Producción sostenible de frutas: impacto social y desarrollo local
La producción sostenible de frutas contribuye significativamente a la seguridad alimentaria, la generación de empleo rural y el aumento de ingresos para pequeños agricultores. Además, favorece la mitigación del cambio climático y fortalece la capacidad de adaptación de las comunidades vulnerables.

Estas conclusiones sobre el impacto social de la producción sostenible de frutas y hortalizas aparecen en un monográfico publicado por la FAO en 2021, declarado Año Internacional de las Frutas y Verduras. El documento resalta cómo este modelo de producción beneficia a las comunidades locales y contribuye significativamente a la mayoría de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Según la FAO, la producción sostenible de frutas puede generar mayores ingresos incluso en pequeñas parcelas. Esto es posible gracias a un uso eficiente de recursos limitados como el agua y los nutrientes, lo que crea oportunidades para pequeños agricultores en zonas rurales, periurbanas, en conflicto o en contextos frágiles. Además, sus cadenas de valor requieren mucha mano de obra y conocimientos técnicos, lo que genera empleo tanto dentro como fuera del campo. Esto representa una oportunidad especialmente atractiva para jóvenes, inmigrantes y mujeres.

Impacto social y económico de la producción sostenible de fruta
“Cuando uno se alinea con prácticas más sostenibles, abre más el mercado, y aumenta el valor agregado de sus productos”, argumenta Marcelo Werneck, especialista en producción frutícola y profesor del departamento de Economía Agraria de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Este experto señala que el desarrollo social depende del crecimiento económico, que puede impulsarse mediante productos con mayor demanda y mejor precio, gracias a certificaciones como la de fruta orgánica o denominación de origen. También a través de actividades complementarias, como el turismo. “El desarrollo turístico de las explotaciones agropecuarias me parece un punto interesante a considerar”, defiende Werneck.
Crecimiento global del consumo de fruta y tendencias del mercado
“La producción de frutas ha crecido en el mundo debido a la tendencia hacia hábitos de consumo más saludables”, asegura Werneck, y así lo demuestran las cifras: de algo menos de 900 millones de toneladas métricas producidas en 2019 a cerca de 1.000 millones en 2023, según FAOSTAT (base de datos estadísticos de la FAO). Este crecimiento también se explica por el desarrollo económico de ciertos países, que ha aumentado la capacidad adquisitiva de sus habitantes, según el profesor de Economía Agraria. Se refiere, en concreto, a los enormes mercados de China e India.
En 2023 (últimos datos disponibles), la fruta que más se producía en el mundo era el plátano – también conocido como banana en algunas regiones– (con algo más de 139 millones de toneladas métricas), según FAOSTAT. Le siguió la sandía (más de 100 millones), la manzana (97,34 millones), la uva (72,49 millones) y la naranja, que rozó los 70 millones de toneladas.
Comunidades rurales y agricultura familiar en la fruticultura sostenible
Cuando se habla del impacto social de la fruta, el tamaño de las explotaciones es un factor clave, según Werneck. “Las producciones masivas, en manos de grandes empresas, generan empleo y pueden estar haciendo un buen trabajo, pero debemos mirar las condiciones que ofrecen a su mano de obra y a sus proveedores”, advierte. También resulta imprescindible analizar la extensión de la cadena de suministro. “El desarrollo de cadenas más locales beneficia a los pequeños productores y a la agricultura familiar o comunitaria”, establece.
Según el profesor, para que los cultivos familiares ganen en eficiencia –más producción y precio, mejor gestión del suelo, del agua o de la postcosecha– hace falta diversificación de los cultivos, tecnología, agricultura de precisión y asociacionismo y trabajo colaborativo.

Caso Ñuble: innovación agrícola y fruticultura resiliente en Chile
A finales de 2024, el INIA (Instituto de Investigaciones Agropecuarias chileno) puso en marcha un proyecto para que cerca de 1.000 pequeños agricultores frutícolas de Ñuble, en el centro-sur de Chile, puedan diversificar sus cultivos y mejorar su productividad. Se llama Fruticultura Sostenible y Resiliente al Cambio Climático y ofrecerá capacitaciones en manejo sostenible, implementación de tecnologías –sistemas de riego por goteo, estaciones meteorológicas y energías renovables– y la entrega de plantas frutales e insumos esenciales.
La iniciativa pretende potenciar la producción ya existente de papayo y castaño, e incorporar la macadamia, el pistacho y el calafate, según informa el INIA. “Estamos seleccionando material sano para cultivo ‘in vitro’ e inmersión temporal, clonando plantas adaptadas a condiciones adversas como el frío, las temperaturas extremas y la falta de agua. Proyectamos que la macadamia, una especie rentable y resistente al frío, será clave para el desarrollo económico de la región”, avanza Jorge Retamal, investigador del INIA Quilamapu y jefe del proyecto.
Cambio climático y desarrollo territorial a través de la fruta sostenible
Según el diagnóstico de la ‘Estrategia Regional de Desarrollo de Ñuble 2020 - 2028’, la región es la segunda más pobre de Chile, la que mayor proporción de población rural presenta, y una de las más amenazada por los efectos del cambio climático: inundaciones, sequías, fenómenos meteorológicos extremos. A su juicio, introducir nuevas variedades de frutas y verduras y cultivarlas de manera sostenible –600 agricultores de esta región ya producen en ecológico– ejercerá de palanca de desarrollo económico y social del territorio.
Este modelo agrícola fortalece la adaptación climática y actúa como motor de desarrollo social. Con iniciativas enfocadas en innovación agrícola, empleo rural y diversificación productiva, este modelo se consolida como una vía efectiva para impulsar un desarrollo más justo, inclusivo y resiliente.