar bioproductos y biocombustibles. Hojas y ramas caídas, restos de poda y de cultivos que se quedan en el campo. “Un 30 % de los residuos agrícolas son destinados como alimentos para el ganado, mientras que otro de los fines es la quema, lo que representa una problemática medioambiental y un deterioro para la tierra de cultivo”, explica el profesor Heriberto Alcocer García, miembro del equipo. En este punto, recuerda que hasta un 37 % de los fuegos que se originan en México se deben a la quema en zonas agrícolas.
Reciclar los residuos agrícolas para mejorar el suelo cultivable
Existe una posibilidad más: el reciclaje o gestión de residuos agrícolas orgánicos, que incluye la incorporación a la tierra de estos restos, lo que también puede interpretarse como economía circular. “Previene el riesgo de erosión, aumenta el contenido en nutrientes del suelo y enriquece la fracción biológica del suelo”, destaca un documento divulgativo publicado por la Junta de Andalucía (España). Aunque “pocas personas campesinas cuentan con las tecnologías necesarias para llevar a cabo el proceso” en el caso de Huanímaro, que es el municipio de Guanajuato donde ha desarrollado el proyecto, admite Alcocer García.
Uno de los objetivos de la investigación en Huanímaro fue concienciar a los agricultores sobre la necesidad de gestionar correctamente sus residuos de frutas y verduras, y que fueran ellos mismos quienes vendieran la biomasa resultante a la biorrefinería. “Todo ello genera un impacto positivo en la sociedad, en el medioambiente, así como en la economía, al ser la biomasa una fuente renovable, que destaca por su facilidad de adaptación”, recalca.

Las frutas forman, junto a las hortalizas, el grupo de alimentos con mayores pérdidas (hasta el 45 % de lo producido) y mayores niveles de desperdicios (hasta el 30 % de las compras realizadas por los consumidores), según un informe elaborado por el Instituto de Investigación en Fruticultura Tropical, con sede en Cuba. Una revisión científica liderada por el investigador indio Ramesh C. Ray coincide en estos datos y calcula que una cantidad sustancial –entre el 25 % y el 50 %– de las frutas y verduras que se cultivan en el mundo se pierde de la granja a la mesa. “Son el grupo de cultivos con mayor rango de pérdida y residuos”, un problema tanto para la seguridad alimentaria como para el medioambiente.
Aditivos, colorantes o desinfectantes con residuos frutícolas
Los profesores de la Universidad Estonia de Ciencias de la Vida Dunja Malenica y Rajeev Bhat, enumeran experiencias recientes de aplicación de subproductos frutícolas como aditivos para cosmética y farmacología; absorbentes de metales pesados; colorantes o potenciadores del perfil nutricional de un producto; desinfectantes de frutas y verduras (por sus propiedades antibacterianas), o como conservantes para alargar su vida útil.
Advierten de que no se está explotando suficientemente la economía circular de la fruta, debido a la ineficiencia de los procesos de selección, recolección y tratamiento de los desechos biodegradables, y al desconocimiento y la infrautilización de recursos y tecnologías ya disponibles.
Mercado cita otra gran barrera, que tiene que ver con leyes vigentes que muchas veces no fomentan, e incluso entorpecen, el crecimiento del sector. “La generación de biogás o la transformación de estos desechos en alimentos para ganado, o para remediaciones de suelo, tienen problemas con las políticas de los gobiernos en materia de contaminación”, advierte. “Necesitamos una mayor concienciación social y políticas públicas que favorezcan que esa bella idea de ir desde el desperdicio hasta el reuso llegue a buen puerto y se convierta en una realidad”, concluye el profesor del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) del Gobierno mexicano.